Fue el entonces comandante en jefe del Ejército, el general Juan Emilio Cheyre, quien hizo la declaración, ampliamente difundida y aplaudida: “Nunca más”, asumiendo en un documento la responsabilidad del Ejército en los crímenes de la dictadura.
Al poco tiempo, era procesado por torturas cuando era teniente en un regimiento de La Serena.
Es decir, ese nunca más era de los dientes para afuera.
El abuso de los militares y los carabineros, es decir, quienes tienen la fuerza, ha aparecido nuevamente en las jornadas de protesta contra el sistema económico, social y político vigente, agotado ya ante la rebelión popular.
Las denuncias de abusos, de torturas, de golpes, de vejámenes a las mujeres, se han sucedido, pero a diferencia de la dictadura, hoy los represores no tienen la complicidad de un poder judicial cobarde y las querellas se están amontonando en los tribunales, querellas que se espera se traduzcan en sanciones severas y no en los tirones de orejas que recibieron políticos y empresarios corruptos que fueron procesados.
El abuso de los militares y la policía es algo inherente a su mentalidad. Es una sicopatía que parece incorporada al poder que dan las armas.
Los abusos, las violaciones a los derechos humanos y hasta a las leyes que han sido la tónica que hemos presenciado en estos días, son además la consecuencia de que un gobierno haya declarado un estado de excepción constitucional, más que para mantener el orden, lo que no ocurrió, sino para amedrentar, sin éxito, a quienes protestan.
El “nunca más” de los militares era falso, pero no lo es el nunca más de una ciudadanía que rechaza un sistema que hace más ticos a un grupito de millonarios y más pobres al resto de los chilenos y consagra el abuso en todas las instancias.