La escena ocurre así cada año: En verano, con menos agua, comienza el racionamiento energético y los pobladores ya acostumbrados -como ha pasado en toda su historia-, vuelven a iluminar Tortel con velas y generadores particulares. Este pequeño poblado se encuentra ubicado a 454 kilómetros de su capital regional Coyhaique y a 1.216 kilómetros de distancia de Punta Arenas.
Y es que en pleno siglo XXI, encender y apagar la luz a libre antojo es un lujo impensado y un anhelo que cargan por décadas los casi 600 habitantes del pequeño poblado que crece a orillas del río Baker, en la región de Aysén.
La historia no es distinta a otras comunidades más al sur, como Puerto Edén o Puerto Toro, en la región de Magallanes.
“Pobreza energética” es el concepto que mejor describe esta realidad latente y que según datos de Naciones Unidas afecta a más de 700 millones de personas que dependen exclusivamente del combustible diésel para generar electricidad.
“Tortel es lindo, hermoso, hay una naturaleza y un hábitat increíble, pero para crecer, y desarrollarnos hay que resolver las necesidades básicas. No se puede pensar en hacer turismo sustentable sin primero resolver nuestras necesidades como comunidad. La carencia a veces se normaliza y está la sensación permanente en la comunidad que seguimos en abandono”, explica Ignacio Pardo, asistente social de la comuna de Tortel.
Experiencia exitosa
En tanto, en el extremo norte del planeta, en Alaska, una pequeña localidad está cambiando la historia y mostrando al mundo las ventajas de la energía hidrocinética, con tecnología amigable al medio ambiente. Ellos mismos son propietarios y administran su propia energía, gracias a un convenio realizado con la empresa de energía sustentable ORPC que tiene casa matriz en Portland, Maine, EE.UU. y réplica en la región Magallanes, Chile.
La aldea de Igiugig se graduó con honores al utilizar con éxito el dispositivo RivGen, un sistema de turbinas inédito que convierte en electricidad la energía de la corriente fluvial. Se trata de una generación limpia, predecible y renovable, producida localmente.
Pruebas en terreno demostraron que el equipo no genera interacciones negativas con las poblaciones locales de salmón que migran y son un recurso económico y cultural indispensable para la localidad.
Dejaron la dependencia del combustible diésel y hoy la comunidad Iguigig, tiene luz las 24 horas y los 365 días del año, utilizando la fuerza del río Kvichak, sin afectar la fauna ni la ancestral relación que mantienen con el lecho fluvial.
“Muchas personas nos han tildado de ser una comunidad progresiva, pero nosotros funcionamos desde valores nativos. Definitivamente existe aquí una propiedad: somos dueños de nuestra comunidad y de la energía”, dijo AlexAnna Salmon, presidenta de la comunidad Iguigig, al momento de inaugurar la instalación del RivGiven, el año 2019.
“Siempre nos hemos reunido a planear nuestro futuro e invariablemente la pregunta ha sido: ¿qué tipo de lugar debe ser Iguigig para que nuestros niños quieran permanecer aquí?”, reflexionó.