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LOS LACAYOS

Según el diccionario, delegado es una “persona a la que se le ha entregado un poder”.

Para el gobierno y sus comisarios regionales, parece que se trata de mantener el control central y no permitir que las regiones se liberen de la tutela del poder central. Es que en política, lograr y mantener el poder es la razón de ser de los políticos.

Eso explica que en Magallanes, en Valparaíso y en todas las regiones, los delegados, ex intendentes, hayan recibido con hostilidad a los gobernadores elegidos por la ciudadanía. La odiosidad ha sido tan grande y evidente, que tres diputados presentaron un proyecto de reforma constitucional que busca suprimir el órgano de Delegación Presidencial Regional, el cargo de delegado presidencial regional y delegado presidencial provincial.

Según explicó uno de los autores de la moción, la figura del delegado presidencial es “un resabio del centralismo que queremos dejar atrás, porque cuando el Gobierno propone este marco legal, lo escribe desde la cultura del centralismo abusivo, ofensivo, autoritario”.


El parlamentario espera que con este proyecto, el gobernador regional, “electo por los ciudadanos de las regiones, gobierne y no el contrapeso que no tiene ningún sentido y que es un lacayo del patrón que está en La Moneda”. Palabra fuerte la de lacayo, que da a entender que estos delegados, más que ciudadanos de sus regiones, son santiaguinos infiltrados.

Y es que en los pocos días que llevan los gobernadores regionales han debido enfrentar varios problemas como, por ejemplo, que hasta para pedir una reunión o citar a un director regional o a un seremi, tienen que pasar por el delegado regional presidencial.

Hay que decir que senadores y diputado no son tan inocentes en esta fobia con  la regionalización, ya que aprobaron la ley que creó los gobernadores, con limitadas atribuciones y la tramitaron años.


Habrá que confiar que este proyecto de eliminación de los delegados, los parlamentarios lo tramiten pronto y que tengan presente que la mayoría de ellos no son de Santiago.

¿O no?