Dado su clima y realidad geográfica, el verano es una oportunidad clave para que los
niños, niñas y adolescentes de Magallanes accedan a espacios recreativos que favorecen
su bienestar, desarrollo personal y socialización. A través del juego, el deporte, la cultura y
el contacto con la naturaleza, ellos fortalecen su autoestima, autonomía y habilidades
sociales, todos elementos fundamentales para su crecimiento integral.
Por esta razón, el Servicio de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia destina
sus recursos para asegurar que los niños, niñas y adolescentes al cuidado del Estado
puedan sacar el mayor provecho a la temporada estival. Para ellos, estas instancias no
sólo brindan esparcimiento, sino que también cumplen un rol terapéutico y educativo,
contribuyendo a su estabilidad emocional. Paseos al aire libre, talleres y actividades
deportivas les permiten explorar nuevos intereses, expresar sus emociones, vincularse
con su ciudad y territorio, además de crear recuerdos significativos, procesos que en
algunos casos han sido interrumpidos por sus experiencias de vida.
Dada la importancia de estas instancias, la institución no solo gestiona una oferta
recreativa a lo largo del año, sino que también involucra directamente a los niños, niñas y
adolescentes en la planificación de las actividades que desean realizar. Ivette Gallardo,
terapeuta ocupacional de la Residencia Familiar de Adolescencia Temprana, explica:
“Como equipo, nos aseguramos de que los niños sean parte de toda la experiencia. Les
avisamos con una semana de anticipación qué haremos y reforzamos la información con
afiches en la residencia. Así fomentamos su anticipación pero también su responsabilidad,
pues son ellos mismos quienes motivan a sus pares a participar en las actividades que
escogieron como grupo”. La profesional destaca que este verano, algunas de las
actividades favoritas fueron el karting, la piscina, las visitas a reservas naturales de la
Provincia de Magallanes y las cabalgatas.
Además, Gallardo subraya que estos espacios fortalecen la convivencia dentro de las
residencias: “Los niños y niñas no solo mejoran su vínculo entre ellos, sino también con el
equipo a su cuidado. Se dan cuenta de que no sólo los llevamos a las actividades, sino
que muchas veces participamos junto a ellos. También los motivamos, por ejemplo, a
superar el miedo de acercarse a un caballo que quieren acariciar, o bien, a vencer la
vergüenza de hacer algo lúdico frente al grupo. Todo niño tiene derecho al esparcimiento
y nuestro compromiso es que lo ejerzan plenamente”.