Un territorio en condiciones muy secas, frías y con extensiones de agua en su mayoría convertidas
en hielo. Así fue el llamado “Último Máximo Glacial” registrado hace aproximadamente 20.000
años, y considerado la época de máxima extensión de capas de hielo en el planeta. Un excelente
ejemplo, que según señala desde Valdivia el doctor en Ciencias con mención en Ecología y Biología
Evolutiva, Claudio González-Wevar, permite estudiar los patrones genéticos y el impacto de los
eventos polares en el molusco antártico conocido como Laevilacunaria antarctica.
“Como consecuencia del Último Máximo Glacial, las especies se aislaron en refugios, originando la
denominada fragmentación poblacional, junto con y una formación de muchos complejos de
especies crípticas”, advierte González-Wevar. A consecuencia de este escenario extremo, una
parte de la biodiversidad antártica sobrevivió a estas glaciaciones, aunque los organismos marinos
bentónicos, es decir, aquellos que viven en el suelo marino, habrían sido los más afectados por el
avance y retroceso del hielo.
Así, señala un reciente estudio publicado en la prestigiosa revista Frontiers in Ecology and
Evolution, que analizó los patrones de diversidad y estructura genética del pequeño caracol
antártico Laevilacunaria antarctica a lo largo de su distribución en las islas Shetland del Sur,
Península Antártica e islas Georgias del Sur. Los resultados sugieren que la población del pequeño
caracol antártico ubicado en Georgias del Sur, muestran diferencias genéticas muy marcadas con
el resto de las poblaciones de islas Shetland del Sur y Península Antártica: “Esto quiere decir que
las poblaciones de este molusco —que no supera los 20 milímetros— han evolucionado de
manera independiente durante al menos un millón de años”, señala González-Wevar, académico
de la Facultad de Ciencias de la Universidad Austral de Chile (UACh) e investigador del Centro
IDEAL y el Instituto BASE.
El científico destaca las características de Laevilacunaria antarctica como un caracol marino
antártico asombroso: “Es increíble de muchas maneras, pero la principal es que habría tenido la
capacidad de sobrevivir los momentos más fríos de los ciclos glaciales del Cuaternario y
posteriormente re-colonizar gran parte de Península Antártica y de las Islas Shetlands del Sur”.
Al estudiar detalladamente el crecimiento de la Laevilacunaria antarctica, el investigador explica
que esta especie se caracteriza por no tener estadios larvales de vida libre, es decir, que las
hembras depositan masas de huevos desde las cuales emergen juveniles, que posteriormente se
convierten en caracoles adultos, por ello, tienen lo que se denomina un “bajo potencial de
dispersión”. ¿Cómo logran extender su presencia a otras regiones polares? Aparentemente a
través de las algas marinas, postula la investigación.
“La capacidad de re-colonización de esta especie, en una amplia zona del continente Antártico,
estaría probablemente asociada a la estrecha relación que mantiene con macroalgas”, dice
González-Wevar. “De esta forma, el llamado rafting sobre las macroalgas —que forman parte del
fondo marino antártico— sería un mecanismo trascendental en la biología de la especie y que
permitiría explicar la alta homogeneidad genética detectada en Península Antártica y las Islas
Shetlands del Sur un área que abarca miles de kilómetros cuadrados”.
Para tomar muestras de la especie en el desafiante territorio antártico, con temperaturas bajo
cero y en ocasiones vientos huracanados, el Dr. Claudio González-Wevar, se tuvo que trasladar a
bordes costeros del continente helado, el llamado intermareal: “Así, accedemos a zonas libres de
hielo, realizamos una búsqueda visual que requiere mucho tiempo y cautela, para finalmente
encontrar los caracoles, recolectar algunos especímenes, y después volver a Chile y realizar su
análisis en laboratorio”, advierte el investigador.
Usualmente es posible identificar al caracol marino antártico Laevilacunaria antarctica en rocas o
algas del intermareal antártico. Su color marrón permite realizar un camuflaje casi perfecto, pese a
sus antenas y caparazón negros que irradian destellos azulinos, que en cada movimiento imitan
elegantes vestiduras de terciopelo, detalla el equipo científico. Debido a su minúsculo tamaño, su
colecta posee una gran complejidad, y solo a través de pinzas y tubos de muestreo es posible
realizar su traslado hacia los laboratorios en la región de Los Ríos.
El equipo de investigación compuesto por científicos y científicas de Chile, Francia y Nueva
Zelanda, enfatiza que la marcada divergencia entre las poblaciones de la especie Laevilacunaria
antarctica en la península Antártica y Georgias del Sur es evidencia de que dichas poblaciones han
evolucionado de manera independiente durante al menos un millón de años. Más aún, es posible
que las poblaciones de península Antártica/islas Shetlands del Sur y las poblaciones de Georgias se
traten de especies distintas. Esta hipótesis será puesta a prueba en futuros estudios incluyendo
análisis morfológicos y radulares. Además, la especie habría visto muy afectados sus tamaños
poblacionales por el avance y retroceso de los hielos durante las glaciaciones.