Esta semana seguimos conmocionados en todo el país, por la desaparición en el mar, de los
tripulantes de la lancha Bruma. Hemos visto impactantes muestras de dolor, de pena y angustia de familiares y pescadores del Biobío, que, pese a la extensa rebusca en el océano, aún no encuentran a los tripulantes desaparecidos. Se ha sumado el fallecimiento, aun no esclarecido en sus causas, de un tripulante de la embarcación “Cobra”, quien se encontraba inubicable por varios días. El fallecido estaba citado a declarar en la PDI, por tratarse de uno de los tripulantes que cumplía labores de vigía, la noche del siniestro de la lancha “Bruma”. Familiares y trabajadores del mar, han sostenido con fuerza, la responsabilidad directa de la nave “Cobra”, en la destrucción y hundimiento de la lancha “Bruma”. Esta es la hipótesis que se investiga, y por la que el trágico deceso, ha despertado serias interrogantes.
Como si la tragedia de los pescadores de la “Bruma”, no fuera suficiente para llenar de congoja los
corazones, se produce la muerte violenta de dos hinchas del cacique, a las afueras del estadio Monumental.
Todos los hinchas del futbol estábamos el jueves pasado, pendientes del partido de Colo-Colo contra el brasileño “Fortaleza”. Tras un primer tiempo marcado por las imprecisiones del local, el segundo tiempo se reinició, con extraños canticos de la barra, algo sobre asesinos y Pinochet. Lo que los televidentes no sabíamos es que antes del inicio del segundo tiempo, se había producido incidentes fuera del estadio. Un sector de supuestos hinchas se había coordinado por redes sociales para un “abordazo”, acción en que una turba carga contra las rejas, y literalmente revienta los candados o cerraduras. En este contexto, Carabineros de Chile intervino con uno de sus carros, y arrolló a dos hinchas que caminaban hacia el estadio, a causa de las lesiones, estas personas fallecieron. Hoy se investiga la versión de familiares de que las víctimas, un niño de 12 y una adolescente de 18 años, no participaban del abordazo e incluso contaban con sus entradas. El
conductor del vehículo policial fue suspendido de sus funciones mientras dure la investigación. Lo que resulta insólito, es que, en conocimiento de la tragedia ocurrida, las autoridades del futbol decidieran continuar con el partido, como si nada hubiera pasado.
Lejos estoy de justificar la reacción de un grupo de asistentes al encuentro, a quienes no reconozco el carácter de hinchas, que luego de destrozar la barrera de acrílico que protege la cancha, irrumpieron interrumpiendo el partido, y causando un pánico de muerte tanto a los jugadores albos, como a los de “Fortaleza”. A estos últimos se los vio huyendo despavoridos hacia los camarines, y también se vio al defensa Emiliano Amor y al arquero Brayan Cortés, interponerse entre los autores de los destrozos, y los jugadores brasileños. Su actuación valiente y noble, sin duda evitó daños mayores. Quienes irrumpieron en la cancha, a todas luces en su mayoría niños menores de edad, lo que se evidencia viéndolos sacarse selfies a los jugadores de Colo-Colo, otros retozando en el pasto como en un paseo. Los jugadores recién en ese momento se enteran de lo que había ocurrido a escasos metros de la cancha. Los rostros conmocionados y en lágrimas, dan cuenta de lo que debieron considerar los dirigentes de la poderosa Conmebol, la
organización que hace y deshace en el futbol del continente. Pretendían retomar el partido, esperar a que las personas se fueran y continuar el partido sin público. Cualquiera con un centímetro cúbico de sangre en las venas, hubiera suspendido el partido de inmediato, en cuanto tomaron conocimiento de la tragedia en las afueras del estadio. Pero no es el caso, aquí. El dinero, los contratos de publicidad, las casas de apuestas, el tiempo en televisión de pago, plata, plata, plata. Es el único lenguaje que estos mercaderes del futbol entienden.
El dolor inenarrable de las familias del chico y la chica fallecidos, no vale ni los puntos ni la
clasificación, la vida está primero, por delante de cualquiera otra consideración. La acción de organizaciones criminales enquistadas en el futbol, bajo el pretexto de ser barra de un club, debe perseguirse hasta su total extinción. En esta materia, como en tantas otras, la clase política no ha estado a la altura. Normas que no se aplican, ausencia de sanciones efectivas a los clubes y sus dueños. Todos se echan la culpa recíprocamente, y ya no es sólo la llamada “violencia en los estadios”, es todo un conjunto de actuaciones criminales que no se investigan ni persiguen. Para muestra un botón, a escasa horas de ocurridos los trágicos hechos, un supuesto
líder de una de estas agrupaciones criminales, sale en los medios hablando de venganzas, de amenazas si es que se intenta jugar al futbol.
Como suele ocurrir en Chile, tras un hecho de alta connotación, una tragedia en el seno del club más popular del país, es una verdadera miel para los políticos. Salen de sus suntuosas oficinas, para condolerse ante las cámaras, algunos incluso con ojos enrojecidos, fingiendo una real pena. Ahora todos son expertos (as), y han venido planteando la solución hace décadas. Acá se manifiesta una perversión de la acción política, el político banal. El que hasta las causas más nobles las trivializa, intentando siempre obtener una pequeña ganancia. Fíjense bien, en los que se aparecen en los funerales, medrando del dolor ajeno, un símil de ciertas aves de carroña.
El negocio es muy grande como para interrumpirlo, no vaya a ser cosa, que se pierdan ingresos,
contratos, espectáculos. Sólo para citar el caso paradigmático, y que está en boca de cientos de expertos hoy día, el caso de los “Hooligans”, las barras bravas ingleses. Después de causar terror y muertes por décadas, se resolvió detenerlos, tras provocar una tragedia con saldo de 29 muertes. La intervención del gobierno de su majestad, fue profunda y prolongada, se suspendió competencias por varios años, y equipos debieron tomar acciones concretas para identificar a principales cabecillas. Cientos purgaron penas de cárcel. No hay que inventar la rueda ni el hilo negro, tampoco se espera que lo resuelva este gobierno. Es cierto, reaccionaron de
inmediato, pidiendo la renuncia de la encargada de “Estadio Seguro”. Pero convengamos que una entidad de total irrelevancia como esa, malamente puede considerarse suficiente la salida de quien la conducía hasta el viernes. Tampoco se le puede pedir peras al Olmo, ni el ministro del deporte, estrella y famoso ex futbolista del cacique, dio con la reacción adecuada. Al final el “medio”, como llaman al mundo del futbol, los absorbe a todos, y nadie quiere hacer olas. Son demasiados intereses involucrados, nada más piensen en el caso que se investiga con las sociedades controladoras del equipo azul. Delitos económicos que se investigan tienen pena de cárcel, y son tan graves, como las acciones criminales de las barras bravas.
Cuando veo a tanto personaje tratando de ganar minutos en TV, siendo comentarista del dolor y de la tragedia, pienso una vez más, en la necesidad que tiene nuestro país, de personas que actúen de manera altruista, sin mirar el interés personal. Personas que hagan el bien sin mirar a quien. Que sean testimonio de la verdad y no teman pagar las consecuencias, por ir adelante a decir lo que hay que decir, y hacer lo que hay que hacer. Digo esto pensando en una persona de carne y hueso, que esta semana nos dejó. En la antítesis de quienes medran con la pena y la tragedia, de quienes mentir es un oficio remunerado, se encuentran personas, como el gran periodista, profesor universitario, premio nacional de periodismo, el notable Sergio Campos. Él no nos dejó, no caigamos en el error del senador Espinoza que lo dio por muerto antes de tiempo.
Sergio Campos anunció este viernes que deja los micrófonos de Radio Cooperativa, donde estuvo desde su fundación, y antes en Radio Corporación, y en radio Chilena. Este hombre de radio, fue la voz de los sin voz en dictadura. Para quienes combatimos al dictador era referente de seriedad, de veracidad, el hombre cautivó el cariño y respeto de varias generaciones de chilenos. He aquí, amigos y amigas, un hombre intachable, un ejemplo a seguir, un tipo con coraje, con disciplina y auto exigencia, que se esforzó por alcanzar la excelencia.
Es para quitarse el sombrero, o la boina, en señal de homenaje. Su trayectoria y su vida, nos muestran que es posible ser fiel a los ideales, y ser un aporte e inspiración de los demás. Que hasta en la noche más obscura, surgen voces que nos guían, nos orientan, o nos motivan a ser mejores, a dar lo mejor de sí mismos. Sea la generosidad, el coraje y la entrega de Sergio Campos, una fuente de inspiración para cada uno de nosotros, hombres y mujeres, para que podamos contribuir en el hogar, la escuela y el lugar de trabajo, a una mejor sociedad.
Ernesto Sepúlveda Tornero