La semana que pasó, nos dejó noticias alarmantes en el ámbito político. Para sorpresa de muchos, caía en desgracia “ldp” (marca registrada), la autodenominada “Lista del pueblo”. El grupo que venía a desafiar a los partidos, que se atribuía independencia y limpieza absoluta de cualquier corruptela. Su intentona de instalarse en la carrera presidencial, fracasó con estrépito, cuando el SERVEL, rechazó la inscripción de su candidato, Daniel Ancalao, por no reunir las firmas necesarias Acto seguido el servicio denunció al candidato de Ldp, ante el ministerio público por haber presentado más de 23 mil firmas, ratificadas ante un notario fallecido.
Había precedido a este episodio, una serie de purgas internas del grupo independiente, y renuncias de convencionales elegidos en esa lista, alegando todos por el actuar despótico de los supuestos fundadores del grupo. Asimismo, luego de haber invitado al dirigente social Cristian Cuevas, a participar de su definición presidencial, terminaron desechando esa opción. Gozando de una cobertura mediática amplia, extrañamente continua en el tiempo, tanto su liderazgo de facto, como el ex candidato Ancalao, han dado las más descabelladas explicaciones, para la grosera intentona de fraude electoral. Que fueron infiltrados por los partidos, que ha sido una especie de complot para sacarlos de carrera. No haciéndose cargo en absoluto de la gravedad de los hechos, y mucho menos de la contradicción feroz, que implica incurrir en prácticas iguales o peores a las cometidas por los partidos políticos.
La fe pública, es un bien muy valioso para toda sociedad, y mas aún en un régimen democrático. O que sucedió con este incipiente movimiento que pretendía limpiar la política, por su gravedad, es equivalente al escándalo del financiamiento irregular de la política. Son eventos que afectan a la confianza de las personas en las instituciones democráticas, y debe actuarse con celeridad y prontitud en investigar y sancionar.
Esa celeridad, o esa eficiencia en el aparato persecutor penal, es lo que también esta semana, ha quedado en tela de juicio. En entrevista concedida al periodista Daniel Matamala de CNN Chile, el fiscal nacional del ministerio público Jorge Abott, reconoció haber sostenido reuniones privadas con un senador, imputado en una causa. Asimismo, reuniones con otros senadores, todas ellas en domicilios particulares. Se explica que con el senador en cuestión no se habría conversado sobre su caso. Y que las otras reuniones eran comunes, en los postulantes a fiscal nacional, condición que tenía Abbot al momento de reunirse con ellos. Candidatura que fue votada favorablemente por el senado, lo que le significó el nombramiento en el cargo. Coincidencia o no, una de las primeras medidas del flamante fiscal nacional, fue remover de sus cargos a los fiscales especiales Gajardo y Norambuena, a cargo de la investigación Penta-SQM. Lo que conllevaría a la larga, al sobreseimiento del abanico amplio de políticos, financiados de forma irregular, por las empresas. Cuando esto sucedió, no hubo mayor revuelo, debido a que el caso afectaba a todo el abanico político con presencia en el senado. Moros y cristianos que fueron financiados en mayor o menor medida, de forma irregular, pudieron continuar su vida política. Incluso algunos, aún se encuentran en el congreso. Las viejas y malas prácticas, como podemos ver, no son patrimonio de los partidos políticos. Ser independiente, no es garantía ni de transparencia, ni de corrección política, el caso de ldp marca registrada, es una prueba evidente de ello.
El hastío de las personas con la política, pasa por este tipo de situaciones, cuando quienes ejercen el poder, como los políticos investigados en Penta-SQM, actúan con total impunidad. Cuando las personas de todo el país, salieron a las calles en octubre de 2019, llenas de indignación en contra de los abusos, exigieron un cambio. No se paralizó el país, y se puso en jaque la institucionalidad vigente desde 1990, para que sean los mismos de siempre, los que sigan gobernando.
La recuperación de la fe pública, pasa por dar señales fuertes, para separar de la política a esos malos representantes, es lo que espera la sociedad democrática. Y es ni más ni menos, lo que merecen cientos de miles de personas, que, con abnegación y generosidad, son militantes honestos y honrados, de los partidos políticos a lo largo de Chile. Esas personas merecen ser reconocidas, la comunidad les debe mantener vivo, el espíritu democrático, y la lucha por el bien común.
Reivindicando a esos militantes ejemplares que lo dan todo, con lealtad a toda prueba, rindo respetuoso recuerdo a la compañera “Tata” Sgombich, que hoy se nos adelantó y partió a los brazos del padre.
Ernesto Sepúlveda Tornero