Durante la larga noche de la dictadura, tuvimos un año, declarado por la oposición como el año decisivo, fue el año 1987. La movilización social iba en aumento, y al menos, entre los partidos de izquierda, se pensaba que la caída del dictador era inminente. En ese año además de las protestas en todo el país, fue el atentado fallido contra el tirano Pinochet. También fue el tiempo, en que se descubrió en Carrizal bajo -costa norte del país-, gran parte del arsenal, que equiparía al Frente, para la lucha armada. Ambos eventos fracasaron, lo que dio pie a los sectores más moderados de la oposición, para que fortalecieran su llamado a una transición pacífica a la democracia. Hubo presiones del departamento de estado norteamericano, y el tirano debió acceder a un plebiscito, el que se efectuó en 1988, con el resultado por todos conocido. En diciembre de 2019, escribí una columna similar a esta, donde señalaba al 2019, como nuestro nuevo año decisivo, el que se inició con el estallido social, y concluiría con el plebiscito para una nueva constitución. En retrospectiva, podríamos decir, que lo ocurrido el 21 de diciembre de 2021, ha abierto la puerta, al verdadero año decisivo. Treinta y cuatro años después del triunfo que permitió el fin de la dictadura cívico-militar, se pondrá termino, este año 2022, a la constitución de Pinochet. Al mismo tiempo, de que asume el primer gobierno inspirado, dirigido y protagonizado por un sector político, que no gobernó durante la transición a la democracia. Es la eclosión de fuerzas políticas nuevas, provenientes de la izquierda, de movimientos sociales, del feminismo, del activismo medioambiental. Una opción política que apoyada por la participación masiva de nuevos electores, jóvenes, y mujeres, y con un discurso inclusivo y convocante, terminó por jubilar anticipadamente a media docena de candidatos o precandidatos presidenciales de la centro-izquierda. De pronto, el discurso de la estabilidad, de la gradualidad, de hacer las transformaciones sin descuidar la paz social, ya no lo hacía la ex concertación, sino un joven político, cuyo currículum data de las movilizaciones estudiantiles de hace 10 años atrás.
Este 2022, cierra el ciclo histórico de gobiernos de las fuerzas políticas tradicionales, tanto de la centro-izquierda como de la derecha. No sólo llegarán a La Moneda, partidos políticos poco conocidos, y de reciente creación, sino también un destacamento de hombres y mujeres de menos de 30 años. De alguna manera es la reivindicación de la generación de los 80’, la generación de jóvenes que lucharon contra la dictadura y que la derrotaron en las urnas. Esos jóvenes, fueron desplazados por una cohorte de viejos políticos, que permanecieron durante los 20 años de la concertación. Este remezón grado 8, escala política, producirá la necesaria renovación de liderazgos en los partidos políticos tradicionales. La mera administración de una cuota de parlamentarios, resulta ahora, no sólo absurda, sino una verdadera burla para sus partidarios. Los magros resultados del PPD, DC, PR, y PS, es un llamado de alerta para la otrora imbatible, centro-izquierda. Las personas que votaban por este sector. Migraron con las fuerzas políticas nuevas. Las mismas ideas, o unas muy parecidas, interpretadas por actores más lozanos, parece ser una mezcla, si no perfecta, al menos, del gusto popular.
Los gestos públicos del presidente electo, hacia las figuras de la ex concertación y Nueva Mayoría, no han terminado allí. Sino que se ha instalado ya, la idea de fortalecer el gabinete ministerial, con militantes o simpatizantes de los partidos tradicionales. Las señales tranquilizadoras, que “el mercado”, espera, son fundamentalmente en las autoridades económicas. Se espera que sea allí donde se instale algún economista o experto de la izquierda moderada, hombre o mujer. Aun cuando, resta más de un mes, para que asuma en propiedad, el presidente electo Gabriel Boric, ha desplegado un discurso conciliador, llamando a un dialogo amplio, para enfrentar los desafíos del nuevo gobierno. Es lo que los actores sociales y políticos, estaban esperando, dejar de lado el discurso confrontacional, que ciertos sectores minoritarios, esgrimieron durante la campaña. Y pasar al tono de un estadista, que está mirando por el bien del país completo. En una señal inaudita, para algunos de sus seguidores, el presidente electo, anunció diálogos incluso con la derecha. Esto demuestra una actitud realista, imprescindible, si se quiere llevar adelante un programa de gobierno, que requiere del apoyo parlamentario.
En medio de todo esto, la centro-izquierda, que se sumó masivamente a la campaña de segunda vuelta, debe decidir si acepta que sus militantes participen del nuevo gobierno, o se mantienen al margen, esperando un momento más favorable. Da la impresión, que deben completarse previamente los procesos internos, donde se evaluará la línea política, y probablemente se discutirá acerca de la identidad misma de los partidos tradicionales. No parece muy recomendable, que el flagelo de la pérdida de apoyo electoral, sea mitigado con el placebo de los cargos públicos en la nueva administración. El riesgo de que las ideas de transformación social y política que encarna la centro- izquierda, sean expresadas, e interpretadas por otros actores, anticipa la obvia consecuencia de experimentar nuevos resultados adversos. Ingresar al nuevo gobierno, sin reflexión alguna, sin travesía en el desierto, ni nada que se le parezca, es la receta más efectiva, para que las ideas progresistas, y de la izquierda moderada, se diluyan.
Mientras los partidos políticos, resuelven ese intríngulis. La población común y silvestre, los ciudadanos de a pie, los vecinos, de poblaciones y villas de todo el país, miran con esperanza al joven presidente electo. De una manera muy especial, la personalidad de Gabriel Boric, ha hecho innecesario grandes despliegues de seguridad, en sus desplazamientos públicos. El presidente electo camina por las calles, como cualquier chileno, se detiene a estrechar la mano, a dar un abrazo. Se detiene a escuchar, los consejos, las peticiones. Es lo que nuestro país necesita. Este aire fresco de Magallanes, que ya recorre Chile, es un verdadero bálsamo para los dolores, un alivio para la angustia del corazón. Y no es que debamos caer en el culto al líder, que nefastos ejemplos nos muestra la historia. Es simple y llanamente, darse la oportunidad de volver a creer. Porque podemos pensar distinto, vivir de un modo distinto, y, aun así, nos preocupan las mismas cosas. El bienestar de nuestros hijos e hijas, el vivir en paz. Y vaya, que estas semanas, han servido para calmar los ánimos. Eso lo ha hecho, sin aspavientos, sin frases altisonantes, el presidente electo Gabriel Boric.
Todos necesitamos que le vaya bien al futuro gobierno, apoyémoslo desde nuestro trabajo, nuestro lugar de estudios, desde la Junta de vecinos o club deportivo. Tengamos fe en Chile y su destino.
Ernesto Sepúlveda Tornero