Por formación jamás vamos a negarnos al diálogo.
No podemos, porque es uno de los caminos por los que llegamos a plantear demandas e inquietudes en todos los espacios en que esto se pueda hacer.
Dialogamos con la patronal y más de una vez con representantes de gobiernos en diferentes reparticiones. También lo hacemos con parlamentarios, representantes de organizaciones sociales y políticas y,por último, buscamos dialogar regularmente con nuestros pares en el sindicalismo.
Es el diálogo, nos decimos, lo que nos va a llevar a encontrar puntos de acuerdo y algunas soluciones.
Y vamos dialogando no más que ese parece ser el camino. El punto es que hacer cuando ese diálogo se torna infecundo.
Un monólogo en el cual lleva la iniciativa la contraparte que regularmente dispone de más instrumentos y herramientas que nosotros.
Es el momento en que el diálogo se transforma en una lista de imposiciones que nos vemos obligados a aceptar, pues pusimos las fichas en este ejercicio y nos olvidamos de proyectar la organización.
Se nos olvido que solo podemos ser contraparte si disponemos de herramientas para alzar la voz cuando nos damos cuenta que nos están tramitando más de la cuenta.
2.- Nuestra principal herramienta, como organización, son los trabajadores y para que cualquier diálogo o negociación llegue a buen resultado, necesitamos tenerlos activos y claros.
Activos en cuanto partícipes permanentes de la discusión y la toma de decisiones. Claros en cuanto al rol que les toca jugar para que se obtengan resultados.
Por eso no solo requerimos organización sino que la misma esté integrada por la mayoría de los trabajadores de la empresa y ellos estén convencidos que dialogar no implica renuncia ni abandono de la movilización y la lucha.