Dentro de las imágenes, que, en nuestro subconsciente, evocan paz y serenidad, una de las mas recurrentes es la de una verde pradera, sin fin. Quienes somos creyentes, recordamos el bello texto bíblico, el Salmo 22 “El Señor es mi pastor, nada me faltará. El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce, para reparar mis fuerzas.”
En este tiempo, en que somos golpeados una y otra vez por la partida de seres queridos, o de amigos cercanos, conocidos o compañeros de trabajo, por la tragedia Covid, es seguro que mas de alguno ha sido despedido, con esas palabras. Una voz de esperanza, un bálsamo de paz para los que lloran la pérdida.
En este tiempo, también vemos nuevamente recrudecer en Chile los hechos de violencia. Cuando mas necesitamos tranquilidad, para poder recuperar a los enfermos, o para completar la vacunación que salvará vidas. Se vuelven a dar hechos que claman al cielo, por su violencia desmedida. Me refiero al caso del joven muerto a tiros, en Panguipulli. Ya el país se atrincheró, en los dos bandos irreconciliables, en que estamos divididos hace años. Unos, que rechazamos, que, por un simple control de identidad, se termine matando a balazos y en plena calle, a un joven inofensivo. Y otros, que se cuadran con la posición del gobierno de respaldar, a rajatablas el actuar policial.
En la misma semana, el gremio de los camioneros, clamaba con justa indignación, por los continuos ataques que han sufrido los trabajadores del transporte. Camiones incendiados, escopetazos a las cabinas, pérdidas materiales, y riesgo de vidas. Se dio un ultimátum al gobierno, para que ponga orden y se acabe con las organizaciones criminales, que ponen en riesgo la convivencia y la vida en sociedad.
Los cuestionamientos que expertos, y organismos internacionales han realizado a la organización, y forma de operar de Carabineros de Chile, se han reiterado ya varios años. Incluso antes del estallido social de octubre de 2019. El saldo de más de dos mil personas mutiladas de por vida, por heridas de perdigones disparadas al rostro, son una llaga, que no ha sanado. La autoridad política ha respaldado el actuar policial, contra toda evidencia.
La violencia sufrida por agricultores, trabajadores forestales, y del transporte, familias campesinas de la Araucanía y el Bío Bio, no se detiene. La actuación policial ha sido ineficaz, no se ha logrado desarticular a los grupos organizados, que actúan con impunidad en la zona.
La sociedad chilena, no resiste otro estallido social. Hicimos como país un enorme esfuerzo, para encauzar las demandas sociales, por canalizar el descontento, y que las grandes mayorías puedan expresarse. La elección de constituyente será expresión de eso. Pero es un proceso frágil. Requiere de un ambiente de paz, de entendimiento, donde todos los sectores, por disímiles que sean, puedan expresarse. Volver al clima de enfrentamiento, a la confrontación violenta, nos apartará de esa senda constructiva por la que íbamos transitando.
El país no soporta más excesos, el gobierno carece de apoyo incluso en su propio sector. Debe forzosamente recurrir al apoyo de las fuerzas opositoras. Debe reconocer, lo que todos le están diciendo. La crisis institucional de Carabineros de Chile, requiere una intervención mayor. No basta con seguir procesando penalmente, a quienes incurren en excesos, o en actuar criminal. Se trata de asumir que se debe proceder a la reformulación total de esa institución. Es la única forma que pueda asumir cabalmente, las exigencias del presente. Profesionalizar, dividir la fuerza en varias áreas especializadas, un mayor control y supervisión de la autoridad civil. Sólida formación en derechos humanos. Son algunas de las recomendaciones que expertos han entregado. Es impostergable que el gobierno asuma y de inicio al proceso, que deberá concluir, el gobierno que elijamos a fines de año. No queremos ni un joven más muerto o mutilado, por el actuar policial. Tampoco queremos más camiones incendiados, ni trabajadores del transporte asaltados.
En el tiempo actual, debemos sentir como siente, cada persona que ha perdido un ser querido, que tiene angustia por alguno que está enfermo. Debemos sentir como la familia del joven fallecido en Panguipulli. Como las familias de los transportistas asaltados en Bío Bío y la Araucanía. Como aquellos que vieron quemarse los bienes de toda una vida. Debemos sentir el dolor de los que sufren, para poder redimirnos como sociedad. Sólo así, podremos transitar como país, hacia las verdes praderas, donde podremos reposar, reponer nuestras fuerzas, y renacer fortalecidos.
Ernesto Sepúlveda Tornero