La esencia es clara: cooperar y apoyar a los demás. Este es el verdadero espíritu de la minga, una tradición profundamente arraigada en la cultura chilota que un grupo de campesinos mantiene viva en Tierra del Fuego. Su objetivo es prosperar y superar las duras condiciones climáticas que la isla impone a la agricultura.
Cada año, un grupo de 15 hombres y mujeres, la mayoría provenientes de Chiloé, se reúne para llevar a cabo distintas tareas. En esta ocasión, se dedicaron a preparar compost colectivo, que en septiembre utilizarán para preparar la tierra antes de la siembra. Su meta es obtener al menos 60 sacos. La jornada de trabajo siempre concluye con una pequeña celebración culinaria.
“Lo que hacemos es natural, sin químicos. Esto es beneficioso para nuestra salud y para quienes compran nuestros productos. Queremos entregar alimentos sanos, nutritivos y de calidad para nuestra localidad”, afirma Margot Ruiz, agricultora de Porvenir. Margot, descendiente de mapuches huilliches, llegó a la Patagonia desde Chiloé con sus padres y ha estado dedicada a la agricultura junto a su familia, primero en Timaukel y durante casi dos décadas en la capital fueguina.
La preparación del compost comienza con la recolección de desechos orgánicos como guano, cáscaras de centolla y otros restos marinos, que se mezclan con residuos vegetales y restos de alimentos. Esta mezcla se coloca en pilas que se voltean regularmente para asegurar una adecuada aireación y descomposición. A medida que los microorganismos trabajan, los desechos se transforman en un compost rico en nutrientes, ideal para mejorar la calidad del suelo y proporcionar un fertilizante natural y sin químicos.
“Para nosotros, esto es una actividad común. Siempre hacemos mingas, ya sea para construir invernaderos o para cualquier otra tarea. Es la única forma de salir adelante. Hay que asociarse con el vecino, y esta es una manera de ayudarnos mutuamente. Para mí, es algo normal”, explica Héctor Morales, agricultor y avicultor recientemente destacado por INDAP en el Día de las Campesinas y Campesinos.
Idea que Juana Ruiz, agricultora y dueña del predio donde se realizó la actividad, refrenda: “Siempre trabajamos colectivamente. Armamos los invernaderos juntos, sembramos cuando es necesario y nos ayudamos en las tareas. Nos organizamos y nos apoyamos mutuamente”.
Las autoridades del sector agropecuario también se unieron al trabajo colectivo, destacando la importancia de la organización y la cooperación. “El convenio entre el Gobierno Regional e INDAP, que destina más de 3 mil millones a la agricultura familiar campesina, demuestra que cuando los organismos públicos colaboran, se favorece el desarrollo. Esta colaboración tipo ‘minga’ refuerza nuestro compromiso con el fortalecimiento de la agricultura local”, expresó Irene Ramírez, seremi de Agricultura.
Gabriel Zegers, director regional de INDAP, destacó cómo las políticas públicas del Estado pueden tener un impacto positivo. “Vemos cómo el INDAP se refleja fuertemente cuando la comunidad trabaja en conjunto. Las personas están replicando su trabajo y conocimientos, así como el buen uso de esta infraestructura”, afirmó. Además, valoró que el reciente proyecto INDAP aprobado por el Gobierno Regional permitirá multiplicar el impacto y financiar infraestructura agrícola en Porvenir.
En tanto, Felipe Sánchez, asesor técnico de Prodesal, resaltó la belleza de cómo los agricultores chilotes llevan consigo la cultura de la minga, uniendo fuerzas para ayudarse mutuamente. Aunque esta vez se dedicaron a preparar compost, también participan en la construcción de invernaderos y en la colocación de plástico. Al final de cada jornada, comparten una comida, lo que fortalece las redes comunitarias y reafirma la confianza y la cultura compartida.
La agricultura en esta zona austral es un desafío constante debido al viento y las bajas temperaturas, que limitan la producción a una agricultura estacional. Sin embargo, estos agricultores han aprendido a adaptarse y superar estos obstáculos. Gracias al apoyo de INDAP, han avanzado significativamente en la soberanía alimentaria de la región, ofreciendo productos frescos, sanos y libres de químicos a la comunidad.