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LA FALTA DE RESPETO A LOS SIMBOLOS PATRIOS

Hay una enfermedad que se llama odio y que la derecha extrema en Chile la ha cubierto con una capa que ha llamado “Amor”, como si de un lobo con cuero de oveja se tratare. Reclamé en su momento por el titular mal gestado de uno de los diarios regionales y mi nota (que era la última que publicaría con ellos) fue omitida o mejor dicho vetada, pero se ha reproducido por diversos medios abiertos a la crítica, entre los cuales se encuentra este, lo cual agradezco por el bien de nuestro país.

La expresión de esa cualidad malentendida por los fanáticos, y que lo reproducen con risas, mofas y memes aquellos que les secundan de manera inconsciente, son los que más mal le hacen a la falta de entendimiento que debe existir entre nuestros connacionales. Realmente el odio es contagioso y se parece al encuentro de la verdad con la mentira, donde cuesta entender la dinámica que hay detrás de las alegorías y políticas articuladas por quienes no tienen un adecuado uso de la razón.

Sabemos que la funa del Parque O´Higgins se vio por todos los medios nacionales y extranjeros. Sus orquestadores son pseudos caudillos que se han enseñoreado con las pequeñas cuotas de poder que alguien les entregó bajo coerción, matonaje y/o dádivas y, ahora, de manera peligrosa quieren ejercerlos porque han visto que nada ni nadie los puede o intenta detener y menos fustigar. Sus máximos representantes llegaron al Congreso y ahora se sienten intocables, poderosos e incombustibles.

Los mismos mensajes que pusieron a la vista de la prensa internacional que estuvo presente y que hablaban de vergüenza, les escupió en la cara, porque no hay nada más vergonzoso que aquellos que se dicen patriotas y republicanos, defensores de la imagen y del legado de Pinochet, cercanos al mundo militar del cual se nutren para ostentar fuerza, sean los que atentaron contra los símbolos patrios de ese día 19 de septiembre de 2022 en la elipse del Parque. Allí, donde la nación toda (guste o no de la institucionalidad castrense) se une en torno a su historia, a la gesta de quienes formaron la patria, ofrendando sus vidas para evitar a los enemigos externos que, de tanto en tanto, amenazan nuestras fronteras, se produjo el desaguisado de quienes no tienen control, reparo y, menos, remordimientos. Vergüenza por haber insultado en la cara a quienes consideran como sus seguidores más ciertos y haber mancillado la bandera nacional durante su entonación, como lo hiciera un grupo de desadaptados sociales en la más aberrante representación “artística” que nos entregó el cierre de la campaña del Apruebo en Valparaíso. Quedaron a su mismo nivel y deberíamos oír las condenas por esos hechos de todos lados, pero hasta hoy solo silencios. Veremos una vez más el doble estándar de un sector importante de nuestro país.

Triste fue oírlos perturbar grotescamente las trasmisiones de los canales que, con mucha cautela, trataron junto al sonido de las distintas bandas de guerra, de formar cortinas a los ruidos e insultos, para rescatar así un poco de la solemnidad mancillada.

Cada año disfrutamos la marcialidad del paso de los miles de jóvenes que, bajo el mando de sus oficiales, pasan frente a las autoridades que la ciudadanía ha elegido como sus representantes y donde están también sus más altas jefaturas quienes, luego de una larga carrera, han llegado a la cima de sus instituciones. Alguno pudo sentir cierta simpatía por lo que comenzaba a acontecer, lo que no sería raro, pero no cabe duda alguna que, luego de la persistencia, se fueron dando cuenta del tremendo insulto que aquello estaba resultando y a lo cual ninguno querría adherir. Era cosa de ver los rostros molestos por la actitud.

Triste es ver como aparecen justificadores del acto, quedándose con la cara de la moneda que les conviene o que les interesa para sus fines egoístas y simplistas, o porque no están preparados para hacer un análisis más profundo, delicado y honesto, o porque creen que no justificarlo sería un atentado a sus propios principios. Intentar justificar tal agravio en un día tan especial para la Patria es como remover la hediondez de una bosta en el campo.

Lo que está claro es que el mensaje se envió y que el mensajero se equivocó rotundamente pues tiró una bomba de racimo sobre las tradiciones que asegura defender y representar. Se han autoinvitado a quedar fuera del marco de las conversaciones de las fuerzas políticas democráticas reales. Los extremos no sirven a la convivencia y deberían, por sanidad de la democracia, quedar aislados hasta que desaparezcan. Dándoles libertad de acción se formaron los peores grupos fascistas de la historia y ya sabemos cómo terminó todo: uno colgado por sus partisanos y el otro suicidándose en su bunker.