Se dice que la mayoría de las movilizaciones y acciones de rebeldía son fruto de un movimiento social organizado. Y aunque comparto el fondo de dicha afirmación en cuanto a que hay un movimiento que las genera, sigo creyendo que no se trata de la acción de movimientos sociales organizados, sino más bien es la reacción de ciertas capas de la población que expresan con fuerzas su descontento, el que se va diluyendo con el tiempo, precisamente por que no hay organización que les de soporte a sus demandas, las exponga y trabaje por concitar mas adhesiones. .Se supone que un movimiento social es «un grupo no formal de individuos u organizaciones que tiene como finalidad el cambio social. Durante el siglo XIX, el concepto de movimiento social estaba ligado a un tipo de cambio social particular y a un fin específico, así como a una identidad en concreto y a un grupo social en particular» y ciertamente – al calor de nuestro actuar y proceder – estamos bastante lejos de ser un movimiento social con todas sus letras. Seremos inflexibles en cuanto a insistir en la imperiosa necesidad de educación en la base social, para que en forma efectiva y definitiva, pueda ésta articularse en un movimiento que tome sus demandas y desarrolle propuestas e iniciativas que se mantengan firmes hasta su concreción.Habría que ser muy ciegos para negar algunos avances de coordinación, pero son menores y demasiado coyunturales como para ser una señal de que se está aprendiendo la lección. Continúa siendo muy potente la costumbre de querer imponer opiniones y criterios, copando convocatorias que buscan articular una respuesta más maciza contra el capital y poniendo nombres y apellidos que finalmente terminan ahuyentando a muchos que, de buena fe, quisieran ser parte de un ejercicio distinto.