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“LECCIONES DEL NORTE” por Ernesto Sepúlveda Tornero

Cuando este 2021, recién comienza, ya los eventos sucedidos dan para escribir un libro. Me refiero a los hechos ocurridos el miércoles 6 de enero en Washington DC, Estados Unidos. Seguramente muchos o casi todos pudieron ver, imágenes de TV inusuales en ese país. Una turba de seguidores de Donald Trump. Irrumpiendo por la fuerza en el Capitolio, la sede del poder legislativo, del país más poderoso del planeta.  Indagando un poco, pude saber que ese día miércoles, el presidente Trump, había convocado a sus partidarios, a un encuentro frente a la Casa Blanca. Evento denominado “Marcha para salvar Estados Unidos”. El encuentro se desarrolló en el parque elipse al sur de la Casa Blanca. Muchos después los medios reportarían, que fueron miles los que se movilizaron desde distintos estados. Por avión y por tren principalmente. Un evento de este tipo, en principio no tiene nada de particular, en políticos que desean despedirse de sus adherentes después de una derrota. Sin embargo, el día fue elegido por una razón particular. Ese mismo día miércoles 6 de enero, en esa misma ciudad, se realizaba un acto trascendental. En el Capitolio, el congreso de los Estados Unidos, votaba para validar los resultados de las elecciones. Una facción republicana, había presentado una moción para anular los resultados de las elecciones.

                            La moción en cuestión, insistía en loas mismas acusaciones sin fundamento, que habían sido rechazadas en cada estado donde fueron presentadas, y desechadas en la Corte Suprema.  En semanas anteriores, el propio Trump, según dan cuenta los medios. Contactó a encargados electorales, e incluso a gobernadores, para que le “Consigan 11 mil votos que le faltaban”.  Un total y completo despropósito. Según un testigo de los hechos, el cronista para New York Times y el Washington Post, Peter Baker, el presidente Trump, en el discurso a sus seguidores. Reiteró su victoria en las elecciones, e insistió en que había un fraude en curso. “Nunca nos rendiremos”, “Nunca cederemos. Eso no pasará. No se concede cuando se trata de un robo. Nuestro país ya ha tenido suficiente. No lo soportaremos más, y de eso se trata todo esto”.  Después de incitar a sus partidarios, estos marcharon en masa al Capítolio.

                               La violencia desplegada por la turba, es algo inédito en la historia de los Estados Unidos, remontándose al ataque y toma del Capitolio por los ingleses en 1814, un evento similar. La votación del congreso fue interrumpida a las 2,15 PM, seguridad debió evacuar al vicepresidente Mike Pence, que se encontraba en ese momento en el Senado. Los demás congresistas, se atrincheraron en sus oficinas. Mientras la turba quedaba momentáneamente en control de las salas de sesiones de ambas cámaras. Las escenas donde la turba trató de ingresar por la fuerza donde estaban los congresistas, terminaron con el disparo que debió efectuar la policía del Capitolio. 

                            Con lo que no contaba Trump, es que esta acción criminal y golpista, produjo un efecto contrario. Importantes liderazgos del partido republicano en el congreso, rechazaron enérgicamente el ataque sedicioso. Frases como “Es contrario a la democracia”, “Es una vergüenza”, “Esto no es lo que somos como país”. Sus propios asesores de la Casa Blanca, empezaron a renunciar, para no ser arrastrados en la locura en curso. Lo mas significativo fue que tanto el Vice presidente Mike Pence como el líder republicano Mitch McConnel, rechazaron el intento por anular la elección. De forma inusual, la alcaldesa de Washington, dispuso el toque de queda desde las 18,00 hasta las 6,00 del día jueves La votación se retomó, pese a la violencia, y a la gravedad de los hechos. Por decisión unánime de los congresistas. Y al cabo de una jornada histórica, de madrugada terminó la votación, que validó por amplia mayoría el resultado de las elecciones. Se ratifica el triunfo de Joseph R. Biden como presidente y Kamala Harris como vice presidenta de los Estados Unidos.

                            ¿Cómo puede explicarse que, en la democracia más antigua del mundo, suceda algo así? Según cita el portal de BBC News mundo, en entrevista al profesor de gobernabilidad, de la Universidad de Harvard Steven Levistky. “Este es un intento fallido de autogolpe. Si lo comparamos con movimientos similares en Latinoamérica, este fracasó porque ni contó con el apoyo de los militares”. Consultado sobre el origen de esta violencia, el profesor Levitsky, señala “Donald Trump y muchos líderes republicanos, han estado incitando, mintiendo a la base, diciendo los demócratas están arruinando el país”, “Al perder la elección ellos continúan mintiendo, desacreditando la legitimidad de la democracia”.

                            El autogolpe fallido, según este estudioso de Harvard, encuentra su origen en la propaganda, en el discurso incendiario, que machacó durante 5 años mentira, tras mentira, para demoler a sus adversarios. El uso de las redes sociales para difundir noticias falsas, para agredir u ofender a otros, fue llevado al extremo. Ejércitos de bots, páginas controladas desde el extranjero, y un grupo de partidarios, acérrimos. Medios de comunicación controlados por amigos o socios de negocios. Una fórmula aplicada del mismo modo, también en estas latitudes. 

                            La estrategia de Donald Trump fue un fracaso rotundo. No logró apabullar y anular con sus mentiras, y su discurso insultante a Joe Biden. Como sí lo logró hacer con Hillary Clinton en 2016. Esta vez, ni los millonarios recursos, ni las acusaciones falsas, ni el discurso de odio le sirvieron. Fue derrotado por amplia mayoría tanto en el número de electores, como en el voto popular. Además, Joe Biden, conquista la mayoría en el senado y la mantiene en la cámara de representantes, lo que no sucedía hace décadas.

                               ¿Qué lecciones podemos sacar, de todo esto? Lo que no deja como lección a los demócratas de todo el mundo, es que en la democracia no hay que dar nada por descontado. El discurso está constituido por palabras. Cuando el discurso político se construye en base, a sentencias, “La gente no quiere más políticos”, “La gente no quiere a los mismos de siempre”,  “La gente no quiere más viejos”, “La gente no quiere más extranjeros”. La gente no quiere más a estos o aquellos. ¿La pregunta es quien decide lo que la gente quiere? Es un community manager de una ONG, un partido político que invierte mucho en publicidad. ¿Será la figura con más like en Instagram? El youtuber con más suscriptores.?  El discurso excluyente y prejuicioso se funda en simples juicios de valor, en prejuicios, incluso en fobias.

                            De seguro a cierto buenismo progre, no le gustará aparecer junto a los partidarios de Donald Trump. No se ve bonito. Pero así no más se ven, cuando construyen si discurso en base a descalificaciones, en prejuicios, o cuando no verifican informaciones a todas luces falsas. Para la salud de nuestra democracia, hay que partir por allí.  Cuidar el lenguaje, tratarnos con respeto, y debatir con argumentos. Y ya sabremos después, quien es del gusto de “la gente”, cuando se cuenten los votos. Y respetar el resultado. Esa es la esencia de todo en democracia.

Ernesto Sepúlveda Tornero