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EL “BARROS BORIC”

Amigos y amigas, llegó a su fin el segundo año de gobierno del presidente Boric. Este día 11 de marzo
se inicia el tercer año del gobierno progresista, y surgen ya en todos los medios, los análisis y diagnósticos, sobre esta primera etapa. Uno de los columnistas “mayores” del país, no sin una cuota de humor e ironía, hizo un paralelo entre el joven presidente, con el famosísimo presidente Ramos Barros Luco. A quien por supuesto todos recuerdan por el delicioso sándwich que lleva su nombre. Se dice que en la “Fuente alemana” de Santiago, nuestro presidente, habría pedido una modalidad especial de sándwich, un churrasco queso, con palta y extra mayo, el que rápidamente fue bautizado como el “Barros Boric”. Fuera de ese aspecto, que ninguno de nosotros lo tomaría a mal, el resto de la columna del prestigioso periodista Daniel Matamala, detalla sin anestesia, el sinnúmero de traspiés sufridos por el gobierno. Del mismo modo, enlista los cambios de opinión del presidente Boric, respecto a posiciones más taxativas y categóricas, de su período parlamentario. En resumen, lo que se apunta allí, es a las aparentes, y en algunos casos evidentes, contradicciones entre el joven diputado magallánico, con el no menos joven presidente de todos los chilenos. Hay verdades evidentes, el entusiasmo inicial, de llevar adelante un programa de transformaciones sociales profundas, dio paso, a una mirada más pragmática, que no dejó a todos sus partidarios contentos. Lo que se puede apreciar hasta el día de hoy. Esa es una verdad más grande que una catedral. Pero, no se puede culpar al presidente, por haber bebido de
esa copa de realidad. Resulta obvio, que la falta de una mayoría parlamentaria oficialista, impediría la
concreción del programa de gobierno, como fue proyectado. Pero ese era un hecho de la causa, un dato que se conocía desde el mismo día de la elección. Probablemente se sacaron otras cuentas, como lo que algunos sugieren, habría aconsejado el ex ministro Jackson, esperar el resultado del proceso constituyente. Si eso fue exactamente así o no, a estas alturas no tiene importancia, pero lo que sí la tiene, es que, a la espera de las elecciones de constituyentes, se dejó ir un semestre completo. Nada menos que los primeros seis meses de gobierno, cuando el éxito de segunda vuelta, todavía tenía enfervorizados a muchos partidarios. Coincido con el periodista Matamala, que ese fue un gran error, que hizo perder una oportunidad de avanzar en eventuales acuerdos legislativos. Sin embargo, el nobel presidente, venía de un proceso totalmente novedoso, sin parangón en la historia republicana. De dirigente estudiantil, a parlamentario, luego a creador de un partido político para presentarse como candidato presidencial, y luego candidato electo, y presidente de la república, en menos de 15
años. Eso en sí, ya escribe una página sorprendente en nuestra historia política. Pero, otra cosa ha sido
encabezar exitosamente el aparato del estado, impulsar cambios administrativos y de gestión, a lo largo del país, ha sido una tarea de dulce y de agrás. Da la impresión, muchas veces, que el presidente va por un carril, y varios en su gabinete, van por otro. Y esto no es por las diferencias entre las dos alas del gobierno, simplemente no todos reman al mismo ritmo. Pero, sin duda, que no contar con mayoría parlamentaria es un gran obstáculo. Hay que recordar que desde 1990, el progresismo ganaba elecciones, pero no podía imponer su programa de gobierno, primero por los senadores designados, y por el sistema binominal, Y por la existencia del quórum supra mayoritario. La mayoría de las materias referidas a derechos sociales, a la organización del estado y de la economía, se podían reformar sólo si se reunía 2/3 de los parlamentarios, La larguísima transición a la democracia, tomó parte importante de los veinte años de la concertación de partidos por la democracia, para desmontar esos enclaves autoritarios. Quiero decir, que no contar con mayoría en el parlamento, no es justificación para la paralización de un gobierno. Por el contrario, el compromiso asumido con el pueblo de Chile, obliga a tomar acción, a buscar los apoyos, y generar los acuerdos.
Esa palabra, que aún hoy día, para algunos (as) tiene una connotación siniestra. Los acuerdos en
democracia, son imprescindibles para poder avanzar en el progreso social. Sólo en las dictaduras, se puede imponer una voz, una opinión, sin parlamentar, ni negociar con nadie. Esa noción, que valora los dificultosos avances del pasado, surgió en el presidente Boric, durante el primer año de su mandato. Hoy es convicción, “dialogar hasta que duela”, ha dicho varias veces. Pero no todos en su gobierno piensan lo mismo, también fuera de él, y por su extremo izquierdo, existen quienes sostienen que hay que resolver las diferencias con el apoyo de la calle. Pero, de esa agua ya hemos bebido, y bastante. No produjo ni avances en la agenda social, ni fortaleció a los sectores extra sistema. Fue un volador de luces, y una nueva clase de historia, no se construyen los procesos sociales, sin mayoría social y política.
Pese a todo, el presidente Boric, mantiene hoy día, un no despreciable 26% de apoyo popular, según diversas encuestas. Incluso algunas le dan sobre el 30%. Al parecer la población chilena, ve los esfuerzos, y por cierto los errores, del joven presidente. También verán las correcciones de rumbo, los reconocimientos de yerros propios o de su gobierno. Ningún presidente anterior enfrentó un parlamento con la dispersión del actual congreso chileno. Nada menos que 21 partidos con representación parlamentaria, y una decena de partidos más en formación. Organizaciones con micro votaciones, todas con estrepitosas vocerías, y discursos incendiarios, o derechamente injuriosos. La misma norma que permitió al otrora diputado Boric, constituir en tiempo record un partido político, para inscribir su exitosa candidatura. Es la misma que hoy, muchos otros y otras utilizan, para impulsar sus propios proyectos personales o identitarios. El sistema político chileno, no permite ni permitirá a ningún gobierno, contar con mayoría parlamentaria. La estabilidad política que se construye sobre la base, del dialogo democrático, entre fuerzas equivalentes, no es posible, cuando campea el populismo y el caudillismo.
La izquierda chilena, está en la encrucijada, a la cabeza del gobierno progresista, tiene la obligación moral y política, de impulsar el proyecto político, que se impuso en las elecciones presidenciales. Tiene razón el
presidente, se deben buscar los acuerdos necesarios, para concretar el mandato que el pueblo le diera. No es tiempo de discusiones banales, ni de hacer filosofía política de bajo vuelo. De cara a las mediciones electorales del mes de octubre, que ya golpean la puerta de La Moneda, la mejor carta de presentación, es hacer el trabajo encomendado. Allanar los caminos, buscar interlocutores, para avanzar. Y si todo eso falla, y el sector conservador, como lo ha hecho en el pasado, niega la opción de avanzar en los derechos sociales. En esa hora decisiva, si Chile no puede avanzar en las reformas fundamentales, que se esperan desde 1990, que se convoque a un plebiscito, y que sea el pueblo el que decida.
Ernesto Sepúlveda Tornero