Los graves hechos de violencia desatados en la zona de La Araucanía, por las reivindicaciones del pueblo mapuche, no hacen más que recordarnos que es una gran herida abierta que no ha sido solucionada por ninguno de los gobiernos que han pasado y menos por el presente.
Traiguén, Curacautin, Ercilla, Lonquimay, Victoria y Collipulli, están hoy en el ojo del huracán por las tomas que hubo en los municipios y por los graves enfrentamientos con el pueblo mapuche.
El gobierno ha ignorado la demanda que presos mapuches iniciaron con huelga de hambre en diversos recintos penitenciarios porque buscan que se les aplique el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo.
Es decir: el derecho de los pueblos indígenas a mantener y fortalecer sus culturas, formas de vida e instituciones propias, y su derecho a participar de manera efectiva en las decisiones que les afectan.
Ni más ni menos. Claro está que hay un cúmulo de situaciones que han agudizado aún más el conflicto y que los políticos no han podido encarar. Ni los del pasado, ni los del presente.
Vale recordar que los últimos hechos de violencia son la consecuencia de una demanda que se materializó el pasado lunes 27 de julio cuando seis municipalidades de la región de La Araucanía -Curacautín, Lonquimay, Victoria, Traiguén, Galvarino y Collipulli- amanecieron tomadas por organizaciones mapuche, exigiendo una respuesta del gobierno respecto a la demanda de los 27 presos en huelga de hambre que cumplían 85 días en ayuno en las cárceles de Angol, Temuco y Lebu, y que solicitan la aplicación del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes.
Los huelguistas apelan al artículo 10 del tratado que indica que, “cuando se impongan sanciones penales previstas por la legislación general a miembros de dichos pueblos deberán tenerse en cuenta sus características económicas, sociales y culturales”. A su vez, agrega que “deberá darse la preferencia a tipos de sanción distintos del encarcelamiento”. En este caso, es que una de las peticiones y los ocho condenados, piden cumplir la condena en sus respectivas comunidades.
Las tomas se mantuvieron con la venia policial que vigilaba a distancia, pero todo desencadenó en los hechos de violencia con la intervención de grupos civiles-antimapuches, según consigna la prensa en la zona, que resolvieron desalojar a los que permanecían en el interior, sin que intercedieran los efectivos policiales.
Estos hechos lamentablemente se desencadenaron tras su primera visita a la zona como ministro del Interior, Víctor Pérez, quien asumió en el último ajuste ministerial realizado hace una semana.
Para algunos sectores su visita no hizo más que alentar enfrentamientos y odiosidades. Su objetivo fue reunirse con el Comité Policial y coordinar acciones a seguir en la región y en la provincia de Arauco.
Si bien el nuevo ministro aseguró que trabajará por el diálogo, su visita no fue bien vista por diversos sectores y el dolor más grande es que muchas de las personas desalojadas fueron golpeadas por esos grupos antimapuches sin que fueran defendidas por las fuerzas policiales, aseguran las versiones periodísticas.
Todo esto solo nos llama a reflexionar que hoy más que nunca se necesita un trabajo dedicado y con la mirada de atender las verdaderas demandas de los mapuches.
La violencia y el enfrentamiento no conducirá a nada. Solo aumentar el odio. La justicia debiera investigar a estos grupos que actuaron sobrepasando la presencia de las policías. Si esto es validado estamos ante un mal precedente que puede repetirse.
En el pasado se burlaron los derechos de otras etnias que sucumbieron ante las ambiciones de una sociedad que no supo aquilatar la importancia de los pueblos originarios.
Ahora más que nunca se requiere de autoridades que estén a la altura de enfrentar este problema y escuchar al pueblo mapuche. Lamentablemente temo que aún no llegan las personas capaces de escuchar, mostrar voluntad y resolver estas y otras demandas que socavan esta democracia que sigue en deuda para muchos.