Todos los equipos de fútbol tienen sus hinchas que agrupados dan origen a las barras, grupos de incondicionales que siguen la ruta de su club favorito a todo lugar donde éste se presenta. Podrá compartirse o no el furor por la divisa, pero es una forma de afecto y cariño que no tiene nada de criticable.
Lo que complica las cosas son aquellos seguidores que, amparados en la impunidad y el actuar de manada, se transforman en saqueadores de comercios, destructores de bienes de todo tipo y tienen especial predilección por destruir recintos deportivos y sus alrededores, creyendo que con eso provocarán el desbande del capital.
¿Es que nadie puede decirles que poco o nada cambiará aunque se maten y destruyan todo en nombre de una divisa, porque el enemigo está en otra parte y sigue gozando de buena salud? Lo sucedido en el Estadio Nacional el 11 de febrero recién pasado es una prueba de ello.
Más allá de algún daño al memorial de derechos humanos ahí instalado, lo único que han conseguido es el repudio generalizado.
2.- Particularmente agresivos y destructivos son los seguidores de dos grandes equipos. Colo Colo y la U, la U y Colo Colo, sin dejar atrás a otros grupos que se desviven por emular a estos. Se odian a muerte y para ellos todo volverá a los conductos normales, cuando el adversario sea totalmente aniquilado. Hay que decirles de una buena vez que están equivocados y haciéndole la pega al sistema, que utiliza las torpezas y el desmadre para asustar a la población y frenar la organización.
Es lo mismo que pasa con aquellos que se enquistan en las movilizaciones populares y destruyen por destruir además de saquear.
Ese no es el pueblo. El pueblo sigue esperando que se le vaya a educar y fomentar la organización, el pueblo tiene claro que no será pòr el triunfo de un club deportivo u otro que se construirá la nueva sociedad.
El pueblo no puede seguir siendo aterrorizado de esta manera.
Claramente no es el camino.