No escribiré sobre los resultados del plebiscito constitucional, solo diré que marqué en contra, no por una certeza de que dicho voto será mejor para el país, sino simplemente por rechazar aquello que los patrones y la casta privilegiada consideraban positivo. Instinto de clase podríamos llamarle, pues aquello que es bueno para los dueños y administradores del poder, es malo para la mayoría de nosotros.
El voto en contra fue antes que todo, el rechazo a un acuerdo político alcanzado por los partidos que tienen representación parlamentaria, o sea derechas e izquierdas, quienes a espaldas de la ciudadanía acordaron sistemas y mecanismos para instalar una constitución en la que la población no fue siquiera actor de reparto.
La principal conclusión a la que se debe llegar si se leen todas las señales, es que en alguna parte los dueños del poder y los que pululan a su alrededor, son capaces de acordar cuestiones sin tener en cuenta el sentir de quienes en definitiva sufren los embates de un sistema que, hace ya mucho tiempo, se mostró como enemigo de los cambios profundos y de los avances hacía la dignificación.
No vengan entonces con ningún discursito, que no lo necesitamos y nosotros, los no tomados en consideración ojala nos demos cuenta de una buena vez, que para sacar a todos estos requerimos de una unidad y organización, que hasta ahora hemos sido incapaces de darnos.
2.- La Constitución es el esquema jurídico que los dueños del poder instalan para mantener sojuzgada a la población. La sola lectura de la misma deja claro el derrotero que seguirá.
La salud y la educación, dos cuestiones que son fundamentales seguirán en manos privadas y hasta el más lego tiene claro lo que aquello significa.
Para nosotros como trabajadores lo que hay y lo que pueda venir, es y será un tapabocas a nuestras aspiraciones históricas. Seguiremos sin negociación ramal, huelga solo para la negociacion y otras carencias.
Todo se mantendrá como hasta ahora. Con o sin nueva Constitución seguirá siendo casi imposible alcanzar el quórum para organizarse y negociar colectivamente para la mitad de la fuerza de trabajo activa.
Los patrones seguirán sin tener obligación de entregar balances y estados de resultado y otra larga serie de garantías.
Larga es la lista de inequidades que permite la actual constitución y que se profundizará con cualquiera que se apruebe a futuro, si no hay una verdadera Asamblea Constituyente que considere las demandas de la población y una población que no ceda al chantaje derechista, para avanzar en justicia y dignificación.
Los malos están donde deben estar. Ya va siendo hora de que los buenos se desprendan de todas las ataduras y entiendan que solo avanzan a una mejor vida si se deciden a luchar con todo por un cambio real de sociedad.