En el mundo antiguo, el paradigma del rey sabio, es el rey Salomón, aquel hijo del rey David, cuyo reinado fue conocido por su riqueza y magnificencia. Hasta la reina de Saba, admiró las maravillas exhibidas en las calles de Jerusalén, obra de Salomón. En el texto bíblico, libro de Reyes, capítulo 3, versículos del 1 al 15, se relata que el joven Salomón, que tendría unos 22 años, tuvo en sueños, un encuentro con Dios. “Aquella noche el Señor se apareció en sueños a Salomón, y le dijo: pídeme lo que deseas que te dé”. Ante esta oportunidad única y maravillosa, Salomón responde: “Concede pues a tu siervo un lev shomea ( un corazón atento, un corazón que escucha) para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal».
Ante esta petición, el texto bíblico consigna que la respuesta del Señor fue: “Te concedo pues, un corazón sabio e inteligente, como no ha habido antes de ti ni surgirá otro igual después de ti…»
Y qué relación tiene el rey Salomón con nosotros en Chile. Conversando con una hermana mía, que es religiosa, me hizo el comentario de esta frase “Dame un Lev Shomea”, dame un corazón que escucha. La relación con nuestra situación en Chile, resulta evidente Cuantos de nosotros desde el denominado “Estallido social”, no hemos hecho sino reafirmar nuestros juicios, nuestras convicciones, aunque se basen en evidencias erróneas o inexistentes. Cuantos hemos preferido repetir las consignas de nuestro círculo social, de nuestro entorno, que darnos tiempo de escuchar con el corazón.
Un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Cuanto de esto le ha faltado a nuestros gobernantes. Al presidente, a los parlamentarios de lado y lado, y a todos los que ejercen el poder económico y social.
Cuanto de esta escucha debemos activar en nuestro circulo inmediato con nuestra familia y amigos. Encerrados en ghetos, entre cuatro paredes, con toda clase de medidas de seguridad. Más preocupados de cuidar los objetos materiales que nuestra propia felicidad.
La insatisfacción, la rabia y la impotencia, que sienten millones de compatriotas a lo largo y ancho de Chile, no se aplaca dando rienda suelta a los instintos primarios, a la violencia, a la destrucción. Mientras más se destroza el mobiliario urbano, la infraestructura básica de la ciudad, destinada a servir a todos por igual. Más se destroza ese frágil tejido que nos une a moros y cristianos, a frailes y a jueces, a soldados y a obreros, a estudiantes y oficinistas, a pescadores y arrieros.
Dame un LEV SHOMEA, un corazón que escucha. No sólo el clamor de los que salen a la calle todos los viernes a manifestar su descontento. Sino también, y en forma especial el murmullo, la voz callada, de los ocho millones de trabajadores que siguen cumpliendo con sus labores, para que el resto pueda hacer su vida normal. Tener un corazón que escucha, también significa escuchar a todos. No sólo a los que me aplauden, sino que con el mayor interés a los que piensan distinto.
De seguro que no ha surgido otro corazón sabio e inteligente como el del rey Salomón. Tal vez lo nuestro sea sólo el escuchar. Vivimos en los confines del planeta, tratando de remontar una cuesta demasiado larga y demasiado empinada para hacerla solos. Qué oportunidad más propicia tenemos ahora, ni más ni menos, que poder decidir todos juntos nuestro rumbo futuro. Es el momento de escuchar, el momento de comprender.
Si escuchas a alguien pidiendo paz, no le juzgues en demasía. Pedir paz no es transigir frente a la injusticia, o renunciar ante el malvado. Pedir paz, es buscar el espacio para que podamos escucharnos.
De ningún edificio en llamas, estación de metro destruida, ni comercio vandalizado, va a surgir la solución de nuestros problemas. El enfrentamiento callejero no altera en lo más mínimo el funcionamiento del complejo financiero que controla el planeta. Lo de verdad revolucionario, lo que de verdad va a conmover las entrañas de la sociedad, es la determinación, la decisión de las grandes mayorías, que en forma pacífica se va a pronunciar en el plebiscito del 26 de abril.
Dame un corazón que escucha, dame un LEV SHOMEA.
Ernesto Sepúlveda Tornero
Lunes, 2 de marzo de 2020.-