Esta semana conmemoramos en Chile, un nuevo 11 de septiembre. Fecha que conecta con el sentir más profundo de los luchadores sociales, de los militantes del progreso social, de los demócratas, y en especial de quienes participamos de la izquierda. Este año en particular, no ha dejado a nadie indiferente. Estamos inmersos en un proceso constituyente, al cual se llegó luego de movilizaciones sociales multitudinarias en el país. En una especie de giro de la historia, esto ocurre, 48 años después del golpe cívico militar, que derrocó por las armas, al gobierno democrático de Salvador Allende. La fractura dramática, sangrienta y brutal de la dictadura, tal vez, con este proceso constituyente empiece a cerrar. No podemos afirmarlo con certeza, más que nada, son nuestros anhelos que afloran. Nuestros deseos de encontrar por fin esa justicia social, esa libertad que llegue hasta los más humildes de los humildes. Nos reencontramos con el corazón apretado, con la promesa de dignidad del gobierno de la Unidad Popular. 48 años después, cobra todo su sentido: “Dueños de nuestro propio destino”, la enseña que distingue al gobierno del Presidente Salvador Allende.
Pese a los intentos de silenciar, de ocultar la historia, ésta, tarde o temprano se va abriendo paso, primero por las rendijas, tras bambalinas, dicho en sordina. Hasta llegar al gran escenario. Es lo que ha sucedido esta semana con la gesta del Presidente Allende y su gobierno. Después de haber sufrido la censura en todos los canales de TV, incluido el canal público, se transmitió el galardonado film “La batalla de Chile”, de Patricio Guzmán. Finalmente, 50 años después se pudo ver a través del canal de TV abierto, la RED, las tres películas que comprenden la obra. Causó un gran impacto, fue trending topic mundial en la red social twitter. Y por rating superó los 8 puntos, dejando atrás a todos los canales de TV abierta. Las redes sociales se llenaron de comentarios, de sorpresa, de indignación, de rabia. Las imágenes de época, que corresponden al género documental, constituyen una mirada a como vestían, como hablaban, como pensaban y soñaban, nuestros compatriotas en el año 1970, y hasta 1973. Una muestra palpable, del nivel de conciencia social y política, de los obreros, de los campesinos y pobladores por todo Chile. Las esperanzas y anhelos volcados en el gobierno de la Unidad Popular, se demuestran en la masividad de las concentraciones y marchas, en apoyo al presidente Allende y su gobierno. Y también en el histórico resultado de las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, donde la Unidad Popular obtuvo un 43,4%, impidiendo al Partido Nacional y a la DC, contar con los votos para destituir al presidente.
Queda en evidencia, lo que hoy está absolutamente comprobado, la injerencia del gobierno de Estados Unidos, a través de su departamento de estado, y de la CIA, en las acciones terroristas contra el gobierno de Salvador Allende. Bombas que volaron puentes, gasoductos, oleoductos, vías férreas, a través de grupos fascistas organizados y financiados por la CIA. Recursos para el boicot del transporte, y para financiar a los partidos opositores.
Por primera vez, se muestra al gran público de Chile, las acciones sediciosas de los mandos de las FFAA, que traicionaron su juramento de acatar la constitución y obedecer al poder civil. El inaceptable bloqueo legislativo, la seguidilla de acusaciones a ministros del gabinete e intendentes, todas las mañas de la vieja política, fueron exhibidas en televisión. Y nada impedirá el juicio ciudadano.
Para romper el bloqueo político a su gobierno, y para evitar que se concretara una guerra civil en Chile, el presidente Allende, transmite al jefe de la oposición DC en el congreso, Patricio Aylwin, que convocará a un plebiscito, para que el pueblo decida sobre la marcha del gobierno y del país. Los golpistas, que ya habían fracasado en junio de 1973, en el intento de golpe de estado, denominado “Tacnazo”. Adelantan sus planes, asesinan al comandante Araya, edecán naval del presidente, y su nexo con la oficialidad de la Armada. En el ínterin, la DC presenta un conjunto de condiciones, para destrabar la relación con el gobierno, que son consideradas inaceptables. Una de ellas, exigía la incorporación al gabinete de ciertos oficiales de las FFAA, que decidiría la DC. La suerte del gobierno quedó de esa forma sellada, y el golpe de estado era inevitable.
Múltiples reflexiones motivan, el ver el documental “La batalla de Chile”, en TV abierta, junto a cientos de miles de personas por todo Chile. Quiero mencionar un par de ellas. El presidente Allende dijo “No se detienen los procesos sociales, ni por la cobardía, ni por la traición, ni por el crimen”. Tenía razón el presidente, en un sentido de tiempo histórico. Estamos ad portas de una nueva elección donde competirá la izquierda, contra la derecha, y una candidatura de la DC. En un sentido histórico, la fractura que sufrimos en los 17 años de dictadura, fueron una suspensión, no la detención de los procesos sociales. Y el movimiento popular de octubre de 2019, la eclosión de procesos que han venido madurando durante 30 larguísimos años. En una vuelta de tuerca de la historia, una candidatura de izquierda tiene grandes posibilidades de triunfar en la presidencial. Con una juventud no exenta de contradicciones, el pueblo de Chile, optará por ese proyecto. No se aprecia indicio alguno de que el electorado se identifique ni con las candidaturas de derecha, ni con la candidatura de la DC. Al parecer, las reacciones a un simple documental histórico, son una pequeña muestra, una leve y fugaz mirada, a una posición política progresista que se ha ido consolidando. Una población distante, del discurso estructurado, y profundamente ideológico del año 70’, pero con una concepción clara, de rechazo del abuso, de la injusticia, y un apego radical a la libertad en los términos más amplios.
Lo que narra el documental “La batalla de Chile”, es una gesta inconclusa, es una senda que queda por caminar, y es una invitación que nos hacen, esos hombres y mujeres, a través del tiempo, a través de los años, a través de las penurias y pellejerías. Para que hoy, como herederos de ese proceso, seamos también “Dueños de nuestro propio destino”.
Ernesto Sepúlveda Tornero