No está obligado el trabajador a cambiarse de labores en forma inmediata ni tiene por qué modificar su horario de entrada o salida de un momento a otro solo por que lo mande un superior, cualquiera sea el rango que este superior detente ya que, en definitiva, no es más que otro explotado al que se le han conferido facultades de negrero.
Cierto, es super fácil decirlo y escribirlo, pero hay que estar en el día a día de ese trabajador o trabajadora, para entender por qué tantos son los que soportan abusos, insolencias y discriminaciones.
Es la necesidad de un sueldo la que hace al asalariado guardar silencio y no responder al abuso.
Por eso nuestra obligación, cuando asumimos esto de educar a la clase como el primer paso para su liberación, es ser perseverantes, convincentes, explicando pro y contras, hasta conseguir que la rebeldía se instale en las conciencias.
2.- Ojo, que no se puede esperar cambios profundos de un momento a otro.
Son años de postración y malos resultados, pues en algunos casos los trabajadores han sido timados por tránsfugas y mentirosos que solo buscaban beneficios personales y se sirvieron de los anhelos y sueños de los abusados para ello.
Los trabajadores desconfían y con razón de la organización – ejemplos tienen de sobra para dudar – pero nosotros tenemos que mantenernos firmes en nuestras convicciones. Expliquemos y orientemos, enseñemos y mostremos caminos y logros, esforcémonos por exponer a todos que si es posible cambiar las cosas, que no se requiere ni siquiera ser militante y/o tener ideas preconcebidas. Solo hace falta estar dispuesto a luchar por cambiar las cosas.
Hay que educar. Si lo logramos, habremos dado un gran paso adelante.