Como trabajadores tenemos la obligación de tomar decisiones que inciden en nuestra vida presente y futura.
La primera de ellas reconocernos como parte de una clase que es mayoritaria pero dispersa y, por lo mismo, poco influyente en decisiones y cambios.
Estamos llamados a educarnos en nuestros derechos y desde esa educación saltar a construir organización, pues sin organización somos presa fácil de tahúres y mentirosos.
La organización que nosotros promovemos se llama Sindicato y debemos hacer todos los esfuerzos por integrar en él al máximo de trabajadores de la empresa.
Solo esa mayoría de fuerzas nos dará la capacidad para avanzar en la suscripción de contratos colectivos, que reconozcan nuestros derechos económicos y sociales.
Es esta pelea por derechos al interior del lugar donde trabajamos el primer paso de nuestra causa por los cambios, pero las cosas no se detienen ahí.
2.- En la lucha por los derechos de los trabajadores, no se puede estar allá y acá al mismo tiempo.
Se conversa, se dialoga y se encuentran acuerdos con los patrones y los gobiernos, pero esto jamás se hará a espaldas de los trabajadores o renunciando a las demandas más sentidas de ellos.
Y el cambio social es una de las demandas más importantes e irrenunciables.
Aspirar al cambio de la sociedad es un imperativo irrenunciable de la clase.
Ser clasista, es saberse parte de un sector social que ha sido discriminado históricamente, así como privado de sus derechos más básicos.
Hacernos cargo de que tenemos en las manos la tarea de construir una nueva sociedad, en la que nuestras familias, nuestro pueblo, puedan vivir dignamente, es una obligación de todo aquel que se declara miembro de la clase trabajadora. Y aunque sea una majadería lo debemos reiterar una y otra vez. Todo lo anterior se consigue con trabajadores organizados y en nuestro país con suerte y harta adulteración de padrones, se llega al 20% de los trabajadores organizados.
Ese % es insuficiente, por lo tanto el primer objetivo es trabajar duro para construir organización.