Una triste noticia de día sábado, sorprendió mi rutina diaria. Un mensaje en el
teléfono daba cuenta del deceso de uno de los grandes personajes del mundo de lo
político, que la vida me ha permitido conocer.
A sus 93 años, en la ciudad de Viña del mar, y después de una serie de
complicaciones de salud que se venían arrastrando hace algunos meses, partía don
Mariano Ruiz Esquide… Mariano el amigo, Mariano el Quijote, Mariano el demócrata,
Mariano el Consecuente, Mariano el más digno.
Su funeral se realizó el pasado domingo, a las 15 horas después de una misa, en el
cementerio Parque del Mar en Concón, en la Región de Valparaíso, con la presencia
de su familia, sus amistades, algunas autoridades y representantes de su partido, la
Democracia Cristiana, colectividad en la cual militó toda su vida, y de la cual, dicho de
paso, ya no formo parte.
Pero ahí fue en donde le conocí y le admiré durante toda una vida, bajo la inspiración
del progresismo del mundo “chascón” DC, que vivió siempre en la ilusión de poder
interpretar una visión del humanismo cristiano, de indiscutible radicalidad de
compromiso, por los más necesitados, y que supuestamente no renunciaría jamás a
la concepción de un partido popular, nacional y de vanguardia, que se pudiera hacer
cargo de la inclusión, de la igualdad, la justicia social, y el imperativo cambio del
sistema previsional vigente, y la nacionalización de nuestros recursos naturales, el
litio, cobre y agua para Chile proclamábamos juntos. Además de la creación de una
nueva carta fundamental que fuera legitima en su origen.
Nos conocimos en tiempos profundos, buenos y malos, en los que nos reuníamos a
conversar sobre lo que pensábamos era lo mejor para Chile. Los progresistas
hablábamos de sustentabilidad medioambiental, de identidad de género, de
descentralización, expresada siempre en la entrega de más poder para las regiones, y
de mejores mecanismos de control y participación ciudadana en todos los niveles; y
de un sinfín de temas, planteando siempre la necesidad de instalar la ética en el
servicio público para el enfrentamiento de la corrupción sin dobleces, ni privilegios.
Esas eran parte de nuestras eternas conversaciones.
Queríamos con muchísima fuerza profundizar nuestra democracia y anhelábamos la
reconstrucción del tejido social, se trataba de potenciar el sindicalismo y la
organización social como herramienta clave para enfrentar la concentración de la
riqueza, el poder y la desigualdad en nuestro país. Eso fue lo que terminamos
finalmente declarando en el Encuentro Progresista Autoconvocado en el que
participó activamente nuestro querido Mariano, el 24 de marzo de 2018 en Curicó.
Aquella fue la última vez que lo pude ver, estuvimos varias horas juntos,
compartiendo anécdotas y buenos deseos para Magallanes. También fue la última
vez, en que lo escuche nuevamente contarnos a los presentes sobre su participación
en la famosa “Carta de los 13”.
En aquella oportunidad nos relató la forma en que se reunieron clandestinamente a
pocas horas del Golpe Militar para poder acordar, redactar y distribuir una
declaración pública que rechazó de plano la acción cívico militar golpista, y que
ha de ser hoy por hoy uno de los actos políticos más determinantes de la historia
partidaria democratacristiana.
“Condenamos categóricamente el derrocamiento del Presidente
Constitucional de Chile, señor Salvador Allende, de cuyo Gobierno, por decisión de la
voluntad popular y de nuestro partido, fuimos invariables opositores. Nos inclinamos
respetuosos ante el sacrificio que él hizo de su vida en defensa de la Autoridad
Constitucional” Así lo dijeron en ese preciso momento, en medio del caos, en el
punto uno de su histórica misiva.
Mariano firmó esa carta, y eso lo enorgullecía, como también a muchos de nosotros
como sus compañeros de ruta partidaria. Pero Don Mariano será parte de la historia
de este país, no solo por eso, sino que también debido a su consecuencia y su propia
acción de vida, como persona, como Dirigente Estudiantil, como Presidente del
Colegio Médico, como Regidor, como Diputado y como Senador de la República.
Así era Mariano. Un caballero, un verdadero galán, un muy buen amigo de sus
amigos, un hombre simpático, sabio y por sobretodo consecuente.
Gracias por tu contribución a la paz, a la defensa de los Derechos Humanos, a la
«dignidad» de la política y al desarrollo democrático de nuestro país Mariano
querido.
Fue un verdadero privilegio de la vida poder compartir siempre contigo. De hecho,
aún muchas de las cosas que hago y que pienso en la intimidad, llevan tu legado
místico y mágico.
Asia será por siempre mi buen amigo… descansa en Paz!