María Cristina Cárdenas, 41, estaba sumergida en papeles, calculando costos, y proyectando flujos en un importante hotel en la turística ciudad de Puerto Natales; hoy, disfruta el aire y la tenue brisa que baja del Cerro Dorotea y a paso lento muestra orgullosa sus logros: lechugas frescas, papas cultivadas al aire libre, dos paneles fotovoltaicos para dar fuerza a un motor que capta agua de un arroyo, y una decena de gallinas felices que parecen reconocerla cuando se acerca, mientras a lo lejos se escuchan las risas de su hijo, Gaspar, 7 años, que cabalga despreocupado en el organizado predio, con no más de media hectárea, pero en el que se aprovecha cada espacio para la producción de alguna hortaliza o, bien, se adivina ya un futuro invernadero en los sitios desocupados.
Asegura que “el clic” lo hizo durante la pandemia, en el teletrabajo.
“Estar desde la casa, apoyando a mi hijo en clases, me dio la posibilidad de darle otra perspectiva a la vida. Y si bien, cuando construimos acá, ya tenía algunos productos para el autoabastecimiento, estar más tiempo me dio la oportunidad de sembrar más cosas. Y estoy feliz, orgullosa. Uno no necesita tanto, solo las ganas”, precisa Cárdenas.
El año 2012, junto a su esposo, Fernando Poblete -reconocido domador de caballos en la zona- comenzaron a construir su casa propia. Un año tardaron y la primera infraestructura productiva que tuvieron fue un “gallinero que no era más grande que una casa de perros”, ironiza Cárdenas.
Tempranamente, la tierra de la parcela enclavada a 12 kilómetros de Puerto Natales, en la ruta que une esa localidad con Cerro Castillo, dio muestras de inusual productividad.
Y ahí vino el otro “clic”, ingresar al Programa de Desarrollo Local, PRODESAL de Puerto Natales, de INDAP: “El apoyo ha sido total, ahí se nota cuando una empieza a crecer y ya no solo es para autoabastecerse, sino que también se logra comercializar, con un agradecimiento total de las personas. Siento que uno está entregando un servicio de muy buena calidad”, asegura la usuaria de INDAP.
María Cristina Cárdenas hizo su práctica de Ingeniería Comercial en Torres del Paine. Ahí conoció la experiencia de un invernadero calefaccionado y lo aplicó apenas se decidió por la agricultura y su nuevo estilo de vida.
“A veces tenemos temperatura bajo los 10 grados, incluso durante la temporada (agrícola) y eso te mata cualquier cosecha, así que yo cuido las plantas, las trato bien y me dan sus frutos”, explica, mientras coloca unos leños en la caldera de fierro, instalada en medio de un invernadero de 120 metros cuadrados.
Gracias al apoyo de INDAP, cuenta con dos estanques de 1.200 litro cada uno y un sistema de bomba que funciona en base a paneles solares, modelo 270-PP, con potencial total de 540 Watt.
“El agua es lo más importante y hoy tenemos un apoyo que ha sido fundamental”, asegura.
Y es que tiene claro que si se hacen las cosas bien se pueden conseguir productos de muy buena calidad, y a la larga conseguir un buen pasar.
«En esta zona, este mundo agrícola de repente se pone bien complicado, pero hay que enfrentar las dificultades y echarle para adelante; avanzar con la frente en alto y no eludir los problemas», reflexiona Cárdenas.
Llegar a Natales fue parte de un sueño prometido a su padre, que la llevaba de vacaciones a Puerto Natales, por el antiguo camino de ripio que unía la localidad turística con Punta Arenas. La costanera la enamoró desde el primer día.
- ¿Y la ingeniería comercial, hay intenciones de retomar…?
Es pasado, ahora estoy orgullosa de lo que hemos logrado, orgullosa de vivir del fruto que da el campo.