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JÓVENES DE MAGALLANES TRABAJAN UNA AGRICULTURA ORGÁNICA INSPIRADA EN SUS ABUELAS

¿Qué comemos y de dónde salen nuestros alimentos? es una de las preguntas que inquieta en medio de una dura pandemia que tiene en jaque a todo el planeta. Y son los propios jóvenes quienes alertan y dan respuesta con la recuperación de procesos naturales de producción, sin químicos y con abonos naturales, para devolver la perdida tranquilidad.

Este nuevo perfil comienza a cobrar fuerza en el campo magallánico. En la mayoría son jóvenes profesionales o estudiantes que buscan una vida diferente y vuelven al campo.  Creen en explotaciones pequeñas y sostenibles en base a cultivos ecológicos y buscan el contacto directo y la comercialización por Internet, sin intermediarios.

Veían a sus abuelas trabajar la tierra y comían los productos que daba. Así crecieron y hoy asumen el desafío con más tecnología, recursos, pero con la misma energía y esfuerzo de sus antepasados.

“Queremos rescatar las tradiciones de producción y volver a los abonos orgánicos”, dice Loreto Hernández Clerc, 27 años. Esta en cuarto año de la carrera de Agronomía en la Universidad de Magallanes y hace casi un lustro asumió la producción orgánica de lechugas, cilantro, acelga y ciboulette.  Todo lo vende por internet y tiene ya una clientela fiel que espera sus cosechas.

En su parcela ubicada en el sector de Pampa Redonda el acordeón no para, lo aprendió de chica. Tampoco el estudio y el trabajo diario en el campo. “Me falta día, pero al final es muy bonito ver que gracias a tus manos el alimento está naciendo”, dice. 

Para ella, INDAP cumple un papel fundamental en la capacitación y adquisición de infraestructura.  “Me apoyaron con un invernadero, algo que como estudiante no hubiera podría costear totalmente. Es importante contar con esa mano para avanzar. Hoy, creo lo más difícil es tener tierras para trabajar. Ese acceso es muy complicado para la mayoría de los jóvenes y quizás ahí habría que poner énfasis para entusiasmar a muchos que quieren, pero no pueden”, asegura.

Inspirada en la abuela

Al otro extremo de la ciudad, hacia el sur, en el kilómetro 28, en el sector de Agua Fresca, Paulina Ruiz Rodríguez, 30 años (recién cumplidos), dedica su vida a las hortalizas. Su inspiración, es su abuela Adela Alvarado que llegó desde Chiloé.    

“Nos crecimos en el campo, la abuela toda su vida lo trabajó. Sembró papas, lechugas, sabíamos de dónde venía el alimento y qué es lo que estábamos comiendo. Eso es lo más importante hoy, dar seguridad que no usamos pesticida”, explica Paulina.

La joven trabaja junto a su hermano. Él, más dedicado a los animales. “Los papeles están cambiados”, bromea, porque ella es la veterinaria, y en casi tres hectáreas, se esfuerza por producir hortalizas orgánicas.

“De INDAP, hemos recibido hartas capacitaciones, de cultivo, siembras. Estamos creciendo, nos han ayudado a hacer invernaderos, cortavientos, siembras. Yo creo que la gente se está reencontrando con la naturaleza y por la alimentación orgánica se puede llegar.  Hay que volver a mirar hacia lo rural y respetar la naturaleza”, expresa.

Para Petar Bradasic, director regional de INDAP, los jóvenes representan hoy el “nuevo campesinado”. Muchos son profesionales o estudiantes que vuelven al campo y creen en explotaciones pequeñas y sostenibles cuya base en una agricultura más orgánica y ecológica. Nosotros los apoyamos con capacitación y mejor infraestructura”, precisó.

Finalmente explicó que el convenio que presentó INDAP al Gobierno Regional de Magallanes busca dar mayor cabida a los jóvenes, entendiendo que ellos son el relevo natural y necesario para dar vida a la agricultura en Magallanes.  Esta iniciativa suma 1.200 millones de pesos en recursos de apoyo directo (construcción de pozos, invernaderos de Metalcom, cerco cortaviento, maquinaria, capacitaciones, etc.) a las familias campesinas y se espera que en el mes de marzo o abril el Consejo Regional los apruebe.