El 2020 ha sido el año, en que han partido de decenas de miles de personas en Chile, y millones en todo el mundo, por la pandemia Covid. El año en que tuvimos que encerrarnos en nuestras casas, en nuestro espacio doméstico, para hacer aquellas cosas que por naturaleza hacemos fuera de ellas. El trabajo y el estudio, a través de las plataformas electrónicas, internet, PC, Tablet, notebook, y smartphone, ha sido lo cotidiano. Ha sido el año de la reducción al mínimo del contacto físico entre las personas. También ha sido el año, en que todos los países, mas allá de la línea política que los gobierna, se han volcado a la revalorización de lo público. Incluso en los mas neoliberales, parece no ser tan buena idea, el haber reducido los sistemas públicos de salud, y los sistemas de seguridad social.
Este año ha sido también un tiempo de eclosión, es decir, tiempo en que rompen su cascarón y salen del huevo, movimientos sociales, políticos, en todo el mundo. Y lo hacen mas allá de las categorías tradicionales, del eje izquierda-derecha. Lo más cercano y más claro, es la movilización sin precedentes en Estados Unidos, para derrotar en las urnas, al paladín de la regresión conservadora a ultranza.
En Chile, hay que regresar un poco más atrás. En el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, se impulsó una agenda de transformaciones sociales y políticas, que parte de la élite desechó de plano. Sectores conservadores que integraban su propio gobierno fueron obstáculo para concretarla. Pero también los sectores más radicalizados de una izquierda de nuevos rostros. Se acuerdan del “da lo mismo quien gobierne”, “Piñera y Guillier, la misma cuestión”. El tiempo le dio la razón a la presidenta Bachelet. Un proceso constituyente desplegado en todo el país, con más de 200 mil personas participando de Encuentros locales autoconvocados. Las propuestas elaboradas en todo Chile, terminaron en un proyecto de ley de nueva constitución, que incluía la realización de plebiscito y asamblea constituyente. Suena conocido.
Otro gallo cantaría si se hubiese dado continuidad a ese proceso. Pero se optó, por lo contrario. Y terminamos ahora tratando de hacer algo similar, pero presionados por el tiempo, presionados por la indignación de gente que se siente estafada, por los abusos, por la desigualdad.
No es fácil que las personas recuperen la confianza en sus instituciones, que recuperen la confianza en la democracia. Cuando la plataforma de los candidatos se basa en el ataque personal, en las diatribas insultantes. Cuando se basan en campañas de desinformación, en noticias falsas, repetidas en muletillas, y difundidas por los medios afines. Lo que sucede es lo que vemos en Estados Unidos. Que vimos también en Chile el 2017, con la “puerta giratoria de la delincuencia”, “la tómbola de la educación”, “chilezuela”, y tantas otras que sólo engendraron rabia y dolor.
Cuando se ha hecho tanto por degradar la actividad política, no debemos extrañarnos, que quienes nos gobiernen no tengan los méritos, ni las virtudes que nosotros quisiéramos. Y 2020, nos pone ante un espejo, debemos buscar y elegir buenos ciudadanos constituyentes. Debemos elegir por primera vez a quien liderará cada región del país. Estamos obligados, a salir del marasmo, romper la inercia. Lo hicieron, enfrentando mas dificultades, los votantes estadounidenses, y han derrotado a un pésimo presidente. Ellos también deberán trabajar duro para reconstruir la confianza en las instituciones. Pero, ese ejemplo, también nos muestra, que los medios de comunicación, deben tener independencia del poder político. Negarse a difundir mentiras, es un deber ético, cuando se trata de preservar el sistema democrático, y nuestro régimen de libertades. Necesitamos de eso acá en Chile, con urgencia. Para que nunca más un gobernante, esconda su debilidad o incompetencia, en mentiras del tamaño de “estamos en guerra contra un enemigo poderoso”. Es cierto, los votantes no somos dechados de virtudes, y la necedad campea por todos lados. Pero aun nos queda de este año 2020, para enmendarnos en algo. Tenemos decisiones que tomar, y debemos ser muy responsables. La triste y dolorosa experiencia de nuestros hermanos peruanos, nos enseña que, en manos del populismo, se puede destruir un país en poco tiempo. Allí ya llevan 3 presidentes en 4 años, y ya están preparando un cuarto. El último duró menos de una semana.
Este año de decisiones, nos tiene con esperanza. Ya anuncian las primeras pruebas masivas de vacunas contra el Covid. Un sueño de recuperar nuestra vida normal, se ve menos lejano. La alegría y alivio que sentimos miles de millones en todo el mundo, cuando vimos a un calmado Joe Biden, derrotar a Trump. Nos enseña también que un político de carrera, una persona que entregó su vida al servicio público, tiene méritos de sobra para ser presidente de la nación mas poderosa del planeta. Una lección que debemos aprender acá en Chile. Aprender a valorar más la experiencia y la sabiduría, y menos la estridencia, y la novedad, del que confunde irreverencia con insolencia. O el que confunde progresismo con populismo.
Con optimismo, y con esperanza de que podremos elegir a los mejores de nosotros, para dirigir las regiones del país. Esperando poder pronto volver a abrazarnos.
Ernesto Sepúlveda Tornero