Según informes del INE, la población chilena superó en 2020, los 19 millones de personas. En el mismo período, hemos visto un paulatino aumento de la tasa de desempleo, que llegó a 11,2% en el trimestre marzo, abril y mayo de 2020. Con una disminución de más de un millón de personas en la fuerza de trabajo. En palabras simples, hasta el 2019 la fuerza de trabajo superaba los 9 millones de personas, y hoy escasamente llega a los 8 millones. No sólo ha aumentado el desempleo, también han disminuido, el número de personas buscando trabajo. Esto se explica por el cierre temporal, o derechamente, la quiebra de empresas; también por las medidas de control sanitario, que impiden el funcionamiento normal de otras. Como, por ejemplo, el sector gastronómico, el sector hotelero, y los servicios turísticos. El empleo informal, aquél que no tiene seguridad social, ni estabilidad, ya tiene a un millón setecientas mil personas, entre sus filas.
La situación económica del país, primero impactada el año pasado, por el estallido social del 18 de octubre. Y ahora vuelta a impactar, por la pandemia, tiene al país con los indicadores de crecimiento económico, más malos desde la crisis de 2008, desde la crisis de 1982, y ya algunos se remontan a la crisis de los años 30’.
Es un escenario económico adverso. El estado de Chile, bajo la actual administración se ha visto forzado, a implementar sobre la marcha, políticas económicas que buscan, devolverle dinamismo a la economía. Se pretende, fortalecer la demanda agregada. Todos los países del mundo se han visto obligado, a abandonar transitoriamente, el monetarismo, y los dogmas del “Consenso de Washington”, implementando políticas, inspiradas en el Neokeynesianismo.
La conducción económica en períodos de crisis, requiere de la construcción de amplios acuerdos, para conseguir respaldo. El rescate de un país de una situación de calamidad, como la que se encuentra Chile, necesita del apoyo no sólo de fuerzas políticas diversas, sino también de una diversidad de actores del mundo productivo. Es el momento de la Gran Política, no de las pequeñeces, ni las peleas de café.
Entraremos en un vertiginoso proceso electoral, a partir de octubre de este año, cuando se decida en plebiscito sobre al cambio de nuestra constitución. Continuará el próximo con elecciones de gobernadores regionales, consejeros regionales, alcaldes y concejales, parlamentarios y presidente de la República. Esta circunstancia, que pareciera venir en los momentos más álgidos de la pandemia, es en realidad la oportunidad de replantear nuestro futuro. La sociedad chilena, se encuentra exhausta, las familias están agotadas, estresadas, por el temor de la enfermedad y la pérdida del empleo. El pueblo de Chile, aún espera que sus autoridades políticas, de lado y lado, puedan estar a la altura del desafío.
No se puede aguardar a una elección para resolver los problemas. Es hoy cuando el hambre apremia. Sí, esa palabra, que algunos nunca han escuchado en sus vidas, y otros no quieren volver a escuchar. Se requiere de un alto sentido patriótico y de altruismo, de entrega por el bien común. EL gobierno deberá replantearse una vez más, el alcance y la profundidad de las medidas diseñadas por Hacienda. Y la oposición deberá elaborar propuestas creativas, originales, pero responsables fiscalmente, para resolver la angustia, y devolver una mínima tranquilidad a las familias.
En una columna anterior, invitaba a “Pensar fuera de la caja”, aludiendo a buscar soluciones nuevas, originales, innovadoras. No creo que sea momento de ideologismos. No se va a sustituir el capitalismo por otro sistema, en estos meses, ni tampoco se va a consolidar el modelo que expolió y destruyó, la protección social chilena. Es momento de revisar todas las propuestas, e ir más allá del enésimo crédito bancario, a la clase media. Invertir en las familias hoy, aunque signifique efectuar transferencias directas a las personas, será la base sobre la cual podremos recuperar nuestra prosperidad futura.
A palabras fuertes como hambre, cesantía, enfermedad, ofrezcamos palabras poderosas como: solidaridad, protección, y trabajo digno.
Ernesto Sepúlveda Tornero