Caminé hace algunos días por mi barrio, hacia una actividad que habíamos planificado en el Chena. Y es que el sitio de memoria que ha sido declarado no parece ser muy respetado, quizás porque hay muy pocas señales que indiquen el significado emotivo y doloroso de este lugar.
Invitamos por redes, dado que desde ahí llegan comentarios, además de algunos reclamos y también críticas por lo que se hace y lo que no se hace. La verdad sea dicha, nadie llegó a la invitación que cursamos a pesar de los «me gusta y pulgares arriba» que recibió la publicación, costumbre ya instalada que se aplica también a textos diversos, convocatorias y un cuanto hay, en las que invariablemente el resultado es menor a lo previsto.
Parece ser el signo de los tiempos. Ser solidario y participar desde el teléfono móvil o el computador en vez de hacerse presente.
Deberemos convivir con eso y esperar que la participación activa no mute a la pasiva, pues ahí la cuestión se pondrá complicada.
En todo caso igual habemos varios que no desmayamos y tenemos el cuero duro, así es que pese al frío día, recorrimos todo el entorno de la mítica casa del techo rojo, ubicada en el declarado Sitio de Memoria en el cerro Chena.
Podrán ir cientos de veces y el recogimiento será el mismo. Los que no están físicamente siguen presentes y lo percibes en cada paso que das, te lo dice el silencio sobrecogedor que te acompaña.
2.- Solo éramos 3 personas, pero con ganas y fuerza como para contagiar a un pueblo entero. Recorrimos un extenso espacio recogiendo basura, papeles, pedazos de madera, botellas vacías y un cuanto hay, que probablemente fueron arrojados al suelo pues no hay nada dispuesto en el lugar para recibir toda esta mugre.
¿Y por qué debería haberlo dirá alguien?, si es un cerro, un lugar al aire libre que luego de restricciones de años vuelve a ser visitado y caminado por cientos de personas.
Y aquí nos encontramos con algo que es común a muchos lugares abiertos y a disposición de la ciudadanía.
La falta de cultura. ¿Es que acaso necesitamos de letreros y recipientes para tirar estos desechos, cuando sabemos bien que los deberíamos guardar y depositarlos en un lugar apropiado?
Por esta falta de cultura, hemos llenado de plásticos y basura de todo tipo los ríos y mares. Por displicencia o desconocimiento hemos ayudado a envenenar las napas subterráneas, dañado las tierras fértiles, destruido o rayado con pintura o aerosoles importantes sitios arqueológicos, que son vitales para interpretar y escribir la historia.
¿Cuantos de los que visitan este espacio del cerro Chena saben que allí se tuvo detenidas a cientos de personas, que se les dañó física y emocionalmente e incluso a algunos se les asesinó y sepultó hace decenas de años y sólo a cuentagotas se ha ido conociendo la verdad?
El llamado entonces es, por una parte, a cuidar todos los espacios especialmente aquellos que son vestigios de un pasado aún no develado totalmente. Por la otra, hacerse parte de estas iniciativas pues hay muchas y algunas apenas difundidas.
No basta decirlo, hay que hacerlo, y todo aquel que se hace parte de estas acciones de reconocimiento y memoria, está ayudando a sanar el alma de un pueblo herido en su corazón.