Este año se cumplieron 36 años desde ese glorioso 5 de octubre de 1988, cuando
el pueblo de Chile conquistó su libertad. Sobre esta fecha, cito datos obtenidos desde el
INE por Ernesto Laval, que compartió en redes sociales, ¿sabían ustedes que un 47% de
las personas vivas en Chile hoy (2024) nacieron después de 1988?, prácticamente la
mitad de los chilenos y chilenas, no vivió la gesta del plebiscito. Y yendo un poco más
atrás, ¿sabían Ustedes que un 69% de las personas vivas en Chile hoy (2024) nacieron
después de 1973? Este dato es demoledor, la inmensa mayoría de los chilenos y chilenas
de hoy, no había nacido cuando se produjo la tragedia del golpe de estado de 1973. No
son quienes protagonizaron el gobierno de la Unidad Popular, ni los civiles que lideraron
el régimen dictatorial de Pinochet, quienes deciden y conducen los destinos de Chile. Y
sin embargo…… la creciente crispación del debate político, la degradación del prestigio
de las instituciones, la incapacidad de la institucionalidad de dar curso a las demandas
ciudadanas, son más o menos parecidas, a las que se vivieron antaño. Rostros más
lozanos protagonizan por lado y lado del espectro político, un debate público, abundante
en descalificaciones y lugares comunes. Chile ha sido presa de una elite económica que
torpedeó persistente y continuamente, los tímidos avances de los gobiernos de la
concertación. Curiosamente, cada tanto, algún líder conservador hace un recuerdo
entusiasta de ese período, pero no dice la enconada oposición que hicieron a ese
conglomerado político. De las entrañas de la Concertación, fatigada por la endogamia de
sus vetustos líderes, salió una generación de líderes decididos a matar al padre político.
Hicieron tabla rasa, y aniquilaron en los nuevos muros del pueblo, cualquiera sombra de
reconocimiento de las décadas más exitosas del Chile democrático. Así debía ser, a lo
viejo lo sucede lo nuevo, y rápidamente se echaron por tierra los logros de los gobiernos
de coalición de centro izquierda, por insuficientes, tibios, alguno incluso aventuró que se
había gobernado con cobardía. Al ritmo de esos cantos juveniles, Chile eligió en dos
oportunidades, una opción presidencial conservadora, la que curiosamente, era precedida
por sendos gobiernos progresistas. Como si la historia no fuera una sabia maestra, luego
de un gobierno desastroso, que concluyó con un estallido social sin precedentes, el último
gobierno conservador, debió enfrentar una pandemia sin precedentes. Las decisiones
ejecutivas necesarias e imprescindibles para salvar la vida de compatriotas, se adoptaron
por el liderazgo conservador, y fueron respaldadas hasta por sus adversarios más duros.
Como si viviéramos atrapados en un loop eterno, donde nos volvemos a enfrentar
a decisiones similares, las elecciones presidenciales de 2022, nos pusieron frente a
alternativas radicalmente contrapuestas. Por un lado, en un bloque conservador, formado
post primera vuelta, se fundieron en uno sólo, los herederos políticos del dictador
Pinochet, junto a incipientes y famélicos sectores de derecha moderada. Por el otro lado,
la irrupción de los nuevos movimientos políticos, que fueron virtualmente, los sepultureros
de la Concertación y de la Nueva Mayoría, que, para segunda vuelta, contaron con el
apoyo de esos mismos viejos tercios, vapuleados y despreciados.
Así llegamos al momento actual, donde un rápido y obligado aprendizaje
presidencial, hizo girar la brújula y el timón, para encontrar aguas aptas para navegar.
Quienes antes de ayer, eran humillados de todas formas por reaccionarios, anquilosados
y pasados de moda, ayer, los mismos fueron acogidos en un gobierno de coalición. Y hoy,
se valora con emoción los avances conseguidos, en veinte años, que se iniciaron
precisamente en aquel 5 de octubre de 1988.
Los datos muestran que, en la población actual de Chile, son predominantes las
generaciones que no habían nacido para 1973, y al menos la mitad no había nacido para
el plebiscito del 5 de octubre de 1988. La tragedia que vivimos en carne propia las
generaciones que enfrentamos en las calles y cerros a la dictadura, y que plantamos cara
al terror, hoy es valorada, y en buena hora por los jóvenes gobernantes. Es cierto que
ganamos esa noche, y que lo hicimos con un lápiz y un papel, como dice el presidente
Lagos. Pero llegamos a ese día final, tras un proceso progresivo de movilizaciones
sociales, amplias, y participativas. Hasta los santos padres de la iglesia, reconocieron
hace siglos el derecho del pueblo a rebelarse, contra un gobierno injusto. Chile no fue la
excepción, una generación completa de jóvenes, ofrendaron sus vidas combatiendo para
liberar a su pueblo. A esos hombres y mujeres que se arrojaron de frente, a la máquina
represiva fascista, Chile les debe plazas y monumentos, como se les ha otorgado a
quienes nos liberaron del yugo español.
Nunca van a haber páginas suficientes, para describir la alegría del 5 de octubre,
no era todo lo que muchos y muchas queríamos, pero fue lo que conquistamos entre
todos, y eso nos llenó de risas y lágrimas los rostros. Hay una esperanza en los hombres
y mujeres de esta generación, y de todas las generaciones nacidas en libertad desde
- No importa que no todos piensen lo mismo, esa es la gracia de la democracia,
poder pensar y decir lo que te dé la gana, sin temor a que te persigan o asesinen. Ese es
el legado que debemos preservar. Debemos justificar con nuestra vida, el sacrificio de
quienes ahora no están.
En buena hora, nuestro joven presidente, reconoce en este 5 de octubre, la gesta
y la lucha por la libertad y la democracia de las generaciones precedentes. Todos y todas
estamos parados hoy sobre hombros de gigantes, gracias a eso podemos mirar con
esperanza el futuro de una patria más prospera y más justa.
Ernesto Sepúlveda Tornero