El “problema actual”, así suele aludir mi hijo de 10 años, a la álgida situación que nos tocó vivir. El eufemismo, hace más evidente, la magnitud del impacto en nuestras vidas cotidianas. Niños con responsabilidades académicas, en plataformas online, adultos asistiendo a sus trabajos en forma telemática. El espacio doméstico, compartido con la oficina, la universidad y el colegio. Los quehaceres cotidianos de la casa, alternados con reuniones de trabajo, o seminarios. Hasta los cumpleaños, celebrados por zoom u otra plataforma. Nos falta un tiempo para retomar el contacto con lo natural, con el espacio abierto. Al menos en la Patagonia, abrimos la cortina y podemos disfrutar de la belleza natural, sin tener que ir muy lejos. Y la pequeña nieve que ha caído nos deleita los ojos y el alma con su belleza.
En medio de todo esto, las necesidades sociales y económicas apremian. Se multiplican los esfuerzos por todas partes, para ayudar, para apoyar a los que mas sufren. Ollas comunes, o “comedores solidarios”, como se les llama ahora, sostienen con un alimento caliente, a cientos de familias. La solidaridad, y el compromiso con los que más necesitan, debe ser la experiencia más bonita que podremos compartir con nuestros hijos. Esa enseñanza de vida, que los hará mas conscientes, más respetuosos y más humildes, nos devuelve la esperanza en el Chile que construiremos, cuando termine la pandemia.
Las necesidades son muchas, son urgentes. Realmente, no da para extenderse más en discusiones, acerca del monto de los recursos, y de donde se van a extraer para cubrir el mayor gasto fiscal. Como he dicho anteriormente, junto al sentir de miles de compatriotas, el gobierno no puede eludir su responsabilidad histórica. Debe dejarse atrás las trabas ideológicas, que impiden tomar hoy las decisiones que apremian. Estoy convencido de que el retiro del 10% de los fondos de pensiones, no le dará alivio a todos los que necesitan. Tampoco mejorará la situación previsional, que es una calamidad. Pero la obligación de un gobierno es actuar con realismo, Ni todas las explicaciones del ministro de hacienda, ni todas las cartas del gran empresariado, ni las cartas de las AFP a sus afiliados, cambian la realidad indesmentible, de que el proyecto en cuestión será aprobado. Hay que actuar en consecuencia. En vez de seguir tratando de convencer, a quienes ya no lo escuchan, el gobierno, debiera buscar la forma de que el retiro del 10% no impacte tanto en los fondos de pensiones. La caída de la bolsa, sólo anticipa lo que pasará, cuando las AFP salgan a vender gruesos paquetes de acciones. Me extraña que no se haya pensado en algún mecanismo, donde las AFP entregaran al estado las acciones, y fuera el estado el que hiciera el desembolso. Cuando se rescató a los bancos el año 1982, el costo fiscal, llegó al 30% del PIB. Este gasto será significativamente menor. El problema de hoy es de liquidez, sin dinero fresco, en las familias y los hogares, el círculo vicioso del endeudamiento seguirá estrangulando cualquier posibilidad de mejoría. La economía local, también requiere la inyección de recursos, vía consumo interno. Realmente, la discusión se ha extendido en demasía. Cuando nuestra preocupación debiera ser llegar con prontitud, no sólo con las cajas de mercadería, sino con recursos contantes y sonantes.
El tema previsional, se viene postergando hace décadas. Las sucesivas modificaciones que se efectuaron durante los gobiernos de centroizquierda, no hicieron sino consolidar, la capitalización individual, como principal soporte de las pensiones. Está demostrado, y archi estudiado, que la promesa del sistema, no se cumplió, y ya no tiene ningún sentido, continuar con la discusión eterna de que no hay que tocar a las AFP. En democracia, podemos y debemos resolver esta materia, que nos afecta a todos. Y debe hacerse con inteligencia y creatividad. La seguridad social, funciona sobre la base de principios que los chilenos olvidaron, Universalidad, solidaridad. Nada tiene que ver con esos principios, que quienes tenemos ahorros individuales, podamos retirar algo de dinero de allí. Esa lógica individual, es la que está a la base de la capitalización individual, aunque sea redundante. El cambio a un sistema de seguridad social, va a implicar revisar la forma de financiamiento del sistema. Contra lo que algunos creen, no es un sistema de reparto nuestro destino. Sería imposible de financiar con nuestra estructura demográfica, y con nuestra masa laboral activa. Un financiamiento tripartito, al parecer es lo que han propuesto transversalmente, los expertos, moros y cristianos. Aumentar la tasa de cotización, y los años de vida laboral. Y la coexistencia de capitalización individual, más restringida, con rentabilidades mínimas aseguradas. Voluntario en su acceso, y con restricciones por edad. El traspaso de recursos desde los actuales fondos a la nueva entidad que gestionará el sistema, debe hacerse evitando provocar “corridas” en la bolsa. Si vemos más allá, la entidad a cargo del nuevo sistema de seguridad social, puede tener la estructura y autonomía de un ente como el Banco Central. Los recursos de pensiones, no ingresarán a las arcas generales de la nación, como en desastrosas experiencias cercanas. Se abre la posibilidad, de financiar un fondo nacional de infraestructura. El que ejecute obras públicas de envergadura. Asimismo, debe contemplarse que el fondo pueda participar en las licitaciones de los mercados regulados, agua, luz, gas, y en las obras concesionadas.
Estoy seguro, que, si la autoridad se pone manos a la obra, junto a la oposición, al sector productivo y a los trabajadores, se va a encontrar el camino para resolver pronta y aceleradamente, los problemas que nos aquejan.
Se acabó el tiempo de los discursos, llegó el momento de actuar, y de hacerlo pensando en Chile, con generosidad, pero también con humildad.
Ernesto Sepúlveda Tornero