Esta semana fue el inicio de la campaña para el plebiscito del 4 de septiembre. Los medios de comunicación tradicionales, canales de TV, diarios y radios, más los medios electrónicos y redes sociales, están virtualmente desatados, tratando de convencer a los indecisos. La presencia de partidarios de la opción rechazo, es mayoritaria en los medios tradicionales. Como suele ocurrir en las campañas políticas, figuras de derecha predominan como invitados en matinales, programas de farándula, y en los consabidos programas de conversación. Probablemente sea en Chile, donde más se aprecia, que la línea editorial de los medios, viene marcada por la posición política de sus propietarios. Se nota más acá porque básicamente todos los medios responden a una misma orientación política, no existiendo alternativa alguna. Caso raro, fue la línea que siguió por más de un año, el canal La Red, donde sus propietarios norteamericanos, apuntaron a un nicho de electores, más bien progresistas y de izquierda. Desafortunadamente para el pluralismo en los medios, esa iniciativa no prosperó debido al retiro de avisaje, de las principales firmas del país, cuyos dueños no coincidían con el enfoque del canal. Curiosamente, uno de los temas que se discutió en la propuesta de nueva constitución, fue el del sistema de medios existente en Chile. No sólo los políticos se han interesado en este tema, también lo ha hecho la academia, y las organizaciones que defienden la libertad de prensa en el mundo. Porque hay que decirlo, no sólo los regímenes autoritarios, de derecha o izquierda, atentan contra la libertad de información, y la libre difusión de las ideas. También atenta contra este pilar de la democracia, la concentración de medios en manos de un mismo sector político.
¿Qué hacer?, los ciudadanos de a pie disponemos hoy de múltiples fuentes de información, a través de medios alternativos, y a través de las redes sociales de líderes de opinión, de expertos constitucionalistas, dirigentes sociales. En este ámbito existe pleno pluralismo, y gracias a nuestro sistema democrático, plena libertad de opinión y de expresión. Pero hay que hacer una prevención. No toda la información, ni todas las opiniones que circulan en medios alternativos y redes sociales, son verosímiles. En otras palabras, se ha incorporado como táctica de campaña, por parte de ciertos sectores populistas o extremos, la difusión de información falsa, o de contenidos que han sido editados, para producir el efecto de confundir a los electores. Si bien es cierto, desde aquella campaña de Donald Trump, donde se hizo uso a nivel industrial de esta táctica, las plataformas Facebook, twitter, Instagram, han establecido protocolos más rigurosos. Aun así, persisten hoy en día, millones de cuentas falsas, o cuentas bots, creadas para difundir masivamente contenidos erróneos o falsos. O para instalar una pseudo imagen de popularidad o de credibilidad de ideas o posiciones políticas.
El gobierno del presidente Boric, tiene un deber institucional, garantizar el pleno acceso a información del proceso y de las opciones que están en juego. Esta función obliga a desplegar toda la capacidad del estado, para llegar con los contenidos a los lugares más remotos del país. Se ha anunciado la instalación de pantallas, en los lugares públicos, donde se podrá visualizar fácilmente el texto constitucional que se somete a plebiscito. También el sector privado ha hecho lo suyo, y la editorial LOM, ha sacado un ejemplar impreso de la nueva constitución, a sólo $3.500. La primera edición se agotó en un par de días, y ya está en venta una segunda edición. En este sentido, se echa de menos un esfuerzo del gobierno, para distribuir masivamente ejemplares impresos. Hay que recordar que aún existe en Chile, una brecha digital, y un segmento considerable de los electores, prefiere el formato papel, o porque no cuenta con internet en su casa, o porque se le dificulta leer el texto, en el celular.
Los partidarios de la opción rechazo, básicamente los partidos de derecha, han lanzado los últimos días, un listado de propuestas que estarán dispuestos a incorporar como modificaciones a la constitución de 1980. Entre esas propuestas se incluyen varias materias, discutidas en la convención constituyente, y que fueron votadas en contra o abstención, por parte de la misma derecha. Resulta por decir lo menos, curioso que cuando ya se ha desplegado la campaña del plebiscito, se pretenda reflotar la constitución, que el país por una inmensa mayoría, optó por reemplazar por una nueva constitución. Hace unos días atrás el secretario general del Partido Socialista, Camilo Escalona, recordaba que una vez producido el triunfo del No en 1988, que significaba el fin del régimen de Pinochet, el líder de la derecha, ya fallecido, don Sergio Onofre Jarpa, ofreció realizar las reformas que la oposición pedía, para después de las elecciones de 1989. Demás está decir, que ese día jamás llegó, y tuvimos senadores designados, un dictador asumiendo como senador vitalicio, sistema binominal, y un largo etcétera de restricciones a la soberanía popular. Por lo anterior, resulta dudoso el ofrecimiento de reformas a la constitución de 1980, que se ofrece ad portas del plebiscito.
¿Qué más hacer?, lo primero es lo primero, las opciones en juego son Apruebo o rechazo de la propuesta de nueva constitución. Las alternativas corresponden a aprobar el texto propuesto, o, por el contrario, rechazar esta propuesta. En caso de que triunfe el apruebo, entrará a regir la nueva constitución, iniciándose el proceso legislativo, que dará forma al estado social y democrático de derecho en Chile. Este proceso será gradual, y las instituciones del estado irán paulatinamente adoptando la nueva estructura. Asimismo, será el legislador el que deberá establecer la forma, plazos y modalidades en que se podrá hacer efectivos los nuevos derechos sociales, que la constitución establece.
Para tener claridad total sobre el punto, si se aprueba se inicia el tránsito gradual del estado a una nueva forma, el que será establecido mediante las leyes respectivas que serán discutidas y aprobadas en el parlamento.
En caso de que se imponga la opción rechazo, la constitución que seguirá vigente es la constitución de 1980, la misma que nos rige hasta ahora. No será la propuesta de constitución elaborada durante el mandato de la presidenta Bachelet, que fue “guardada en un cajón”, según declaró en su oportunidad el señor Chadwick, ministro del interior de Piñera 2. Por una decisión política del gobierno de Piñera, en 2018, se desestimó la necesidad de contar con una nueva constitución. En retrospectiva, puede catalogarse como el error político más grande desde el retorno a la democracia. Como todos sabemos, al cabo de un año, la ciudadanía diría otra cosa. Pero para evitar confusiones, si gana el rechazo, tampoco regirá el listado de propuestas de modificación que está ofreciendo la derecha esta semana. Lo que regirá será la constitución de 1980, vigente, y la cual no ha podido ser reformada en lo sustantivo, por el veto permanente de la derecha.
Esas son las opciones. La decisión es entre la nueva constitución y la constitución de 1980. Y las opiniones de algunas figuras políticas otrora de centro izquierda, y que hoy se alinean con la postura del rechazo, no alteran lo medular. Probablemente las dudas formuladas por el Presidente Lagos, en relación a la polarización del país, las compartamos muchas personas. Sin embargo, la magnitud del proceso que se ha llevado a cabo en Chile, y cuya génesis, podría estar en 2006 o 2011, no puede obviarse. Y no da lo mismo una u otra opción, ya que ambas conducen a resultados y consecuencias muy distintas. Es el cambio o el estatus quo. Y debemos felicitarnos, porque con sus bemoles, con sus altos y bajos, hemos podido llevar adelante un proceso institucional, democrático y participativo ejemplar. El día 4 de septiembre no termina ni se inicia Chile, es un ciclo social y político que continúa, que no se detiene, y del cual todos formamos parte. Y al día siguiente, todos sin distinción, seguiremos construyendo una sociedad mejor para nuestros hijos e hijas.
Ernesto Sepúlveda Tornero