Recientemente se dio a conocer el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que ratifica lo que se viene advirtiendo desde hace décadas: el cambio climático que vivimos es provocado por la acción humana y no tiene precedentes en cientos de miles de años. Las proyecciones muestran que este cambio afectará a todas las regiones del planeta, y los datos son alarmantes: con un aumento de 1,5 °C, se incrementarán las olas de calor, se alargarán las estaciones cálidas y se acortarán las estaciones frías; mientras que con un calentamiento global de 2 °C los episodios de calor extremo alcanzarán con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud. A la fecha, hemos aumentado en un 1,1 °C la temperatura, muchos de los cambios ya se están produciendo y según el informe, estos no se podrán revertir hasta dentro de siglos e incluso milenios.
Sin embargo, el informe también hace un claro llamado: aún estamos a tiempo de hacer algo. Una reducción sustancial y sostenida de las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero permitiría limitar el cambio climático. Es decir, la única forma de enfrentar la Crisis Climática es con transformaciones profundas y estructurales que se implementen desde ya.
La región de Magallanes no está exenta de la amenaza del cambio climático. Así se observa -entre otras- en las simulaciones climáticas realizadas por el CR2, las cuales proyectan un aumento de temperatura y precipitación tanto para los escenarios de emisiones optimistas (RCP 26) y pesimistas (RCP 85). Esto ha conllevado, por ejemplo, a una disminución de precipitación sólida (nieve) y la disminución de la cubierta nival de algunas zonas de la región, alterando significativamente los regímenes hídricos de las cuencas que sustentan actividades antrópicas. Estos efectos se ven potenciados por un modelo de desarrollo regional basado en la producción y el consumo como pilares del bienestar, lo que dista de la sociedad que debemos construir si esperamos limitar los efectos catastróficos del Cambio Climático. Nuestra región es la tercera del país con la mayor tasa de emisiones de gases de efecto invernadero per cápita -20 toneladas de CO2 equivalente, versus el 6,1 promedio del país-, con una matriz energética compuesta casi en su totalidad por combustibles fósiles, y hoy impulsando la instalación de industrias que ponen en jaque sus mares -los mayores sumideros de CO2-, como la salmonicultura.
En ese marco, el anuncio de declarar a la región en Estado de Emergencia, es una noticia que responde a la urgencia de los cambios demandados desde la sociedad civil y la ciencia. Esta declaración no sólo debe reconocer la crisis en que vivimos, sino que además debe considerar la destinación de presupuestos y acciones concretas para la mitigación y adaptación del cambio climático en todas las políticas de desarrollo regional, siendo incluida en la Estrategia de Desarrollo Regional que se está formulando en la actualidad. Para que esto se concrete se requiere del apoyo del gobierno a nivel nacional y regional en su totalidad, así como de los gobiernos locales, capaces de impulsar cambios desde la perspectiva territorial con apoyo de las comunidades.
Por último, el involucramiento de la sociedad civil es clave para que estos procesos sean efectivos. La diversidad de conocimientos y experiencias, desde la academia hasta las comunidades locales ̶ incluyendo los Pueblos Originarios ̶ , han sido clave para impulsar los cambios políticos y sociales para enfrentar la crisis climática y ecológica que vivimos, y por lo tanto su articulación y participación activa es imprescindible. Como Sociedad Civil por la Acción Climática (SCAC) de Magallanes nos ponemos a disposición y hacemos un llamado a los entes gubernamentales, estatales y de la sociedad civil organizada a destinar todos los esfuerzos concretos para planificar y crear estrategias que permitan asegurar la vida y el bienestar de humanidad y de todas las especies y ecosistemas en el planeta. Tenemos la gran oportunidad de generar un cambio colectivo que permita a las nuevas generaciones poder vivir en un planeta verde y lleno de vida. Creemos que aún es posible si nos ocupamos en serio.