Un par de lectores apresurados, concluyeron erróneamente, de mi columna anterior, que anticipaba el advenimiento del estado de bienestar a Chile. Como si yo estuviera replicando a esos cientos de miles de “Boric lovers”, que poco menos, lo ven levitar sobre los auditores. Una lectura incompleta, podría conducir a un error como ese, el cual excuso. Por lo anterior, es menester, que, en esta, me refiera a las expectativas generadas por el triunfo del joven político de Magallanes.
Para no redundar en lo que todos sabemos, diremos que, frente al pésimo gobierno de la derecha, y a la insípida performance electoral de la centro izquierda, el surgimiento de una alternativa nueva, en forma y fondo, deslumbró y encantó a los electores. Boric, supo interpretar el anhelo de cambio, el hastío, la indignación, pero también la esperanza. De ahí que existe un caudal de reivindicaciones históricas, que se empiezan a presentar al presidente electo por todo Chile. Un cúmulo de peticiones, de demandas, de la más variada índole, y que es por todos sabido, resulta imposible de cumplir en el lapso de la vida natural. Eso resulta evidente. Por eso, hay que distinguir con claridad los objetivos políticos, que el presidente ha comprometido, en su programa de gobierno, de aquellos otros objetivos de largo plazo, que deberán alcanzarse al cabo de varios períodos de gobierno.
Significa lo anterior, ¿Que el presidente electo, no escucha a quienes claman por él?, nada más lejano a la realidad. Nuevamente hay que distinguir, la cercanía natural que genera el presidente Boric, con la gente. De un modo muy similar, al magnetismo de la presidenta Bachelet, las personas se acercan a Gabriel Boric, como si fuera un rock star. Suerte para nosotros, que el mismo, se ha apresurado a pedir que no se inicie un culto a su figura. Chile no requiere liderazgos mesiánicos, requiere un liderazgo, serio y responsable. Eso hasta ahora, el presidente electo lo ha demostrado.
El fenómeno de masas que se produce en torno a su figura, será con seguridad tema de estudio para cientistas políticos, para sociólogos o psicólogos. Hay que reconocer eso sí, que es emocionante, aunque impacta un poco, ver a las madres llevarles a sus niños y niñas, ancianas llevando el producto creado por sus manos. Un amigo bromeaba, de que la próxima semana, se esperaba verlo correr a chicotazos a los mercaderes del templo.
Que los desafíos del nuevo gobierno sean titánicos, no implica que no pueda cumplirlos. Me parece de cierto cinismo moral, el anticipar los males, y penurias que tendrá que sobrellevar la nueva administración. Como si el destino, y el camino, hubiese sido distinto si la elección la hubiese ganado la derecha o la centro izquierda. Amigos y amigas, la elección ya pasó. Hubo un resultado claro y macizo, y ahora toca, ponerse todos a trabajar por Chile. Ni mirar desde el palco, ni atornillar al revés, en el congreso si no son llamados al gabinete. Piensen, que incluso el sector que más reticencias tenía con nuevo gobierno, el gran empresariado, hoy ve con una mirada distinta lo que se viene. Esto, porque el progreso social no se puede lograr, ni por decreto, ni por un acuerdo de cúpulas económicas. Se requiere un amplio consenso social y político, que trasciende las fronteras de las tradicionales izquierdas y derechas.
Dicho sea de paso, las categorías del siglo XX, que resistieron entre nosotros, mucho más allá del fin de la guerra fría, empiezan a disiparse. Se diluyen los grandes referentes históricos de izquierdas y derechas, y surgen una multiplicidad de fuerzas, que no se pueden encasillar en los viejos moldes. El Chile que gobernará el presidente Boric, es más complejo que el que gobernó el 2006 la presidenta Michelle Bachelet. Con un viejo compañero, discutiré si la “contradicción fundamental”, ha cambiado o es la misma. Pero más allá, de disquisiciones ideológicas, que hoy parecen traídas de otro tiempo, lo esencial es aprender de lo ya vivido, sacar lecciones del pasado. En eso, Boric, ha mostrado meridiana claridad, y se ha expresado con humildad y respeto. “Soy consciente de que estoy parado sobre hombros de gigantes”. Ósea, no sólo es consciente de que llegamos a este estadio de desarrollo, por el devenir de muchos años de luchas sociales, sino también de los avances logrados en los sucesivos gobiernos del período democrático. No es una frase baladí. No es un comentario lanzado al azar para contentar a unos o a otros. Es una verdadera declaración de principios. Una declaración de reconocimiento y valoración de nuestra democracia, y del avance institucional que hemos tenido desde el año 1990 en adelante. No es una frase inocua. Todos sabemos, que, en las filas de su coalición, no coinciden con eso. Esta constatación, es lo que le da mayor valor al planteamiento del presidente electo, está ejerciendo su liderazgo, mirando más allá de una coalición determinada.
Es lo que se requiere. En el congreso la correlación de fuerzas, impide llevar adelante una agenda legislativa, sin el apoyo de otras tendencias políticas. El liderazgo del presidente electo, será fundamental, ya ha demostrado su vocación de dialogo, y deberá generar una propuesta lo suficientemente amplia, y atractiva, para aunar voluntades, y sumar apoyos parlamentarios.
Plantearle al país una propuesta de mediano a largo plazo, como lo es, por ejemplo, la de construir un estado de bienestar en Chile, es una oportunidad de conseguir un objetivo país, que logre aunar voluntades. Seguir pensando dentro de las estrechas fronteras de los partidos y las alianzas tradicionales, es la receta para el inmovilismo. El camino del desarrollo social y económico de Chile, exige una actitud de generosidad, una actitud patriótica, de los actores sociales y políticos. Nadie puede restarse.
Vivimos tiempos desafiantes, tiempos de esperanzas y expectativas galopantes. Que no nos gane el pesimismo antes de comenzar. En Chile existe el talento, las capacidades, y la fuerza.
Ernesto Sepúlveda Tornero