El economista Sebastián Edwards, escritor, y consultor chileno, residente en Estados Unidos, escribió recientemente una columna donde advierte el riesgo del populismo. Se refiere a los notables avances de Chile, en los últimos 40 años, citando estadísticas e indicadores económicos, que han sido ampliamente difundidos en estos años. Dichos avances son innegables, y la parte principal de ellos, se da dentro de los veinte años de gobiernos de centro izquierda. Advierte Edwards, de la peligrosa tendencia a minimizar, o a invisibilizar estos logros, y el riesgo consiguiente, de hacer tabla rasa con todo lo construido hasta ahora.
Si bien, comparto con Edwards la opinión, de que existe un sector político empeñado en demoler, la obra de los gobiernos de centro izquierda, que iniciaron la reconstrucción democrática. Pienso que, en el país, existe una inmensa mayoría de personas, que conocen y valoran, dichos avances. Podremos ahora, discutir acerca de la suficiencia, o acerca de la profundidad de los logros de esos años, pero sería un ejercicio estéril, mirar lo que no fue, en lugar de mirar lo que fue, y lo que podemos hacer hoy para mejorarlo.
Durante los sucesivos gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia (para los mas jóvenes, así se llamaba la “Concertación”, o “La Concerta”), no obstante, la magnitud de los avances, y los logros en la reconstrucción democrática, siempre existió una tensión interior. Mal que mal fueron 17 partidos o movimientos que se unieron, primero para vencer en el plebiscito, y luego para ganar las elecciones presidenciales. Hubo muchísima discusión y elaboración de contenidos, coloquialmente se conoció de los “Autocomplacientes”, y los “Auto flagelantes”, graficando a quienes pensaban que la línea política del gobierno era la correcta, y de aquellos que pensaban que se debía avanzar y profundizar más.
Muchas de las discusiones que se dan hoy, y que seguramente se seguirán dando, en la Convención constituyente, las conocimos ya en los años 90´. Cómo sabrán Ustedes, desde siempre, el problema de nuestro subdesarrollo, no se arregla dictando más leyes, y reglamentos, no es tan fácil. Como tampoco, llegaremos a ser escandinavos, con solo teñirnos el cabello.
Para conocer algunos elementos, sobre este esencial problema económico, recurrimos al economista, consultor, y ex ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre. En su libro “Desigualdad”, editorial Pinguin Random House, año 2020, hace un análisis pormenorizado de distintas economías, y como enfrentaron las distintas etapas de su desarrollo. En el problema de la pobreza, se trató de enfrentar a fines de la segunda guerra mundial, considerando que era producto de la falta de capital de los países. Se crearon organismos internacionales, que brindaron créditos a los países. Pero los resultados fueron disimiles, en Europa occidental produjo una importante recuperación. Pero en países en vías de desarrollo fracasaron. La teoría lo explica por la ley de rendimientos decrecientes, “Un aumento en maquinarias y equipos, sin un aumento concomitante en la fuerza de trabajo, tendrá un efecto cada vez mas limitado sobre la producción” (EYZAGUIRRE, 2020)
Pero también se enfrentan otros dos problemas. El financiamiento externo puede terminar solventando consumo y no inversión. Y, nada garantiza que, si los recursos externos se invierten, sea en actividades rentables y a largo plazo. La respuesta teórica que se da a estos problemas es (Sollow, Teoría neoclásica del crecimiento), el crecimiento depende de la acumulación de factores productivos, capital y trabajo. De acuerdo a esta, en un determinado nivel, el crecimiento igualará al crecimiento de la población, estabilizándose el ingreso por habitante. Sin embargo, se observa que el producto por persona continúa creciendo, incluso en las economías avanzadas, esto la teoría (Solow), lo atribuye al progreso técnico o mejoras tecnológicas (mejor maquinaria, eficiencia productiva, mano de obra entrenada). En los países desarrollados, se verifica una tasa de inversión moderada, y el progreso deriva básicamente del progreso técnico. En otras palabras, lo que produce el aumento del ingreso per cápita en estos países, es la innovación. Eyzaguirre, observa, que en 2004 el autor Helpman, estableció que “Sólo la mitad del crecimiento de la productividad se explica por la acumulación de capital físico, humano y gasto en Investigación y desarrollo. La otra mitad, viene dado por las instituciones, esto es, derechos de propiedad. Sistema político y calidad de la política económica, en el largo plazo” (EYZAGUIRRE, 2020)
Las instituciones a que Eyzaguirre se refiere, no sólo tienen esa importancia, desde el punto de vista económico, porque permiten y potencian el crecimiento económico, sino también, porque constituyen una garantía para un desarrollo pleno. En la medida que dichas instituciones son fruto de una deliberación democrática, se rigen por reglas claras que permiten un acceso equitativo a los bienes públicos, y garantizan la adecuada retribución para los creadores, los desarrolladores de ideas, los innovadores. Contar con instituciones como esas, es la garantía no sólo para los dueños del capital, sino también para los trabajadores, y para los que crean conocimiento y tecnología.
Eyzaguirre, concluye destacando la madurez de las instituciones que nos hemos dado en Chile, sin dejar de mencionar en detalle, los momentos más álgidos y dolorosos de nuestra historia. Lo que hemos construido hasta ahora, y lo que podemos continuar construyendo, sobre la base de lo que ya hicimos.
Una tarea esencial para los candidatos a la convención constituyente, es conocer de nuestra historia económica, sobre las bases de nuestro camino al desarrollo, y sobre los escenarios que se proyectan.
Ernesto Sepúlveda Tornero