En este tiempo y hace ya varias décadas, sectores del poder económico y político se esmeran en repetir el mismo discurso: los sindicatos no sirven y se han convertido en una reliquia, la negociación colectiva sólo afecta el crecimiento económico, la huelga es una actividad repudiable de gente que no gusta de trabajar. Lo paradójico de ese discurso en contra de las principales herramientas que el movimiento de los trabajadores ha desarrollado a lo largo de su historia, es que debajo de ese aparente desdén hacia estas instituciones, existe una voluntad sostenida en reprimirlas y anular su acción. ¿Por qué si el sindicato, la negociación colectiva y la huelga son instituciones tan arcaicas y poco efectivas, la élite económica y política se esmera tanto en reprimirlas?
La respuesta es una: por temor.
Así, desde la dictadura, las primeras medidas represivas fueron encaminadas contra dirigentes sindicales mediante la persecución, la tortura y la desaparición. Se prohibió la actividad sindical que no fuera cercana al régimen y se disolvieron organizaciones de trabajadores y trabajadoras que asumen un carácter de clase.
Luego, vinieron las reformas laborales cuya principal consecuencia fue el plan laboral, ideado por José Piñera, que buscó precisamente anular las principales herramientas de la organización sindical.
2.- Se atomiza y divide la fuerza sindical mediante el paralelismo, se limita el rol del sindicato hacía intereses meramente económicos, se encierra a la negociación colectiva en la empresa y se restó la fuerza de la huelga permitiendo el reemplazo, con montón de artimañas pues aunque dicen que no se puede los patrones igual reemplazan.
Pese al fin de la dictadura militar y el paso de varios gobiernos, durante las últimas 3 décadas el corazón de la normativa de la dictadura se ha mantenido intacto. Ello solo muestra lo que ya fue señalado: existe un enorme temor de la élite económica y política al desarrollo de las herramientas del movimiento obrero, pues en ellas se encuentran las llaves para poder dar paso a una nueva sociedad.
Lo dramático hasta ahora es que lo únicos que no terminan por entender los anterior son precisamente los trabajadores.