La primera protesta pública contra el dictador Augusto Pinochet Ugarte, conocida como el “Puntarenazo”, rompió inercias, miedos y fronteras en un histórico 26 de febrero de 1984, posicionando a la capital regional de Magallanes en el eje de la noticia. Lo que podía haber sido una típica jornada dominical con misas y desfile en el corazón de la ciudad, terminó siendo una explosiva jornada de adrenalina y emociones desbordadas a favor del viento, con las fuerzas vivas de la oposición al régimen desafiando decididamente al general y su aparato represivo.
Ese lejano domingo, Francisco Pérez San Juan (66 años), a la sazón un joven trabajador y militante de la DC -colectividad que aún integra-, fue testigo privilegiado y catalizador de un verdadero “golpe” informativo, cuya imparable fuerza e impacto serían diametralmente opuestos a los de una asonada militar.
“Sin querer queriendo” -como diría el “Chavo del 8”- ese día Pancho trabajaba como lo hacía habitualmente en radio Presidente Ibáñez, cumpliendo funciones técnicas a cargo del equipo móvil de la emisora. Justo en aquella jornada cubrirían una prueba de ciclismo, por lo que debió ir en la mañana a afinar y dejar listo un enlace en exteriores para la transmisión de dicho evento.
Con tranquilidad magallánica, se dirigió luego hasta la iglesia Catedral (situada frente a la plaza Muñoz Gamero), reparando en sus accesos la presencia de un hervidero de “sapos”, con mucho agente de seguridad en punto fijo ante la anunciada visita. Ese soleado domingo, él llevaba una parka, abultada de panfletos con consignas anti pinochetistas. En un cabildo celebrado el día anterior se había definido un único y preciso curso de acción: salirle a protestar al dictador. Allí mismo comenzaría a “panfletear”.
Aún resuena en sus oídos la asombrosa fuerza con que afloraron los gritos de la gente en medio de la repudiada aparición del Presidente de facto. “El edificio Enap (en diagonal a la Catedral) estaba acordonado y en la esquina (enfrente) estaba (tienda) Bata, y desde ahí hacia Bata éramos pura gente de oposición. Y llega (Pinochet), empezamos a gritar, a gritar, toda la huevá, y de repente vimos que se nos venían encima”, relata. No les quedaría otra que refugiarse en la iglesia, encerrándose ellos mismos detrás de la reja perimetral de la casa de Dios.
“Quedamos ahí adentro con mi hermano, mi mamá, que salen en un video ahí gritando y todos los que estábamos metidos. Y resulta que ahí vemos ya que la cosa se había sobrepasado. Y yo entré a la Catedral y me voy directamente a la sala de la sacristía, y ahí había un equipo de sonido que nosotros teníamos en línea directa con la Ibáñez (como radioemisora del obispado)”, recuerda.
Como su colega radial, el locutor Alfredo Rony -quien daba vida al informativo- había quedado también dentro de la iglesia a raíz de la protesta, Francisco pidió autorización al padre Marcos Buvinic Martinic para comunicarse con su jefatura desde la oficina aledaña. Al hacer contacto, lo atendió el auxiliar Juan Pedro Gallardo (Q.E.P.D.), quien le preguntó a qué hora partirían con la transmisión del ciclismo.
“No, le dije, si yo estoy encerrado en la Catedral. De ahí pega un grito, me imagino, al control con el teléfono en la mano, y gritó al pasillo”. En los estudios estaban en ese momento el locutor Juan Miranda y en la sala de prensa Mario Romero, periodista de turno del espacio informativo “Magallanes Al Día”.). En dos tiempos le avisarían al director de la emisora: “¡Don Roque (Tomás Scarpa, Q.E.P.D.), Pancho está en la Catedral!”.
Con su característica agudeza y aplomo, este último les habría respondido al teléfono: “Ah, ya, qué bueno, entonces ¿quién va a hacer el despacho?’”.
Transmisión con historia
Pérez puso entonces en funcionamiento el equipo, ya que tenía todo el sistema instalado para enviar audio directo a la radio. Recuerda que en aquellos momentos las personas congregadas allí estaban cantando a los sones del fallecido cantor regional Juan Tabilo, quien entonaría “Que se vayan ellos”, de Piero, entre otras piezas. Y ahí Rony se hizo cargo del relato de los hechos en directo, aunque desconoce porqué aquella parte no quedó grabada. “Alfredo Rony hizo los despachos y ahí después encadenamos con la Catedral, entonces Mario Romero (Q.E.P.D.), que era el jefe de prensa en ese tiempo, él iba escuchando y contando lo de la Catedral”.
Añade que habían ingresado varios feligreses con motivo de la misa, quienes al final fraternizaron con los manifestantes: “se quedaron ahí y en ningún momento salieron, porque otra gente hubiera salido, pero toda la gente solidarizó con eso y se quedaron adentro hasta el final”.
De ahí empezaron a llamar a la Chilena (que era la radio del Arzobispado de Santiago) para establecer un contacto directo con Mario Romero Estada, jefe de prensa de radio Ibáñez, quien había sufrido un percance mayúsculo en Santiago en 1980, al ser secuestrado por los aparatos del régimen militar junto al director de prensa de radio Chilena, tras una siniestra operación de los servicios de seguridad, en la que también había sido capturado un hermano suyo, y la que terminó con un joven estudiante de periodismo (José Eduardo Jara) torturado hasta la muerte.
Pancho Pérez señala que aquella situación de encierro obligado se prolongaría tal cual hasta las cinco de la tarde, sirviendo la emisora de privilegiado enlace: “la radio adentro de la Catedral estaba puesta, ahí hice un injerto y mandé los sonidos de la radio para que los pudieran escuchar las personas que estábamos ahí. Entonces alcanzaron a avisar que venía gente bajando de la (población) 18 (de Septiembre) a apoyar más la protesta, imagínate. Nosotros captamos que estaba lleno afuera, porque en esa época estaban construyendo el obispado (tras el incendio en 1979 del colindante Liceo Salesiano San José)”.
Ante el peligro de limitar con aquella incipiente estructura, señala que “armamos un grupo al tiro y empezamos a decir entonces: no hay que dejar que nadie suba por el edificio. En una de esas, no me acuerdo quién fue que salió hacia esa parte y vio que los milicos estaban rodeando para subir por allá. Entonces ahí, ya cuando vieron gente adentro pararon, seguro deben haber dicho: mejor no subamos. Aparte que en la parte de atrás teníamos tremendos ladrillos…”.
Y de ahí hubo una mediación por intermedio del padre Marcos Buvinic y se dijo que iba a haber transporte para todos: “los milicos y los pacos iban a poner buses. Pero, ¿quién se iba a subir a un bus de los pacos o de los milicos?”, rememora. Por fortuna con los minutos empezaron a llegar buses y taxis de la locomoción colectiva: “Yo me acuerdo que salimos todos custodiados por la gente misma que estaba en la protesta. Por la orilla, por el frente, por toda esa esquina de Bata estaba lleno, todo estaba lleno, entonces esa misma gente se tomó de las manos y nos encadenó a nosotros para que saliéramos y tomáramos colectivo”.
Ello no logró evitar que las fuerzas del orden tomaran detenidos a conocidos dirigentes políticos de la oposición como Carlos Mladinic Alonso y José Ruiz De Giorgio, entre otros. También cayeron presos el ufólogo Eugenio Bahamonde Pérez, quien también trabajaba con la radio, al igual que un fotógrafo de apellido Lizama, quien trabajó para la productora Video 80.
Ecos del “Puntarenazo”
La instantaneidad de la radio quedó de manifiesto en aquel episodio regional como en ningún otro en dictadura, “o sea, todo esto fue como sin querer, porque nadie iba a pensar que yo iba a estar adentro e iba a poder sacar todo el audio de allá, y de la radio se iba a colgar la Chilena, la BBC de Londres. Claro, todas las radios estaban pendientes de la Ibáñez, porque la Ibáñez era la cabeza de cadena. Ahí en todos los audios estaba Mario Romero. El obispo (Tomás González Morales) no estaba en Punta Arenas ese día y por eso estaba el cura Buvinic, también Carlos Araya, que era cura igual”.
Pancho agrega que al otro día él volvió a trabajar a la Ibáñez y vivió una recepción apoteósica, con todos felicitándolo, la llegada de amigos e incluso siendo llevado como entrevistado matinal en un espacio estelar conducido por Juan Miranda y José “Checho” Aguilante. Para un veinteañero como él aquello fue una hazaña total.
Sin embargo, no todo sería celebración. Como era esperable, durante aquella jornada la emisora recibió una infaltable visita: “llegaron los tiras (detectives) y se llevaron requisadas todas las grabaciones del ‘Puntarenazo’, y no alcancé a grabar ninguna copia de respaldo”.
En aquellos años la radio Presidente Ibáñez tampoco estaría ajena a coordinadas acciones de amedrentamiento, como cuando fueron a quemar su logo institucional en el frontis del edificio, un cartel plástico que decía: “CD-59”. De aquellos tensos días, “tú sabes que si decías algo malo te podía llegar pintura, amenaza de bomba, que eso nos pasó en la radio a nosotros”.
Por una incomprensible decisión de su administración, la radioemisora cerraría sus puertas en 1998, botando por la borda todo un legado radial de más de 32 años, tras finiquitar a su personal, liquidar todos sus bienes e incluso terminando las cintas de carrete con todas las grabaciones de programas en la basura. Fin de la historia. Pero la nostalgia, pasión y empuje del incansable Francisco darían cabida a otro sueño, pues radio Ibáñez volvería a ver la luz en 2006, nuevo ciclo que ya se empina a su mayoría de edad.
Por iniciativa personal, con ayuda de amistades y el timón administrativo de su esposa, Pancho dio cabida en su propio domicilio de población Fitz Roy, en Punta Arenas, a una reencarnación de la emisora, conservando su nombre y agregándole una nueva mística. Con sus estudios y locutorio con vista al estrecho de Magallanes, dicha propuesta radial en FM mantiene una fiel sintonía y gran raigambre regional. Volviendo al “Puntarenazo”, este 26 de febrero Francisco no sólo recordará un año más de aquella épica jornada. Pese a todos los registros perdidos, él no descarta emitir algún audio alusivo, pues -en su afán de respaldarlo todo- más de alguna locución de época respira aún entre casete y casete.