Amigos y amigas, esta semana, en medio del debate parlamentario para fijar las bases de un nuevo proceso constituyente, ha surgido con fuerza la problemática económica. Como hemos señalado en anteriores columnas, la responsable conducción del ministro de Hacienda, y las medidas del Banco Central, auguran que el escenario de alta inflación, estaría llegando a su tope, tras el cual podríamos esperar una disminución en los próximos meses. Sin embargo, ya se da por descontado que tendremos un crecimiento cercano al 1% el año 2023. Escenario que se ha enfrentado por la actual administración, con un presupuesto fiscal contra cíclico, es decir fijando un gasto fiscal de 4,3%, por encima del crecimiento de nuestra economía. En cierta forma, la discusión constituyente, pese a su importancia para nuestra estabilidad futura, ha cedido en urgencia, a la discusión de los temas de la agenda económica y social. En esto se aprecia con claridad una posición, que insiste en poner el proceso constituyente por encima de toda otra cosa, y la postura de quienes, con realismo, y quizás leyendo de mejor forma el resultado del plebiscito del 4 de septiembre, sostienen que hay que impulsar la agenda legislativa del gobierno. El ejecutivo ha comprendido que los principales temas de preocupación de los chilenos y chilenas, son la delincuencia y el clima de inseguridad, los efectos de la inflación sobre los precios, y los menguados salarios, y las bajas pensiones. La prolongación semana a semana, de las conversaciones de los partidos políticos en el parlamento, desgastan cada vez más el interés de la ciudadanía en el proceso. Vuelven a oírse voces alegando que cualquier dialogo “sin la calle”, es cocina, los mismos que criticaban el acuerdo del 15 de noviembre, critican ahora, el dialogo que pretende reimpulsar el proceso constituyente.
Por otra parte, se ha instalado nuevamente el debate por la reposición del voto obligatorio, el gobierno ha puesto urgencia a la discusión del proyecto, en trámite hace tiempo ya, en el parlamento. El mundo político no termina de convencerse del voto obligatorio. Mientras la derecha, que se atribuye el triunfo en el plebiscito del 4 de septiembre, piensa que los nuevos electores les serán favorables, otros, sostienen que el voto obligatorio con inscripción automática, podría tener efectos adversos. Esto sería por el “agotamiento electoral”, es decir, por el cansancio o hastío de los ciudadanos, a participar en sucesivas votaciones, sólo separadas por algunos meses la una de la otra. Sin ir más lejos, si se llega a concretar un nuevo proceso constituyente, las fechas de estas votaciones obligatorias, serían tentativamente en abril 2023, para elección de constituyentes y diciembre de 2023, para plebiscito de salida. En tanto en el año 2024, se iniciaría el ciclo de votaciones para cargos de elección popular, de alcaldes y concejales. Luego en 2025 elecciones presidenciales, parlamentarias, y de gobernadores y consejeros regionales. Todo un cóctel electoral, que con seguridad motiva a quienes están inmersos en la actividad política, pero no producen el mismo entusiasmo en la población general. Este contraste, esta contradicción aparente, entre los intereses de las grandes mayorías, y los de una minoría dirigente, es fruto de décadas de individualismo, décadas de sálvense quien pueda y de ráscate con tus propias uñas. No es que la inmensa mayoría de los chilenos y chilenas estén equivocados, o les falte educación, como han burdamente pretendido algunos, para explicar el rechazo del 62%. Es lisa y llanamente, la realidad que nos toca vivir. Nuestra sociedad se ha estructurado así, y quienes queremos transformarla, primero debemos conocerla, mejor aún formar parte de ella. No dictar catedra desde una importante testera, no despreciar o ridiculizar al que prefiere seguir apostando, que asociarse a otros para resolver los problemas.
En esta tarea de reflexionar, de mirar crítica y autocríticamente nuestra realidad, no estamos solos. Como una grata sorpresa, hemos leído esta semana, sendas entrevistas a Noam Titelman, economista, unos de los fundadores del frente amplio, y ex presidente de la FEUC. Un intelectual que ha pasado los últimos cinco años, estudiando un post grado en el London School of Economy, una de las instituciones más prestigiosas del mundo. Contra lo que pudiera pensarse, por esta presentación, Noam Titelman, es crítico y auto crítico con su sector político. Entre los puntos que más me interesaron, fue su diagnóstico sobre la derrota del apruebo. La errónea idea de que Chile podría sintetizarse como una simple suma de demandas particulares. Esto también es aplicable al actual gobierno, donde la tarea es representar a todos los chilenos y chilenas, y no a un sector específico en particular. Una diferenciación que me parece de los más atingente, ya que Titelman, diferencia claramente la función del gobierno de impulsar un proyecto país, que es mucho más complejo, que impulsar un listado de reivindicaciones particulares, que es el rol del activismo. En esto se juega el éxito de la gestión del gobierno, no se puede intentar satisfacer a un nicho de electores, sin atender primero, las materias que involucran a todos los chilenos y chilenas. El economista Titelman, es muy ponderado en sus juicios respecto a los gobiernos de la concertación y de la Nueva Mayoría, y destaca que en ese período se logró instalar una mirada o enfoque económico, que fue desarrollado por largos años, en centros de estudio como CIEPLAN. Lo que no ha ocurrido posteriormente. Advierte de una falencia de la izquierda chilena, en este sentido, porque se concentró exclusivamente en su crítica al neoliberalismo, en los 90’ y 2000. Posteriormente, no ha existido un desarrollo teórico, que pueda aportar a un proyecto de país, con una mirada progresista. Se ha planteado reiteradamente, que el estado debe tener un rol más activo en la economía, pero no se plantea cómo. Esta idea, se relaciona bastante, con una reciente entrevista de la destacada economista italiana Mariana Mazzucato, quien apunta justamente a como enfrentan los gobiernos progresistas la problemática económica. Básicamente, señala Mazzucato, que los gobiernos progresistas de Latinoamérica, “Deben centrarse más en la productividad, que en la redistribución”. En resumen, existe coincidencia, en la necesidad de generar ideas y propuestas económicas, que sean alternativas realistas en la actualidad. Desde ya, está claro, que apuntar desde la izquierda a un modelo desarrollista, es tan anacrónico como un modelo de economía central planificada. Ambos superados por una larga historia de experiencias fallidas, y resultados calamitosos. Resulta esperanzador, leer a jóvenes intelectuales como Noam Titelman, de la misma generación del presidente Boric. No sólo aporta un análisis, que permite distanciarse de la refriega cotidiana, centrada en superficialidades, sino que aporta una mirada estratégica al gobierno progresista, que, si es escuchado, le permitirá consolidar una única coalición de gobierno, y una agenda económica viable y de futuro.
Ernesto Sepúlveda Tornero