Esta semana en Magallanes, fuimos golpeados por la temprana y abrupta partida, de una joven mujer, ex gobernadora de Magallanes, una vida entera dedicada al servicio público, y a una leal militancia en el Partido Socialista. Despedir a Carolina Saldivia, no dejó a nadie indiferente en el mundo público regional, la generosidad y el cariño que cultivó en su relación con las personas, fue respondido con una concurrencia masiva y transversal a su despedida. Este hecho lamentable, nos permite reflexionar, acerca de las cosas trascendentes, lo que verdaderamente importa en nuestras vidas. Vivimos tan inmersos en nuestra actividad cotidiana, que ninguno de nosotros, se detiene a discernir, si estamos empleando nuestro tiempo en lo que realmente nos realiza, o nos enriquece espiritualmente.
Emplear tiempo destinado al servicio de los demás, asumir un compromiso social o político, que nos obligue a salir de nuestra zona de confort. Estar dispuesto a ayudar a los más débiles, a los más necesitados, no sólo pasa por resolver cuestiones materiales. Muchas veces pasa por darse el tiempo de escuchar, de tratar de entender al otro.
En la vida política, muchas veces se dice, que “es sin llorar”. Aludiendo a las innumerables derrotas, fracasos, o por las penas producidas por las peleas pequeñas, por las zancadillas. Con los años, he aprendido que ni aun el político más fanático, puede decir que no ha llorado nunca, que no ha sentido o sufrido, por no poder resolver algo, o por no llegar a tiempo. Afortunadamente, nuevos líderes afloran en la vida política y social, personas que no vacilan en reconocer sus errores, asumir sus defectos, y debilidades. Pienso que Chile, necesita más de eso. Mas empatía y comprensión, y menos prepotencia. Nuestra sociedad está anhelante, de líderes que convoquen, que cautiven, para asumir las grandes tareas del futuro, todos juntos. Los liderazgos confrontacionales, el autoritarismo, encarnan todo lo que nuestra sociedad quiere superar.
Está muy claro para mí, que no basta sólo con buena voluntad. No basta sólo con un líder o lideresa, iluminados por la razón y el buen juicio. Es nuestra sociedad toda, la que languidece, asfixiada por el consumismo, agobiada por una existencia centrada sólo en lo material. Es nuestra sociedad toda, la que anhela encenderse detrás de un bello ideal, detrás de una misión de futuro. Crecientemente, los líderes políticos deberán incorporar en sus proyectos de gobierno, no sólo un listado de supermercado, con planes y programas sociales. Para satisfacer este vacío interior, que nos afecta colectivamente, deberán apuntar más alto. No es con centavos ni peniques que se conquista la felicidad humana. Se requiere de un sentido, de una inspiración colectiva. Eso es lo que llena el corazón del hombre y la mujer, un sueño, una ilusión, perseguida con ahínco, un juramento de futuro, que nos permita proyectarnos, más allá incluso de la propia existencia.
Esa es la tarea silenciosa, que hombres y mujeres en todos los tiempos, han asumido, pensando en la posteridad, pensando en el legado a generaciones que no conocerán. Es lo que debemos hacer nosotros, honrar con nuestra existencia, la vida de los que ya partieron. Es la mejor forma de recordarlos.
Ernesto Sepúlveda Tornero