Miles de miles son los decepcionados con el rol de los parlamentarios, tanto en la Cámara como en el Senado, y no solo sucede en Chile, es una tendencia mundial con muy pocas excepciones. Y aunque es cierto que todos postularon diciendo que llevarían a esas instancias de poder la opinión y la palabra de los que nunca son considerados, también es muy cierto que desde tiempos inmemoriales vienen repitiendo el mismo discursito y con suerte han cumplido algunas de sus promesas.
Esto de cumplir solo se dio cuando hubo algunos electos con honor y conocimiento del sentir de los más desposeídos, al mismo tiempo que una población harta de ser mirada a huevo explotó y con su acción forzó cambios que, de otra manera, jamás se habrían producido.
La conclusión entonces es clara, las mayorías silenciosas deben preparar a sus propios representantes para imponer de verdad los cambios que anhelan, al mismo tiempo que generar organizaciones con fuerza y peso, suficiente para llamar a terreno al que se desligue del compromiso asumido o se entregue al sistema.
2.- En nosotros, ciudadanos, está la decisión definitiva de cambiar las cosas.
Los que militan deben ser más firmes y reclamar cuando su instancia se esté escapando o yéndose a otro camino que no sea la defensa irrestricta de los que menos tienen.
Los que no creen en los partidos deben si creer en la organización, pues no vendrán los dioses a salvarnos.
Solo nos libera la organización y la firme decisión de luchar por lo nuestro.
Unos y otros debemos tener claro que si alguno prometió y no cumple debe ser denunciado y cambiado en la primera ocasión que se pueda. Los que no sirven se van, y punto