Con estas palabras, daba inicio a su discurso de toma del mando como presidente de
Argentina, el señor Javier Milei. Hasta ahí todo bien, ¿quién podría estar en desacuerdo
con tamaña promesa?, lamentablemente, dio paso después a las diatribas contra quienes
ejercieron el poder, en los últimos cien años en la Argentina. Sólo faltaron las groserías,
que hicieron las delicias de sus seguidores, y estábamos de vuelta en cualquiera de los
actos de la campaña presidencial. Rato después hablando a una entusiasta concurrencia,
desde balcones de la Casa Rosada, volvió al modo campaña, incluso entonando una
canción donde se considera a sí mismo un león. Para de ese modo arrasar con una
hipotética “casta”, que estaría conformada, entre otros, por varios políticos de derecha
que le apoyaron, como el ex presidente Macri, y otras figuras de la política tradicional,
como la ex candidata Patricia Bulrich, instalada hoy en el gabinete ministerial.
Es muy singular, lo que sucede en Argentina. Allá ellos y ellas, con su decisión, son libres
de elegir a quien quieran, y en buena hora. Cuarenta años se cumplen, desde la
recuperación de la democracia en la hermana república argentina. Y lo celebran, con una
vuelta de tuerca en 180 grados, con un presidente que ha declarado su intención de tirar
por el caño, las políticas implementadas por los gobiernos que le precedieron. La
hiperinflación, de 140% anual, y subiendo. La pobreza que afecta al 40% de la población, y
el flagelo del hambre, algo nunca antes visto en la Argentina, se ha anunciado que será
combatido mediante una política de schock, donde las medidas se implementarán de
inmediato. La finalidad declarada, sería lograr el equilibrio en las variables macro
económicas en el plazo de dos años.
Es posible que a muchos de los chilenos y chilenas de a pie, los trabajadores y jefes y jefas
de hogar, se han enterado por televisión o redes sociales, de la existencia de este político
trasandino, que hoy asumió la presidencia. Un señor, que se volvió viral en redes sociales,
por su estilo avasallador, donde terminaba a los gritos en los programas de debate, o se
dedicaba a lanzar insultos de grueso calibre, a sus adversarios políticos, o los amenazaba
con una motosierra. Convengamos, que conductas como esa, en un político chileno,
harían dudar acerca de su sanidad mental, y es muy dudoso que tuviera un futuro de
triunfo electoral, como el que estamos viendo.
Pero más allá de la fanfarria, más allá de la hojarasca, como decía don Richard. Lo que hay
es algo conocido en Chile y otros lugares del mundo. Un intento de implementar un
programa económico, ultra liberal, como el que implementaron los economistas chilenos
de la Escuela de Chicago, los famosos “Chicago Boys”. Recordemos que, tras el golpe de
estado civil-militar en Chile, se incorporó a la conducción económica a una camada de
profesionales, que hicieron estudios de post grado en la Universidad de Chicago. En
programas financiados por agencias estadounidenses, con la orientación del
departamento de estado. El plan que dichos economistas trajeron a Chile, fue elaborado
con la orientación de las agencias de inteligencia, para bloquear los programas
económicos de gobiernos progresistas. Mismos, que estaban siendo reemplazados por
dictaduras militares, por todo el continente, en los años 70’.
Lo que se presenta como novedoso en 2023, ya era viejo hace 50 años, cuando se
implementó en Chile. El programa de restauración conservadora, que permitió la
implantación de las ideas neoliberales en Chile, sólo fue posible, porque se implementó en
dictadura. Con suspensión de libertades políticas, disolución del parlamento, proscripción
de los partidos políticos y los sindicatos, sin libertad de prensa, sin libertad de expresión ni
de opinión. Y lo que es más cruel aun, en medio de una persecución sangrienta a los
opositores a la dictadura, que implicó decenas de miles de ejecutados, miles de personas
víctimas de desaparición forzada. Detenciones arbitrarias y torturas.
La vieja receta que pretende implementar en Argentina, el presidente Milei, conlleva
reducción drástica del gasto fiscal, con la eliminación de ministerios, y despido de
funcionarios. Reducir el gasto social, privatizar la seguridad social, privatizar las empresas
públicas. Se pretende dolarizar la economía, lo que en el fondo significará una brusca y
profunda devaluación del peso argentino. Adicionalmente, y ya fuera de las recetas de
Chicago, el nuevo presidente argentino, pretende eliminar el Banco Central, y cortar
relaciones económicas con China, el principal socio comercial, no ya de Argentina, sino del
continente.
El shock neoliberal se pudo implementar en Chile, porque estábamos en dictadura, no se
vislumbra la forma en que la sociedad argentina, culta y acostumbrada a décadas de
asistencialismo estatal, consientan en estas medidas. En teoría se lograría reducir la
inflación, pero al cabo de varios años. En el intertanto, se produciría un aumento del
desempleo, ya en cifras históricas, reducción de salarios reales, e incremento de la
pobreza. La vieja receta neoliberal, es probable que resulte indigesta, para la sociedad civil
organizada en Argentina, centrales sindicales, gremios, trabajadores del sector público, y
partidos opositores. Sin el poder de una dictadura feroz, en un extremo, y sin un amplio
consenso social y político, en el otro, no parece practicable implementar el anunciado
shock económico.
La performance del otrora candidato, y hoy flamante presidente, denostando a los
adversarios, infligiendo un trato degradante a los opositores, amenazando con daño físico
a los que se ponen enfrente, también forma parte del viejo catalogo político. Líderes
populistas y autoritarios por todo el mundo, desempolvan los manuales de los años 30’.
La democracia no hay que darla por sentada, y hay que estar dispuestos a defenderla
siempre.
Desde la Patagonia austral, enviamos nuestro cariño sincero y deseamos lo mejor a la
hermana república argentina.
Ernesto Sepúlveda Tornero