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CORTINA DE HUMO

Esta semana, todos los medios de comunicación transmitieron, de la mañana a la noche, los estragos de la guerra en Ucrania. Escenas de dolor, angustia, desesperación, han sido expuestas una y otra vez, en algunos casos, incluyendo un fondo musical, para incrementar la tensión o el dramatismo. De algún modo, los medios de comunicación, y sus dueños, transformaron la agenda pública en Chile. De pronto, todo el espacio noticioso son los despachos, de reporteros en zona de guerra. Y una cadena sin fin de opiniones, unas muy informadas, de connotados expertos y expertas en materia internacional. Y otras, menos informadas, apuntando a explotar la emocionalidad, a conmover, a transmitir angustia e impotencia. Lo dije la semana pasada, y lo reitero ahora. Estoy total y absolutamente en contra de la guerra. Creo que existen siempre alternativas para resolver los conflictos, y los líderes debieran siempre preferir esas vías de solución, a dejarse llevar por el paroxismo de muerte y desolación, del campo de batalla. Me repugna como los medios explotan el sufrimiento humano. Seguramente muchas personas, caen ensimismadas, al ver el dolor ajeno, el dolor a miles de kilómetros de casa. Pienso, en el mensaje político que se transmite. No seamos ingenuos, detrás de la guerra de Ucrania, no sólo están los impulsos bélicos de un autócrata ruso. Un actor principal sigue siendo, como en las guerras del siglo XX, el complejo militar industrial. Al servicio eficiente, de los Estados Unidos, y sus países aliados. Una aceitada maquinaria de guerra, que mueve trillones de dólares, y que una vez en marcha, es muy difícil de detener. Los intereses geopolíticos del tío Sam, y del gran oso ruso, juegan el mismo juego, que tuvo en vilo al planeta durante toda la guerra fría. El éxito de la guerra en Ucrania, no será medida, por si los locales logran expulsar a los rusos de su territorio. O si las tropas rusas, completan el control total del país, sin una masacre civil. Se medirá por el progreso o retroceso de las fronteras de la OTAN, la esfera de influencia militar de los Estados Unidos. Se juega la supremacía de los Estados Unidos, liderando la alianza militar más poderosa de la historia. Es la materialización de los sueños imperialistas, un mundo unipolar, bajo el control norteamericano.  Enfrente, no sólo están los intereses de seguridad nacional de la Federación rusa. De manera velada, están los propósitos de China, de alzarse también en el ámbito geopolítico mundial, como una potencia gravitante. La existencia de un contrapeso en el concierto internacional, podría estar en manos de Rusia, China y la India. Todos ellas, potencias con poderío económico, grandes redes industriales, comerciales y del transporte. Que hoy se ven en peligro, debido a la fragilidad del equilibrio mundial. Todas ellas son potencias nucleares.

No es el presidente de Ucrania, el que sostiene la estantería. Los países de Europa occidental, liderados por su socio de Norteamérica, escogieron ese tablero para jugar su ajedrez. Y la guerra no inició el 2022, sino hace 10 años atrás. Sólo que nosotros, en el confín del mundo no lo sabíamos.

La guerra nos va a afectar fuertemente, sube el petróleo y el gas, del cual somos importadores. Sube el dólar, lo que arrastra el precio que pagamos como importador de toda clase bienes. Incluso nuestra canasta de alimentos, depende de la pronta solución del conflicto. Lo dijimos anteriormente, el trigo y maíz que producen Rusia y Ucrania, no lo compramos directamente nosotros, pero por estar dentro de los principales productores, impactará en el precio que pagamos en Chile al importarlos.

No nos confundamos, los chilenos y chilenas, estamos por la paz. Nadie en su sano juicio, apoyaría una guerra, sabiendo las consecuencias de horror y destrucción que produce. Nuestro deseo es que el conflicto concluya a la brevedad, y tengan éxito las negociaciones directas entre las partes. Pero mientras tanto, deseo que cese la manipulación informativa. Que los aspectos más trascendentes de nuestra vida nacional. Nuestras preocupaciones, nuestras necesidades impostergables, no se vean invisibilizadas, por esta verdadera cortina informativa, que no busca generar empatía, sino adormecimiento, conformismo.

Lo que se juega en este conflicto, a costa de vida humanas, son los fríos y crudos intereses de las grandes potencias.  Desde nuestra experiencia como pueblo, que está unida indisolublemente con la solidaridad, con el apoyo fraterno a causas justas, sólo podemos clamar por la paz.  Nuestra fortaleza es esa, haber optado por el camino de la paz, para resolver nuestros problemas. Es haber conocido el horror, del discurso de odio, del fascismo, y haber logrado vencerlo por medios pacíficos. Podemos y debemos ser empáticos con el dolor humano, pero desde nuestra propia historia, con nuestros propios valores, con nuestras propias convicciones. Por supuesto, sin olvidar nuestra propia contingencia, nuestras propias contradicciones, nuestros propios desafíos.

Ernesto Sepúlveda Tornero