Amigos y amigas, para quienes pasamos niñez y adolescencia viviendo en dictadura, el
asumir tempranamente un compromiso político, fue algo natural. En medio del horror y la
brutalidad del régimen, cientos de miles de jóvenes de todo el país, se sumaron a múltiples
organizaciones de base, aportando para recuperar la libertad. Entre esos miles, hubo otros
tantos, que, en medio de la persecución y prohibición de los partidos de izquierda, asumimos
con un entusiasmo y arrojo, lo que hoy puede parecer utópico, derrotar a la dictadura y
restablecer el gobierno popular. Hoy se puede ver como una lucha romántica, pero fue
muchísimo más que eso, fue una parte importante de nuestras vidas. Crecimos y nos
desarrollamos, vinculados siempre por esos lazos inquebrantables, por una hermandad de
hombres y mujeres, unidos por un ideal libertario y revolucionario. Sin conocer nombre ni seña,
como dice la canción, confiando la vida, al que estaba a tu lado. Entregando todo, sin guardarse
nada. Así vivimos esa época, muchos (as) de nosotros (as), ajenos a la actual dinámica del
poder, donde el altruismo es escaso. Cientos de jóvenes no vieron el mañana, vidas en flor,
truncadas violentamente, ellos y ellas, quedaron para siempre en nuestro recuerdo. La vida no
valía la pena, si no era para entregarla, a ese amor, que nos llenaba, que le daba sentido a la
existencia. Era lo que, en medio del temor y la persecución, nos regalaba una felicidad inmensa.
La lucha por la libertad y la democracia, no era para medias tintas, no era para compromisos a
medias. Así lo entendió tempranamente, una jovencísima mujer, de cabellera rubia y ojos
azules. Una mujer bella y comprometida, que fue una estudiante brillante en la Universidad de
Chile y dirigente social y política destacada. Inició allí en esas luchas primigenias, lo que sería
una vida entera entregada a la causa social, a la lucha contra la desigualdad, y a la lucha por los
derechos de la mujer. Ella supo mantener siempre, ese fuego interior, esa llama, que invitaba a
otros (as) a seguir adelante, a unirse a esta tarea larga, de construir un país más justo. Asumió
en su carrera política, como socialista, y luego como independiente de izquierda, la tarea de
recuperar el viejo puerto de Valparaíso, de la situación deplorable en que se encontraba. Libró
una lucha desigual como concejal, y luego en hombros de los pobladores de los cerros
porteños, se alzó como pre candidata a la alcaldía de Valparaíso. Debió enfrentar con la
entereza y dignidad que la caracterizaba, el chaqueteo y bajezas de la política porteña. Dotada
de una inteligencia superior, ella anticipó lo que sería la debacle de los partidos tradicionales
del progresismo, y abrazó tempranamente la candidatura del actual alcalde Sharp.
Hace un año, tuve el privilegio de recibirla acá en Magallanes, junto a sus amados hijo e
hijas. Con la generosidad que la caracterizaba me regaló esa visita, en la que hicimos muchos
recuerdos, y compartimos en la intimidad de mi hogar. Mis hijos y los suyos compartiendo, en
esa fraternidad, que espero dure para siempre.
Hoy se hacen merecidos homenajes, por su trayectoria política, donde destacó como
ministra de la presidenta Bachelet, o por su trabajo de décadas en la lucha feminista. También
reconocimientos a su trayectoria académica, donde para admiración de todos, dedicó sus
últimos esfuerzos a concluir su doctorado, el que rindió con honores, hace escasas semanas.
Un viejo amigo del puerto, poeta popular, Carlos Muñoz “El diantre”, compuso una
cueca, para que se cante y se baile en homenaje a esta mujer tremenda, creo que eso le
hubiera gustado, y nos regalaría una hermosa sonrisa.
En los tiempos de crispación política que vivimos en Chile, es cuando más necesitamos
que el liderazgo político, beba de las buenas experiencias. La épica se construye con hechos
concretos, el respeto, la admiración se conquista con una vida de entrega, de generosidad.
Entrega absoluta a las causas justas, sin medirse, sin guardarse nada. No apurarse en encontrar
ni reconocimientos, ni aplausos, que son pasajeros. En la lucha social y política, la historia se
escribe y se construye, de multiplicidad de historias personales, de actores conocidos y menos
conocidos.
Cuando llegó la hora de su partida, en el balance final, sólo cosas bellas, una vida de
compromiso, de entrega, de generosidad, una trayectoria de enseñanzas. Esta despedida, es
para celebrar su vida, una vida plena, ejemplar, para que quienes lean o escuchen de su
historia, jamás dejen de perseguir sus sueños, que luchen hasta el final por sus convicciones y
enfrenten el mañana sin temor.
Ella fue, como decía su amado padre, mi distinguido primo Hernán Quintana, la mejor
entre las mejores. Que lo sepan todos, ha partido una amiga y compañera. A Paula Quintana,
honor y gloria.