En dictadura salimos una y mil veces a exigir respuestas a nuestras demandas.
Por todos los pueblos y las ciudades de Chile se realizaron protestas, inicialmente en los barrios, luego tímidamente en los lugares de trabajo y de repente ya no hubo lugar en el pais en que la gente no exigiera la salida del dictador y sus servidores.
Todo el que estuvo en ese tiempo, sin importar en cual trinchera o espacio, sabe muy bien lo que vivimos y lo que hicimos, siempre con el apoyo de la población y el barrio, que se transformaba cuando había que gritar basta.
Ni delincuencia desatada, ni sicarios, ni muertes sospechosas en cualquier calle o población. Éramos un solo pueblo, el enemigo estaba claro y se le daba con todo. Nos cuidábamos unos a otros, los más osados encabezando la actividad y los que recién partían en estas andanzas, de atrasito, aprendiendo a actuar y a vencer el miedo.
Cortes de calle, toma de microbuses y un sin fin de iniciativas acompañadas de entrega de volantes, boletines y periódicos mano por mano y que eran recibidos por cientos, miles de personas ansiosas de leer lo que en ellos se exponía, para luego llevarlo a muchos lugares para que siguieran circulando.
Cuando comenzaron las protestas en la poblaciones eran los mismos vecinos quienes entregaban todo aquello que estaba demás en las casas para hacer la barricada, y aunque se cortaba el tránsito y la pelea era dura con la policia represora, siempre hubo mecanismos y formas para que los vecinos que venían de la pega pudieran entrar a sus casas.
Era el pueblo de pie, rebelde, harto del dictador y su sistema.
2.- Nunca se destruyó por destruir, ni se atacaron tiendas para robar todo lo que estaba a la mano. Cierto que se hicieron audaces acciones de recuperación de comidas y otros, pero todo fue repartido en los mismos barrios entre aquellos que más necesidades tenían.
El lumpen no es rebeldía. El saqueo y la destrucción de espacios comunes que a todos nos sirven no son rebeldía.
El que golpea a mansalva a otro para quitarle su bolso o cartera no es un rebelde, tampoco lo es el que se enquista en las marchas e iniciativas diversas a destruir lo que lo que se le pone por delante. Eso es lumpen y el pueblo que demanda cambios no es lumpen, lo saben los medios, lo saben quienes hacen política, pero extrañamente todos guardan casi total silencio, sin ir al fondo del asunto.
Aquellos que han hecho del saqueo y la destrucción un instrumento, no son pueblo en rebeldia, lo que hacen solo daña y perjudica.
Con su accionar no ayudan a ninguna causa. Sus acciones destructivas justifican el discurso del sistema, que aboga por más represión y pérdida de espacios.
Este pueblo silente, que aún se resiste a salir a la calle, cortar caminos, tocar cacerolas y de un cuanto hay, requiere de señales claras de que se tiene claro quién es el adversario, de lo.contrario seguirá postrado. Ya no soporta la falta de unidad y criterios para avanzar hacia una sociedad más justa.
Es hora de aislar a los que no entienden y avanzar hacia la construccion de un frente común contra el sistema.