Esta semana llegó a su fin el trabajo de la convención constituyente. Este lunes en acto solemne la mesa ejecutiva entregará, al presidente Gabriel Boric, un ejemplar de la constitución política, que se someterá a plebiscito el 4 de septiembre. Más allá de los chascarros, y las polémicas producidas por media docena de convencionales de ambos extremos, lo cierto es que se concluye el proceso, dentro de los marcos institucionales establecidos. Es desde el punto de vista del funcionamiento de nuestras instituciones, un proceso ejemplar. Se inicia ahora el proceso de información a la ciudadanía, del contenido de la propuesta constituyente, y el período de campaña de las opciones apruebo y rechazo. El texto en sí, contiene un sinnúmero de disposiciones, que como es obvio, escaparán del conocimiento de la ciudadanía. La inmensa mayoría de las personas, adoptará su decisión, guiándose por la información de los medios y redes sociales. Las encuestadoras, dan con ventaja a la opción del rechazo, y se multiplican los programas de opinión, que promueven el rechazo a la nueva constitución. Al igual que en las últimas elecciones, está en marcha una aceitada máquina de propaganda política. Está máquina comprende encuestadoras, agencias de publicidad, productoras de TV, canales de TV abierta, radios y diarios, de las grandes cadenas Copesa y El Mercurio. Esta operación se explica, porque tempranamente la derecha política optó por rechazar la nueva constitución, prometiendo que, de ganar el rechazo, después, estaría por reformar la constitución de 1980. Como no podía ser de otra manera, el clima de enfrentamiento y polarización se ha tomado el debate público. En una apuesta del todo o nada, la derecha se juega su subsistencia como actor relevante. La historia política reciente, señala que, en los últimos dos años, se ha realizado los siguientes procesos eleccionarios: Plebiscito constituyente, elección de convencionales, elección de gobernadores, consejeros regionales, elección de alcaldes y concejales, elección de Presidente de la República y parlamentarios. En todos estos procesos, invariablemente la ciudadanía ha apoyado al progresismo, a las fuerzas políticas que impulsan el cambio social y político de Chile. En todos estos eventos democráticos, los partidarios del estatus quo, cuando no de la regresión social y política han sido derrotados. En los últimos dos años, las urnas han hablado con claridad, y nada ha sucedido en Chile, que haga pensar que esos millones de personas, han cambiado totalmente de parecer, como nos quieren convencer los medios. Las condiciones sociales y económicas no han cambiado, y con sólo tres meses del gobierno progresista, podemos decir que aún está todo por hacer. Será difícil, porque la tarea de cambiar el mundo, nunca ha sido fácil, pero se seguirá adelante. Y en esto, el presidente Boric ha sido enfático en señalar, que al gobierno le corresponde informar, difundir el proceso, y luego de su término, implementar las medidas necesarias para darle continuidad. Sea con un resultado de apruebo, caso en el cual deberá dar curso a los proyectos de ley necesarios, para implementar el nuevo estado social y democrático de derecho. Sea con un resultado de rechazo, caso en el cual seguirá vigente la actual constitución.
La perspectiva electoral de cara al 4 de septiembre, nos plantea dos miradas de Chile. No es un enfrentamiento entre dictadura y democracia, como fue en el mítico plebiscito de 1988. Hoy son dos visiones de la vida y la sociedad que se confrontan. Desafortunadamente, la derecha quedó atada al estatus quo, al pretender conservar la constitución del 80’. Y digo desafortunadamente, porque ya es segunda vez en menos de un año, que renuncia a cualquier atisbo de renovación, la derecha “liberal”, no existe. Lo demostraron al abrazar sin tapujos una candidatura ultra derechista, y ahora, al negarse a dejar atrás los últimos vestigios del pasado autoritario.
En el momento actual, y estando ya definidas las opciones y los sectores políticos que los sustenta, sólo queda apelar a que la campaña se realice con lealtad, con transparencia, diciendo la verdad. Sin descalificaciones. Y estas las ha habido de lado y lado. Por muy académico o académica que sea, quien profiere las descalificaciones, estas deben rechazarse por igual. Ni los del rechazo son fachos pobres, o fachos aspiracionales, ni los del apruebo les gusta todo gratis, o son ladrones. Yo apelo, a la mística de esas jornadas épicas, que tuvimos en el pasado, cuando llamábamos a votar sin odio, sin miedo, sin violencia. Ahora con mayor razón debe ser así. En frente no tenemos al dictador y a un intento de eternizarse en el poder con su reguero de sangre y brutalidades. Apruebo y rechazo son dos opciones válidas, estamos en democracia, y luchamos para que tomar estas decisiones, no signifiquen ni dolor ni muerte. No hay que ofender ni humillar, al que está por la opción contraria. En este período podemos tratar de convencer, de persuadir, de razonar, para conseguir más adhesiones a la opción que defendemos. Lo más importante ahora, es que la campaña se desarrolle en un clima de paz, de entendimiento. Que se termine la práctica de la mentira y la fake news, que algunos políticos usan de manera sistemática. Ir con la verdad por delante, siempre será lo mejor para Chile. Miremos el plebiscito del 4 de septiembre, como una forma de salir fortalecidos como país. Vamos a tomar la decisión más importante de las últimas décadas, y estoy convencido que todos lo haremos pensando en el bien de Chile.
Podemos pensar distinto, y expresarlo libremente, podemos ir a las urnas y votar por la opción que mejor nos representa. Eso lo ganamos luchando por la democracia y la libertad. Como en todas las grandes gestas de la historia, no fue una concesión graciosa. Hubo sacrificios y sufrimiento. Hoy debemos estar dichosos, de vivir este proceso de transformación social y política, pero no hay que dar nada por sentado, siempre permanecer atentos y alertas.
En lo personal, estoy por aprobar la propuesta de nueva constitución. Tengo la certeza de que algunas disposiciones deberán reformarse en lo sucesivo, pero eso forma parte de libre juego democrático. Y forma parte del devenir que deberá enfrentar la nueva institucionalidad. Me quedo con lo sustantivo, un estado social y democrático de derecho. Avanzar hacia la construcción de un estado de bienestar, que con seguridad nos demandará décadas de reformas, décadas de crecimiento del país, de aumentos de la tributación. Pero es el camino que nos hemos trazado, para alcanzar un desarrollo inclusivo y respetuoso de la naturaleza.
Ernesto Sepúlveda Tornero