Esta semana se cumplieron cinco años del estallido social, ese fenómeno social y político, que aún hoy día, produce discusiones acerca de su origen, sus fines, su contenido, etc. La fecha de 18 de octubre de 2019, se recuerda como su inicio por la masiva evasión en el metro de Santiago, protagonizada por estudiantes secundarios. Esta fue motivada por el alza de la tarifa del metro en 30 pesos. De ahí luego se acuñará la frase “No son 30 pesos, son 30 años”. Estando tan próximos a ese proceso, es muy improbable que se pueda construir el relato fidedigno, y circunstanciado, el relato histórico tendrá que esperar un tiempo más. Por lo mismo, sólo demos algunos retazos. En elecciones presidenciales de 2017 se había impuesto por segunda vez en las urnas el candidato conservador, el inversionista Sebastián Piñera, hoy fallecido. Terminaba su segundo mandato la presidenta Michelle Bachelet, la que debía entregar por segunda vez la banda de O´Higgins al
presidente Piñera. Pero ¿cómo se llegó a eso?, En 2017 la coalición gobernante denominada Nueva Mayoría, que reunía desde la DC al PC, se dividió en varias opciones presidenciales. Por negativa de sus dirigentes, cálculos de grupo, u otras razones que se desconocen, a diferencia de campañas anteriores, no hubo elecciones primarias para elegir la candidatura del sector.
EL oficialismo designó al periodista y senador Alejandro Guillier, para que fuera directo a la papeleta, sin concurso ni sorteo. De paso, la decisión de la cúpula socialista dejó sin opción de competir al presidente Ricardo Lagos, apoyado por un sector de la centro izquierda. En el ínterin la derecha realizó una primaria donde Sebastián Piñera se impuso con el 58,35% de los votos, a Manuel José Ossandon que obtuvo el 28,25% y a Felipe Kast que obtuvo el 15,40% de los votos. Por su parte grupos de izquierda provenientes de los movimientos estudiantiles, que se habían incorporado con éxito al congreso, realizaron una primaria, donde se impuso la periodista Beatriz Sánchez con un 67,58% de los votos, al sociólogo Alberto Mayol, que obtuvo el 32,42% de los votos. A la primera vuelta presidencial se presentaron ni más ni menos que ocho candidaturas. Dos de ellas del sector conservador, y las otras seis del progresismo. Cuando venos el nivel de dispersión del micro cosmos político actual, debemos mirar un poco para atrás. Quienes eran estas personalidades, llamadas a conducir a Chile, y a cuantos representaban. La primera vuelta la ganó por lejos la derecha, con Sebastián Piñera, con un 36,64% de los votos. De su mismo sector, José Kast, obtuvo en esa ocasión 7,93% de los votos. En el progresismo, quien se impuso de los seis en
carrera, fue Alejandro Guillier con 22,70% de los votos, seguido de cerca por Beatriz Sánchez con 20,27%. El resto de las candidaturas del progresismo, obtuvieron magros resultados. En orden decreciente, la candidata de la DC Carolina Goic con 5,88%; el candidato por enésima vez Marcos Enríquez, con 5,77%; luego el candidato Eduardo Artés con 0,51%, para finalizar con el eterno candidato Alejandro Navarro con sólo 0,36% de los votos.
El candidato del sector conservador en la segunda vuelta de las elecciones de 2017, Sebastián Piñera, obtuvo el 54,57% de los votos, imponiéndose al candidato del progresismo Alejandro Guillier, quien obtuvo 45,43% de los votos. El presidente Piñera asumió su segundo mandato con varias promesas de campaña, fin a la puerta giratoria de la delincuencia, que la economía del país vuelva a crecer, generar una migración ordenada y regular. Lo que al parecer nadie quiso ver, es que los problemas sociales del país eran más agudos y profundos, de lo que se creía. Y la sombra de movilizaciones sociales masivas, rondaba desde 2006, con el movimiento “pingüino” el 2011 con nuevas movilizaciones estudiantiles en todo el país. Pero también con eventos masivos ocurridos en regiones, en el Chile profundo, donde la desigualdad es más cruda producto del
centralismo. Paralizaciones totales en Magallanes en 2011, con el paro del gas, y en Arica Parinacota y la región de Aysén, en 2012. Fueron las advertencias que nadie quiso ver o recordar. El inicio del segundo mandato conservador, venía precedido de un discurso triunfalista y arrogante, que los nuevos gerentes del aparato público, replicaron con entusiasmo. De ahí salieron frases como la del ministro de Hacienda, que, ante un alza del IPC, destacaba que habían bajado las flores. O las del ministro de transportes que mandaba a la gente a levantarse más temprano, cuando usuarios del transporte público de Santiago denunciaban su colapso. Y como olvidar al ministro de salud, que destacaba lo bueno que era la fila del consultorio, para hacer vida social, cuando se reclamaba por las largas colas y los tiempos de espera. Tampoco hay que olvidar los
sucesivos casos de corrupción empresarial detectados y denunciados a la justicia, la colusión del papel Tissue, la colusión del pollo, la colusión de las farmacias, y el caso Penta, que termina en las famosas clases de ética. El propio presidente Piñera aportó lo suyo con el caso de la pesquera Ex almar, y luego la minera Dominga, casos sobre los que se tendió un velo de reserva.
A 5 años del estallido, los líderes políticos se siguen culpando recíprocamente, nadie asume su
responsabilidad en la génesis del conflicto. En la base de este fenómeno, que algunos pretenden reducir sólo a una dimensión delincuencial, olvidando que amplias masas de la sociedad clamaron por un cambio. Quizás la dimensión en que el país está más en deuda, es en torno a las masivas violaciones a los DDHH ocurridas durante las movilizaciones del año 2019. Los miles de heridos por perdigones lanzados a mansalva por la policía militarizada, las personas que sufren hoy ceguera o ceguera parcial, producto de las lesiones inferidas por agentes del estado., han sido invisibilizados. La política cambia tan rápido, que, en el transcurso de estos 5 años, tratando de encauzar el descontento social, se realizaron y fracasaron dos procesos constituyentes.
Hubo una nueva elección presidencial, y consiguió la victoria, un representante de los movimientos estudiantiles de 2009, con el apoyo de los sectores más críticos de los gobiernos de la concertación, y también con el apoyo de los partidos que protagonizaron los 20 años de gobiernos de centro izquierda. En estos cinco años, además enfrentamos como el resto del mundo, la pandemia Sars Covid 2, y tuvimos que despedir al único presidente que ha elegido el sector conservador, desde que reconquistamos la democracia.
Ningún sector político tiene clavada la rueda de la fortuna. Y hacen muy mal los líderes de gobierno y de oposición, actuando como si lo que vivimos hoy, durará por siempre. A la distancia de una calle concurrida, de una asamblea universitaria o en los abarrotados vagones del metro, anida una desesperanza, un descontento y una angustia, que ni los discursos bonitos, ni las buenas intenciones del actual ejecutivo podrán contener. La fragilidad de nuestras instituciones y de nuestra democracia, se prueba con cada nuevo episodio de corruptela, con cada nuevo caso de abuso de las isapres o de las AFP. Hace cinco años muchos dijeron que no lo vieron venir, luego todos nos lamentamos de la destrucción, el caos de nuestras calles y ciudades. Para quienes detentan el poder, es sólo un ejercicio intelectual, se inventan nuevas disquisiciones semánticas, para deslindar en otros, la responsabilidad que antes, imputábamos a quienes estaban al mando. Las nuevas camadas de parlamentarios (as), se suma con entusiasmo a las peleas impostadas, a las discusiones grandilocuentes, donde el resultado final siempre es cero. Derechas e izquierdas son igualmente responsables de la situación actual. Y si el diagnóstico generalizado es que a 5 años estamos igual o peor, deténganse esta vez a escuchar un poco, y aporten soluciones.
En vísperas de la elección que definirá las autoridades locales, en comunas y regiones por todo Chile, miremos con detención lo que las candidaturas nos están diciendo. Ojo con aquellos que sólo se dedican a destruir al adversario, sin proponer nada constructivo. Ojo con aquellos que ofrecen lo que no tienen. Elegir representantes es una oportunidad que no se puede desaprovechar, no sólo hay que fijarse en el envase, también hay que revisar el contenido. En estas elecciones nos equivocamos menos, porque conocemos más, estamos más cerca de alcaldes, concejales, gobernadores y consejeros regionales. Para reconstruir lo que aún no se reconstruye, lo que aún no se repara, lo que aún no se pinta, vota por los que hacen la pega y por los que inspiran a pensar en el mañana.
Ernesto Sepúlveda Tornero