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LA ORQUESTA DEL TITANIC

Se acuerdan de esa escena de la famosa película, que muestra el Titanic hundiéndose
aceleradamente, el caos y desesperación de los pasajeros que querían salvar sus vidas. Y mientras
tanto, los músicos de la orquesta, a una señal de su director, desisten de la huida, y empiezan a tocar
sus instrumentos. El barco se hunde, pero la música sigue sonando. Esa imagen, me hace pensar que
como sociedad vivimos, como esos músicos. Vemos que el final se acerca, pero optamos por seguir
tocando, seguir haciendo lo mismo de siempre, como si nada pasara. Hago esta reflexión, a propósito
de los impactantes informes del panel de expertos de la ONU, sobre el cambio climático, que comenté
la semana pasada. Pero también, a propósito del Día Internacional de concientización sobre la pérdida
y desperdicio de alimentos, que cada 29 de septiembre, desde hace cuatro años, la Organización de
Naciones Unidas, recuerda, para invitar a los gobiernos y las empresas, a tomar acción sobre este
flagelo. ¿De qué se trata todo esto?, para decirlo en simple, estamos inmersos en una fiesta
desenfrenada de consumo. En todo el mundo, producimos, transportamos y vendemos alimentos, que,
en un alto porcentaje, se desecha, se bota, y termina en la basura. La organización de Naciones Unidas
para la alimentación y la agricultura, más conocida por su sigla FAO, emitió un informe este año 2023,
(FAO, 2023) donde advierte que unos 783 millones de personas de todo el mundo padecieron hambre
en 2022. También sostiene que más de 3 100 millones de personas no tuvieron una dieta saludable en

  1. Lo que resulta más paradójico, es que el propio informe señala, que según estimaciones el 13 %
    de los alimentos del mundo se pierde en la cadena de suministro desde la etapa posterior a la cosecha
    hasta el nivel minorista de la cadena de suministro. Otro 17 % se desperdicia en los hogares, los
    servicios de comidas y la venta minorista.
    Adicionalmente, los estudios señalan, que los sistemas agroalimentarios, por todo el planeta,
    degradan los terrenos aptos para uso agrícola, hace un uso excesivo de agua dulce apta para el
    consumo humano, y contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero, por la gran cantidad
    de alimentos que se desechan. Este aspecto es fundamental si queremos tener una esperanza de
    futuro como sociedad, y se encuentra dentro de la Agenda 2030 de la Organización de Naciones
    Unidas, para el desarrollo sostenible. Dentro de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), se pide a
    los países reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita en la venta al por menor y a nivel de
    los consumidores, y que se reduzca la pérdida de alimentos en las cadenas de producción y suministro.
    Según la FAO, los sistemas agroalimentarios, generan una tercera parte de las emisiones de gases de
    efecto invernadero, uno de los principales es el gas metano, producido por la descomposición de
    desechos de alimentos en basurales y vertederos al aire libre. El funcionamiento de los sistemas
    agroalimentarios, son un factor relevante en la pérdida de la biodiversidad del planeta, de la cual
    depende, en definitiva, el suelo, el agua, y hasta el aire que respiramos. La fiesta del consumo sin
    límite, es la principal amenaza a la conservación de la vida en el planeta. La FAO advierte que si la
    población mundial, sigue creciendo sin pausa, y llegara a los 9.600 millones en 2050, se necesitaría el
    equivalente a tres planetas Tierra, para obtener los recursos naturales necesarios para mantener
    nuestro estilo de vida actual. Durante el período comprendido entre 2010 y 2016, la pérdida y el
    desperdicio de alimentos a escala mundial generaron entre el 8 % y el 10 % de las emisiones antrópicas
    totales de gases de efecto invernadero. Según estimaciones de la FAO de 2022, el porcentaje de la

pérdida de alimentos a nivel mundial en el 13,3 %. Dentro de estos, las frutas y hortalizas representan
un 32 % de las pérdidas de alimentos, seguidas de la carne y los productos de origen animal, con un
12,4 % de las pérdidas de alimentos (FAO, 2022).
¿Qué hemos hecho en Chile, para enfrentar este flagelo? En 2015, se inició la tramitación de un
proyecto de ley en el senado, con origen en moción parlamentaria, el proyecto busca disminuir y
prevenir la pérdida de alimentos aptos para el consumo humano en cualquier punto de la cadena
productiva. También aquellos que no se pueden comercializar, sea por cambio de apariencia del
etiquetado, abolladuras del envase o su pronta fecha de vencimiento (6 días antes de la indicada en el
producto). (SENADO, 2023) El boletín que informa el proyecto de ley, da cuenta de una investigación
efectuada por el Centro de Estudios de Opinión Ciudadana de la Universidad de Talca en 2011. En
dicho estudio se sostiene que un 94,9% de los entrevistados, reconoce que botar comida acumulada en
el refrigerador es una práctica normal. Sólo el 5,1% señala que es algo que nunca ocurre. Para un tercio
de los encuestados es una práctica tan frecuente como por lo menos una vez a la semana y si bien, un
60,0% señala sentirse culpable por haber desperdiciado comida, un 23,0% considera que esta práctica
es parte de lo cotidiano y está acostumbrado a hacerlo. Un 24,4% bota verduras y un 12,9% pan. La
razón más aludida para el desperdicio de los alimentos es que se olvidaron de que la comida estaba ahí
(57,6%). Lamentablemente el proyecto que pretende regular y reducir la pérdida de alimentos, se
encuentra desde 2020, en segundo trámite en la Cámara de Diputados, y no ha tenido progresos, la
actual administración hizo presente la urgencia simple del proyecto en junio de 2022, no existiendo
mayores avances en la comisión de Salud de la Cámara.
Esperemos alcanzar a tomar las acciones que recomienda la FAO, para evitar la pérdida de
alimentos, y de paso contribuir al logro de los objetivos de desarrollo sostenible, de la agenda ONU del

  1. Queda poco tiempo, la orquesta sigue tocando.
    Ernesto Sepúlveda Tornero