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UN NUEVO MAQUINISMO por ERNESTO SEPULVEDA

A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, impulsado por los grandes inventos y adelantos tecnológicos, que trajo consigo la revolución industrial, se produce un incremento sin parangón de la producción industrial. Tareas efectuadas con gran esfuerzo por las manos de los trabajadores, fueron sustituidas aceleradamente, por la introducción de máquinas. 

La demanda de productos manufacturados, no pudo ser satisfecha por los métodos tradicionales, y existió una presión constante por descubrir nuevas formas, y realizar nuevos inventos. En 1701, Jethro Tull, crea la máquina sembradora; En 1709, Abraham Derby realiza la fusión de hierro con Carbón; En 1712, Thomas Newcomen, crea la bomba de vapor; En 1732, Michael Mensies, crea la máquina Trilladora; En 1733, Jhon Kay, crea la Lanzadera volante; En 1768, James Hargraves, rea la máquina de hilar; En 1769, James Watt, crea la máquina de vapor; En 1774, John Wilkinson, crea el taladro de cañón perforador; En 1777, James Sharp, crea la máquina aventadora; En 1784, Henry Cort  crea el hierro laminado; en 1785  Claude Louis Berthollet, creó el blanqueado a cloro; En 1787, Edmund Cartwright creó el telar mecánico; En 1793, Ely Whitney creó la desmontadora de algodón: En 1800, Henry Maudslay, realizó el perfeccionamiento del torno.

El aumento de la producción fabril, sólo seguía al aumento continuo de la demanda. El límite de la capacidad humana, se había superado gracias a los nuevos inventos y nuevas tecnologías. La total libertad de contratación, y ausencia de restricciones legales, multiplicaron los turnos de trabajo, no solo para hombres y mujeres adultos, sino también para niños de escasos años.

El  “Maquinismo”, que buscaba suplir las limitaciones físicas del hombre,  con máquinas que  aumentaran  la producción ilimitadamente, dio lugar a un movimiento de los trabajadores denominado “Ludismo”, que pretendía oponerse a las máquinas, por atentar contra las fuentes de trabajo. La máquina a vapor podía reemplazar la capacidad de trabajo de decenas de obreros.

Los siglos XIX y XX, reprodujeron a tendencia iniciada con la revolución industrial, de buscar nuevas formas de producción, uso de nuevas fuentes de energía, nuevos inventos y nuevas tecnologías, para aumentar aún más la producción industrial. Normativas laborales y regulaciones medioambientales, surgidas al cabo de un siglo de organización de los trabajadores y los consumidores. paulatinamente hicieron mas caro, producir en casa. Numerosas empresas, y luego consorcios industriales transnacionales, trasladaron sus fábricas y usinas, a países en vías de desarrollo. El bajo costo de la mano de obra y la desregulación ambiental, permitió incrementar la tasa de ganancia.

La globalización como un fenómeno, de expansión del capitalismo por todo el orbe, llevó aparejada una explosión de adelantos tecnológicos, y una revolución en las comunicaciones, que nos tiene en medio de una cuarta revolución industrial. Las comunicaciones en tiempo real, la Internet de las cosas, y cada vez más la Inteligencia artificial, ponen en duda la estrategia de desarrollo, de los países emergentes.

El impacto global de la pandemia del Covid19, ha tensionado la capacidad de los países, para suplir las necesidades de su población, con la economía prácticamente detenida. El desarrollo científico y tecnológico, es lo que hace la diferencia hoy día, en la mejor o más rápida respuesta técnica a la crisis sanitaria. En los países emergentes, entre los que se encuentra Chile, desde el punto de vista social, los trabajadores se encuentran inermes ante el tamaño de la crisis económica que se avecina.

Existe una fuerte  presión por generar ingresos, de los trabajadores y sus familias, en un contexto de vastos sectores de la economía, con prohibición de funcionamiento, industrias cerradas, o  territorios en cuarentena. Una fórmula que surgió como una alternativa, para continuar operando en algunos sectores, fue el tele trabajo. Entendido como aquel que se puede efectuar a través de medios tecnológicos, plataformas on line, o las propias páginas web de las empresas, cuando estas existen.

Existía desde el 2017, un proyecto de ley iniciado por moción parlamentaria pare regular en Chile, el tele trabajo o trabajo a distancia. La inflexibilidad de la cúpula sindical, y la miopía de algunos partidos políticos, impidió su aprobación en tiempos normales. Sólo pudo aprobarse a raíz de la crisis del Coronavirus.

El trabajo a distancia existe prácticamente en todo el mundo desarrollado. Poder prestar servicios desde el propio hogar del trabajador, o de un lugar libremente elegido por él. Gracias a las modernas tecnologías de comunicación, hoy es una realidad en Chile. El temor de la cúpula sindical, se parece mucho al “Ludismo”, aquél movimiento que se oponía a la introducción de máquinas en la producción industrial.

La tardanza que nos tomamos como país para desarrollar la red de fibra óptica, la ausencia de políticas educacionales y laborales que promovieran el uso de las plataformas on line, nos tiene ahora, tratando de recuperar el tiempo perdido en medio de la crisis.

Este fenómeno de la sustitución de la presencia física del trabajador, en una oficina, o empresa, no tiene vuelta atrás. Políticos y cúpulas sindicales, serán desplazados por millones de personas, que podrán hacer su trabajo, en menos tiempo, y sin necesidad de salir de su hogar. Eso abre un mundo de posibilidades, para incrementar la participación laboral de mujeres y jóvenes. También se abren nuevas perspectivas para personas de la tercera edad, o personas con movilidad reducida, también para personas con habilidades diferentes.

El estudio  online, también tendrá un impacto en nuestra sociedad. Lo que ayer se miraba con desconfianza, y como sinónimo de mala calidad, o de carreras chantas, hoy será la regla. Apertura de contenidos de universidades, bibliotecas, centros de estudios, canales de TV, y otros, permiten hoy día, acceder a fuentes de investigación, a datos de estudio, y a cultura, gratuitos y de calidad.

La modernización del estado, ofrecida desde los años noventa, ahora debe ser una realidad. Es una exigencia del presente, el contar con servicios públicos que garanticen el acceso a todos los ciudadanos, con mayor razón en tiempos de crisis. La plataforma de gobierno electrónico deberá fortalecerse, y la firma electrónica masificarse, para reducir al mínimo las visitas personales a los organismos públicos.

Esta es una gran oportunidad para quienes habitamos en las regiones extremas. Nuestra distancia del centro del país, podría devenir en una ventaja, cuando finalmente las operadoras privadas de comunicaciones se conecten, a la red pública de Fibra Óptica Austral. Contar con una super carretera virtual de alta velocidad, es un herramienta que nos permitirá, traer conocimiento a la región, también producirlo acá, y enviarlo al mundo.

Vamos a superar esta crisis, y lo haremos sin temores. Mirando las posibilidades de crecimiento, de conocimiento y de superación. Nuevas formas de relacionarnos, nuevas formas de trabajo, nuevas formas de estudio, son oportunidades, no barreras, son desafíos, no obstáculos.

Miremos con esperanza el futuro, porque por primera vez,  lo enfrentamos todos juntos como habitantes de la aldea global. 

Ernesto Sepúlveda Tornero