1.- El dirigente sindical siente en algún momento de su gestión, que la misma ha de llegar hasta cierto límite. Plenamente consciente de sus avances y retrocesos, percibe que es el momento para que otros den continuidad al trabajo que ha realizado y mantengan en alto las banderas que el hondeara por tanto tiempo. No llegó a donde está por apetitos personales, por lo que no le cuesta dar un paso al costado y apoyar a los que vienen siguiendo sus pasos.
No aspira a reconocimientos pues en su gestión nunca los buscó. Solo espera que la siembra de frutos y que esos frutos se traduzcan en logros y avances, para que el ideario viva mucho más allá que él y quienes le sucederán.
No obstante, y ya sea porque los que venían detrás no mantuvieron el ritmo o lisa y llanamente se desviaron, debe analizar su intención de dejar las banderas en esas manos que no son aptas y retomarlas, para reconstruir esa base que muestra fisuras y pone en riesgo el ideal. Lo único que no puede hacer es dejar que las malas influencias horaden el proyecto y lo destruyan.
Los enemigos de la clase no siempre vienen del exterior. La corrupción y los apetitos personales se desarrollan también en el interior y hay que estar muy alertas para prevenirlo y aplicar acciones ejemplificadoras, para que dichas conductas dañinas no vuelvan a repetirse.
2.- La organización y su ritmo es lo que en definitiva determina cuando se hace uno acreedor al descanso. Quienes quedaron en el camino lo dieron todo, incluso la vida personal y las aspiraciones naturales de familia y descanso al final del día, para que los más desposeídos adquirieran al menos la capacidad de confrontar a su adversario de clases y reclamaran lo que en justicia les corresponde.
No hay entonces descanso para el guerrero, se nace y se muere con las banderas al tope, esperando que los privados de las atenciones que merecían entiendan que había un objetivo superior y que se luchó por conseguirlo, incluso a riesgo de lesionar afectos y cariños.
Se morirá feliz y en paz, si se hizo todo por aquello en lo que se creía y los virus del sistema no lograron penetrar esa voluntad de hierro que sin duda permitió luchar, caerse, volver a luchar para disfrutar de algunas batallas, que alguna vez engalanarán la victoria final de la clase.