El alcalde de Valparaíso, don Jorge Sharp, nuestro coterráneo, como consecuencia de la tragedia que ha afectado a esa ciudad por el derrumbe de una casa en la falda de un cerro, ha hecho una enérgica declaración emplazando al Gobierno a destinar, en el próximo presupuesto, una glosa especial para Valparaíso, de modo que el municipio pueda ejecutar las alrededor de 200 órdenes de demolición de viviendas en peligro de derrumbe, y hacer la reconstrucción correspondiente.
De no hacerlo así, recae en el Gobierno la responsabilidad de que puedan repetirse dramas como el reciente derrumbe.
Resulta tan simpática, y hasta conmovedora, esa ingenuidad que tenemos los provincianos -es decir los que no vivimos en Santiago- de creer que basta decirle al Gobierno cuantos pares son tres moscas sobre los problemas de provincias, y pasarle la pelota para que haga la jugada correspondiente.
Y nunca nos damos cuenta, para seguir con el ejemplo, que el Gobierno no nos da pelota, no está en el juego.
Todas las regiones tenemos nuestros problemas: que la falta de pavimentación, que la falta de agua potable, que la sequía, que la falta de locomoción colectiva, que la conectividad, qué se yo.
Y no entendemos, hasta que nos enteramos por diarios, televisión, radios y hasta redes sociales, que el Gobierno tiene otras prioridades.
Diga usted, cómo el Gobierno le va a dar fondos al alcalde porteño para evitar que su ciudad se derrumbe, cuando es necesario construir nuevas líneas del Metro santiaguino, la línea 6, la 7, la 8 y así ad infinitum.
Es posible que, en diez o veinte años más, el Metro se haya extendido tanto que llegue hasta Valparaíso (en lugar del tren rápido que le gustaría a los porteños) y entonces algún Presidente o Presidenta piense en darle algunos fondos a esa región.
Mientras tanto, sigan esperando alguna solución.
Si les sirve de consuelo, nunca va a haber una línea del Metro hasta Magallanes.