Amigos y amigas, corría el mes de febrero de 2019, y el extinto presidente Piñera desplegaba una estrategia de posicionamiento internacional, que lo tenían como una de las figuras conservadoras más importantes del continente. El viaje a Cúcuta, a la postre no le reportó visibilidad internacional. Ya que desistieron, el presidente brasileño, Bolsonaro, el vicepresidente de Trump, Mike Pence, y otras figuras de la derecha. Su presencia en Cúcuta, acompañado del presidente Duque de Colombia, era en el marco de un concierto en apoyo a Venezuela. En medio de la actividad, hizo un discurso solidarizando con el pueblo venezolano, y fustigando a la tiranía de Maduro. Se suponía que la actividad daría un impulso a la oposición venezolana, de hecho, estaba presente, el político Juan Guaidó, figura controvertida dado su autonombramiento como “Presidente encargado”. La acción del difunto presidente, era coherente con su despliegue de campaña, y sus declaraciones de marzo de 2018, donde aseguraba que Chile “continuaría recibiendo venezolanos”. Si bien en el fallido acto de Cúcuta, no llamó explícitamente a un ingreso masivo a Chile. Sus ministros sí lo hicieron, Longueira, Cecilia Pérez, Felipe Kast, cuál de todos más entusiasta. La ministra Pérez llegó a decir “Seguiremos recibiendo venezolanos hasta que el país resista”, así de sensata y ponderada, declaraciones de julio de 2019.
En la perspectiva del tiempo, cuan desafortunadas se leen esas frases, y cuan equivocado estaba el liderazgo conservador. Si hasta hubo reuniones con venezolanos, a los que se les daba la bienvenida como militantes, de un conocido partido de derecha. Por todos los medios, circulaba una señora, supuesta representante diplomática, del “presidente encargado” Juan Guaidó. Ministros del gabinete le brindaban toda clase de apoyo, anunciando alborozados, la aprobación de una visa de responsabilidad democrática, que permitía a los venezolanos ingresar con documentos vencidos, incluso sin documento alguno.
Cuanto de todos estos errores absurdos, han pesado en el descuadre de la inmigración irregular, es difícil de prever. Hago el punto, nada más para connotar la importancia que tiene, de conducir las materias internacionales, con solvencia técnica, y con responsabilidad política. Las improvisaciones, los chascarros de los que no ha estado exento gobierno alguno, desde el 90¨a la fecha, obliga a los gobernantes actuales, actuar con prudencia extrema. Estoy con la mirada del ex canciller y ex secretario general de la OEA, José Miguel Insulza. El actual senador, con meridiana claridad, fustigó las peticiones destempladas de diputados, que piden normas que prohíban por dos años el ingreso de venezolanos, o les impidan realizar transferencias de dinero a su país. En simple, prohibir el ingreso, no va a impedir a delincuentes el ingreso irregular al país. Una norma, como esa, es inútil en contra de quienes infringen toda clase de normas. Al fragor de la pauta de los medios, con crímenes atroces en vivo y 24/7, algunos políticos bailan al ritmo del tambor populista, cuando no racista o xenófobo. Los que ayer, aplaudían la llegada de venezolanos, les daban tribuna en los medios, o los recibían en las finas oficinas de palacio, hoy ofrecen soluciones radicales, y culpan de todo al actual gobierno, que heredó el problema de la administración anterior.
Es claro que hoy se conoce delitos nunca antes vistos, en los años precedentes. El sicariato, los secuestros extorsivos, y las mutilaciones mayores, han surgido en los últimos cuatro años. Nombres como “Tren de Aragua” o “los trinitarios”, eran desconocidos para nosotros. Hoy es una realidad abismante, y sobre la cual, no caben dos posturas, hay que perseguir a estas organizaciones criminales, hasta su total exterminio. Pero, con las armas del derecho, con policías, fiscalía, y proceso penal. No cabe aquí, hacer campaña política, ofreciendo soluciones mágicas en el horario prime. Se demoró años el progresismo, en entender que los temas de seguridad deben enfrentarse con la misma decisión, que los temas de desigualdad. Porque la mayor desigualdad que puede haber, es que sólo algunas personas tengan seguridad para llegar a sus casas o trabajos. Mientras otras deban poner paneles de blindaje hasta en los jardines infantiles.
Afortunadamente, las autoridades que ejercen hoy, responsabilidades en el ministerio y subsecretaría del interior, brindan plena confianza, por su responsabilidad y prudencia. Ha sido un acierto del presidente Boric, estas designaciones, que recordemos, reemplazaron a otras figuras políticas. No imagino, como estaríamos si el cambio no se hubiera hecho. Simplemente en tareas de esta envergadura, no cabe ni los amiguismos ni los lotes, sólo cabe poner a los y las mejores para servir a Chile.
Decía, que el progresismo se tardó décadas en asumir que la seguridad, no era una temática, que sólo interesaba al sector conservador. En buena hora, ha sido la centro izquierda, la que hizo más prontamente este aprendizaje. Aún faltan sectores, que asuman esta verdad, más grande que una catedral. Aún subsisten sectores, anclados a un discurso anquilosado, pero afortunadamente, la ciudadanía cada vez les cree menos. Pero estamos en Chile, y no somos de medias tintas, y los que ayer guardaban silencio, cuando no, criticaban el énfasis en seguridad, ahora se fueron al otro extremo. Sorprende, por decirlo elegantemente, ver a parlamentarios de centro izquierda, del denominado socialismo democrático, ofrecer bala, para resolver la grave crisis de seguridad. No nos confundamos, las policías en Chile, cuentan con el respaldo absoluto de la sociedad, para ejercer la fuerza, y el uso de las armas que hemos puesto en sus manos, para combatir el crimen y el delito. Pero otra cosa muy distinta, es invitar a todo el que tenga un arma inscrita, y permiso de porte, que salga a las calles, a tirar a mansalva. Lo que necesitamos como sociedad, es que gobierno y oposición, actúen con responsabilidad. El flagelo de la delincuencia, afecta todos los aspectos de nuestra vida, y era que no, produce severos efectos económicos. Y lo que más nos duele, es que afecta de peor forma, a quienes menos tienen. No existe acá, espacio para discusiones de salón, ni para invocar teorías de bajo vuelo, y nula efectividad. Los políticos deben dejar que las instituciones funcionen, y por respeto a sus electores, llevarles tranquilidad, consuelo, apoyo, y no más discursos que infunden el miedo, cuando no el odio.
Es muchísimo lo que hay que hacer como país, para revertir malas decisiones políticas del pasado. Pero tenemos múltiples fortalezas, instituciones que funcionan, una comunidad informada y alerta, incluso multiplicidad de expresiones políticas, a las que exigir respuestas, Toca hoy moderar el discurso, menos alegatos altisonantes, y menos ofrecimiento de correr bala, y más información seria, de fuentes confiables. Más confianza en nuestras instituciones, y en las autoridades de gobierno y oposición, que hemos elegido en la sociedad democrática.
Ernesto Sepúlveda Tornero